La excepci¨®n y la regla
Los intereses particulares que han perjudicado la gesti¨®n del IVAM son los mismos que hemos visto en otros organismos del Consell
Se han cumplido estos d¨ªas los veinticinco a?os de la inauguraci¨®n del Instituto Valenciano de Arte Moderno. Como era de esperar, el aniversario ha producido una cantidad de informaci¨®n y comentarios muy notable. El IVAM siempre interesa. Los peri¨®dicos han vuelto a recordarnos las peculiares circunstancias de su nacimiento, la compra de la colecci¨®n Julio Gonz¨¢lez, o lo acertado de las ideas de Tom¨¢s Llorens, su primer director. Los art¨ªculos publicados han sido, casi todos ellos, cr¨ªticos con el estado actual del Instituto. Era previsible que esto sucediera. Son muchas las personas que lamentan la situaci¨®n del Instituto, su evidente decadencia, que achacan al comportamiento de su directora, Consuelo Ciscar. Para estas personas, Ciscar ser¨ªa la responsable directa del deterioro del museo, de su p¨¦rdida de relevancia, tan acusada en los ¨²ltimos a?os. No cabe duda de que la conducta de Ciscar, tan caprichosa a menudo, casi siempre err¨¢tica, ha contribuido al descr¨¦dito del IVAM. ?Podr¨ªa haber sido de otro modo? Pero quiz¨¢ el asunto requiera una mayor perspectiva. En uno de los art¨ªculos publicados estos d¨ªas, el profesor Pau Rausell ha escrito que Consuelo Ciscar no es la causa sino el s¨ªntoma de la degradaci¨®n del Instituto: quiz¨¢ convendr¨ªa mirar en esa direcci¨®n.
Admiro la perseverancia de esas personas que reclaman, desde hace tiempo, una direcci¨®n profesional y transparente para el IVAM. Tienen toda mi simpat¨ªa, pero me temo que se equivocan al limitar sus pretensiones al Instituto. La propia singularidad del IVAM ha hecho que lo consideremos una excepci¨®n en la cultura valenciana. El IVAM de la primera ¨¦poca nos mostr¨® a los valencianos que ¨¦ramos capaces de hacer las cosas bien y tener ¨¦xito. Aquella fatua aspiraci¨®n de Eduardo Zaplana y Francisco Camps de convertirnos en la admiraci¨®n de Europa, malgastando nuestro dinero, la hab¨ªa alcanzado a?os antes el IVAM actuando con inteligencia y modestia. Y de una manera mucho m¨¢s econ¨®mica. No es una casualidad que el deterioro del Instituto se haya producido al mismo tiempo que el de la Comunidad Valenciana. No lo es porque ambos responden a la misma causa: una forma de gobernar que considera lo p¨²blico como una propiedad privada, en la que uno puede actuar como le venga en gana. Quien gobierna de ese modo no piensa en el inter¨¦s colectivo, sino en el propio. Como pretende hacer dinero y triunfar r¨¢pidamente, no le importa el desprestigio de la instituci¨®n que dirige si con ello obtiene un beneficio o satisface sus deseos.
La trayectoria seguida por el IVAM, y que le ha llevado a su estado actual, no es una excepci¨®n entre las instituciones del gobierno valenciano. Responde a un modelo repetido en varias ocasiones. Los intereses particulares que han perjudicado la gesti¨®n del Instituto hasta dejarlo irreconocible, son los mismos que hemos visto en otros organismos del Gobierno valenciano. No hay manual de buenas pr¨¢cticas que pueda remediar esa situaci¨®n. Mientras el Partido Popular no cambie su manera de gobernar es imposible que el IVAM tenga una direcci¨®n profesional. Un verdadero profesional exigir¨ªa una independencia que los gobernantes actuales no pueden permitirse, sin ir contra sus intereses. M¨¢s que gobernar, la aspiraci¨®n de nuestros pol¨ªticos es mandar. Todav¨ªa no han alcanzado ese punto de madurez democr¨¢tica que se da en otras naciones.
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