May¨²sculo

Afirmaba el de Seattle en los d¨ªas previos a su visita, con cierta suficiencia, que su guitarra y su voz son las ¨²nicas dos armas que necesita sobre el escenario. Podr¨ªa entenderse el ¨®rdago como una forma gr¨¢fica de hacer de la necesidad virtud (tercera actuaci¨®n en nuestra ciudad en los ¨²ltimos cuatro a?os, las tres sin banda: tambi¨¦n se disculp¨® por ello anoche en La Rambleta) pero lo cierto es que no hay m¨¢s remedio que dar la raz¨®n a un compositor que, pese a una austeridad fundamentalmente motivada por motivos presupuestarios, es capaz de extraer tan inagotable gama de matices exprimiendo los recursos propios de una autor¨ªa sobrada de raza y delicadeza.

As¨ª las cosas, el formato no difer¨ªa del de sus ¨²ltimas actuaciones por aqu¨ª, pero la solemnidad del entorno y su propio estado de gracia obraron ese efecto multiplicador (o esa magia que prende, dir¨¢n algunos, no sin raz¨®n) por el que su actuaci¨®n remont¨® cotas de belleza afilad¨ªsima, casi hiriente. Apenas cinco minutos le bastaron para conjurar casi todo el abanico de espectros de su voz. Desde el arrullo, el aullido, el falsete o la flexi¨®n quebradiza de esas estrofas que se prestan a la fragilidad emocional: todos y cada uno de los registros de su vers¨¢til garganta resultan a¨²n m¨¢s desarmantes en directo, probando que puede transitar de la calidez de la costa oeste a la gelidez del deshuesado folk norte?o en solo unos segundos, sin necesidad de mayor instrumental.

Como correspond¨ªa a un ¨¢lbum de tono conceptual como es el reciente Brothers and Sisters Of The Eternal Sun, la primera mitad de su bolo vers¨® exclusivamente alrededor de ¨¦l, ara?ando el logro de que pr¨¢cticamente nadie echase de menos la pante¨ªsta exuberancia formal que su partenaire Richard Swift otorg¨® a sus surcos. Y la recta final fue un portentoso tour de force (sin frenos: no es amante de los soliloquios, aunque a ¨²ltima hora destapase su sentido del humor contando la poco glamurosa experiencia de llevar semanas en la carretera) por pasajes m¨¢s antiguos de su temario, que resplandec¨ªa-ya sin coartadas ficcionales-en todo su crudo magnetismo. Desde Museum of Flight hasta Cloudy Shoes, pasando incluso por alguna recuperaci¨®n del Caught In The Trees de hace seis a?os (Everything Trying). Argumentos expuestos con todo el hondo y descarnado aliento emotivo de alguien que une a su conocimiento del medio las dosis justas de inspiraci¨®n y audacia como para haberse ganado a pulso un lugar entre los grandes.

Su lecci¨®n magistral hab¨ªa tenido pr¨®logo en la actuaci¨®n de la jovenc¨ªsima Courtney Marie Andrews (tambi¨¦n vecina de Seattle), quien se mueve con tiento, lejos de lecturas oblicuas (m¨¢s cerca de Joni Mitchell que de Marissa Nadler, vaya), pero al menos esboz¨®-a falta de aristas marcadas-un par de cosas que son exigibles si se quiere abordar el g¨¦nero con red, sin riesgo de palidecer hasta el blanco roto ante la magnitud de lo que ven¨ªa despu¨¦s: sentido y sensibilidad.