Juego de espejos
La actuaci¨®n de Pahud ba?¨® la sesi¨®n en una atm¨®sfera que solo los grandes suelen provocar
La actuaci¨®n de Emmanuel Pahud, primer flauta de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, ba?¨® la sesi¨®n en una atm¨®sfera que s¨®lo las grandes estrellas o los grandes estrenos suelen provocar. Con el auditorio a reventar y una presencia muy alta de estudiantes de m¨²sica, el Palau valenciano vivi¨® un momento dulce: la expectaci¨®n desembocaba en una satisfacci¨®n general, y ambas cosas, combinadas, provocaban en el p¨²blico esas sacudidas an¨ªmicas que tensan la atm¨®sfera del recinto. Una tensi¨®n que, a su vez, se proyecta en el int¨¦rprete, organiz¨¢ndose un juego de espejos sin fin que s¨®lo tiene un nombre: m¨²sica buena en directo.
Resulta un poco absurdo tratar de explicar con palabras la forma en que Pahud toca la flauta. Aunque se le conozca por grabaciones, v¨ªdeos y dem¨¢s milagros electr¨®nicos, s¨®lo el directo proporciona la verdad, porque viene acompa?ado de riesgo. El riesgo de la dificultad vencida sin ingenier¨ªa ac¨²stica. El ¨¦xito de interpretar fielmente al compositor y, al tiempo, aproximarse en una cadenza (el lugar reservado otrora para la improvisaci¨®n) a un p¨²blico de ¨¦poca diferente. El riesgo ¨Cy el ¨¦xito- de tocar a Mozart (el Concierto n¨²m.2 para flauta y orquesta) con un instrumento al que Mozart m¨¢s bien detestaba y, a¨²n as¨ª, enamorar al oyente. Para qu¨¦ seguir.
Emmanuel Pahud
Orquesta de Valencia. Director: Yaron Traub. Obras de Mozart, Fobbes y Richard Strauss. Palau de la M¨²sica. Valencia, 29 de noviembre de 2013.
Pero s¨ª, porque conviene dejar constancia de lo que Pahud hizo con la Fantas¨ªa sobre La flauta m¨¢gica (de Robert Fobbes), partitura que no pasar¨ªa de aprobado en un examen de arreglos. Y, con todo, las arias m¨¢s famosas de esta ¨®pera cobraron en su instrumento los colores de la voz, y el asombro ante los agudos de la Reina de la Noche ced¨ªan paso ante los hermos¨ªsimos graves de Sarastro, o los tonos baritonales de Papageno. Luego, como el p¨²blico aplaud¨ªa m¨¢s y m¨¢s, Emmanuel Pahud acab¨® concediendo un encore, no por prusiano menos delicado, de Johann Joachim Quantz, el profesor de flauta de Federico el Grande.
Quiz¨¢ est¨¦ de m¨¢s indicar que Pahud pudo afrontar sin problemas frases muy largas, que la agilidad result¨® deliciosa (no s¨®lo virtuosa), y que nunca surgi¨® de su instrumento un sonido ¨¢cido o estridente. No menos interesante, sin embargo, fue la capacidad de contagio. La Orquesta de Valencia no suele conseguir sus mejores prestaciones en el repertorio del siglo XVIII. Esta vez, sin embargo, acompa?aron a Pahud con delicadeza, pulcritud y transparencia. Conoc¨ªan, sin duda, el nivel del solista. Y consiguieron, limpiamente, ponerse cerca.
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