Los resistentes
Sin valor no se puede plantar cara a una amenaza, ni aguantar en la adversidad, ni ser leal en la batalla
Ya s¨¦ que el valor no es una cualidad que actualmente est¨¦ muy en boga, Pero me gustan los valientes. Al fin y al cabo me cri¨¦ en el western. Tipos duros, de pocas palabras, que jugaban al p¨®quer, beb¨ªan cualquier cosa con tal de que no fuera dulce y llegado el caso, sab¨ªan echarle agallas a situaciones peliagudas.
Luego la vida se encarg¨® de ense?arme que aquellos hombres rudos, de escasos modales, no eran en realidad tan individualistas como parec¨ªan, a veces cre¨ªan en el honor personal y en cierto tipo de justicia m¨¢s o menos po¨¦tica. Puede que a ustedes les parezca poca cosa, pero a m¨ª me vale.
Cierto que el ser humano posee otras virtudes m¨¢s nobles. Pero sin valent¨ªa estar¨ªamos todos a los pies de los caballos. Sin valor no se puede plantar cara a una amenaza, ni aguantar en la adversidad, ni ser leal en la batalla.
Estos d¨ªas se ha hablado mucho de Adolfo Su¨¢rez, recordando su coraje durante el golpe de estado del 23-F. Un pa¨ªs en el que una banda de guardias civiles entra al asalto en el Congreso, no se diferencia gran cosa de un poblado del Oeste. Aquel western marc¨® un momento fundacional para toda una generaci¨®n. Pero su trascendencia hist¨®rica no est¨¢ tanto en la condici¨®n de alegor¨ªa de una ¨¦poca, como en el hero¨ªsmo de sus protagonistas: un general flaco que aguant¨® en pie la zancadilla de un subordinado, un presidente solitario y traicionado por todos que no se permiti¨® siquiera el reflejo de ponerse a cubierto cuando las balas le silbaban por detr¨¢s de las orejas y un viejo pol¨ªtico demasiado curtido para agacharse.
En d¨ªas como estos en que la pol¨ªtica ha bajado al nivel de las alcantarillas, parece que se echa de menos alg¨²n gesto de valor, como si hubieran borrado del mapa a los ¨²ltimos h¨¦roes. Pero no. Todav¨ªa quedan algunos valientes por aqu¨ª.
Gente capaz de batirse a solas, arriesgando su trabajo o el pellejo por mantener su dignidad personal. Como por ejemplo ese primer bombero que se jug¨® el empleo neg¨¢ndose a participar en un desahucio porque consideraba que su profesi¨®n consist¨ªa en salvar vidas, no en hacerle el trabajo sucio a los bancos. Como algunos periodistas de Canal 9 que antes del cierre fueron enviados a galeras por denunciar la manipulaci¨®n informativa y el trato vejatorio de sus jefes. Como el chaval de 13 a?os que se encar¨® en solitario, igual que Gary Cooper, con una banda de matones escolares que estaban pateando al salir del colegio a un alumno reci¨¦n llegado de Ecuador. En situaciones as¨ª, el Far West no es una mala escuela. Son h¨¦roes tambi¨¦n los m¨¦dicos que se arriesgan y se saltan la ley a la torera para seguir atendiendo a los sin papeles incluso fuera de su horario laboral. O la abuela que ha pasado este invierno pr¨¢cticamente a oscuras, ahorrando en la luz con su escu¨¢lida pensi¨®n para que sus nietos no se quedaran sin libros de texto. O una amiga m¨ªa que aguanta mecha en un hospital de Valencia, sin que la enfermedad, ni la crisis, ni un ERE, consigan romperla por dentro.
Aunque nadie conozca sus nombres, ellos son los ¨²ltimos h¨¦roes. No hay Fort Apache que se rinda mientras quede uno solo de estos resistentes an¨®nimos librando en silencio un combate desesperado en medio de la miseria moral de alrededor, como soldados perdidos en territorio enemigo. Dispuestos a dar la batalla. Y a ganarla.
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