La ciudad que no controlamos
Detr¨¢s de la conversi¨®n de Barcelona en la ¡®ciudad de las compras¡¯ est¨¢ la especulaci¨®n y la despersonalizaci¨®n del centro
No pasa nada porque las tiendas de Barcelona abran unos cuantos domingos m¨¢s y los congresistas puedan disponer de su tarjeta de cr¨¦dito antes de volver a casa. No pasa nada tampoco porque las bicicletas p¨²blicas circulen con un anuncio de telefon¨ªa estampado en el lomo si eso le sirve al Ayuntamiento para ahorrarse unos dineros. O porque las estaciones de metro del centro oculten su nombre bajo una marca comercial. Son cosas que ni rozan la vida cotidiana de los ciudadanos. Es m¨¢s, estoy segura de que la mayor¨ªa ni lo notar¨¢n. Pero alerta: las ciudades son organismos vivos que, como el cuerpo mortal, evolucionan y envejecen, y lo que hoy es un detalle ma?ana se convierte en una tendencia. ?Hacia d¨®nde camina esta Barcelona de negocios non-stop y publicidad en todos los rincones?
Avanza hacia una ciudad-mercado, muy a la americana, muy cool. La ¡°ciudad de las personas¡± acabar¨¢ convertida en la ¡°ciudad de las compras¡±, y tampoco pasa nada, Barcelona siempre ha sido un emporio comercial, est¨¢ en su gen¨¦tica urbana. Pero detr¨¢s de este inmenso mercado, est¨¢ la especulaci¨®n galopante con los locales, la proliferaci¨®n de un comercio estereotipado de franquicias y marcas c¨¦lebres, la despersonalizaci¨®n del centro. La depredaci¨®n empieza cuando el comercio que va a la caza del turista con visa empieza a salir de su cauce para inundar territorio vecino, cada vez m¨¢s territorio, hasta que los propios barceloneses dejan de reconocerse en el paisaje. La Rambla, sin ir m¨¢s lejos: un proceso de p¨¦rdida sin paliativos.
No hace falta dibujar el apocalipsis para entender que se est¨¢ transformando el centro de Barcelona. Nos puede llegar a ocurrir una cosa tremenda: entregar el centro al mercado y concentrar la ¡°ciudad de las personas¡± en los barrios, todo cubierto con el paraguas de la smart city que tanto gusta al concejal Vives. Ser¨ªa tanto como decir que entendemos la prosperidad como el sacrificio ritual de la Barcelona m¨¢s apetecible. Como una fractura definitiva de la cohesi¨®n, no de las personas ¡ªeso ya lo propicia la crisis¡ª sino de la textura urbana. El centro y los barrios sin dirigirse la palabra, situados en conceptos incompatibles de ciudad.
La smart city es un modelo de gesti¨®n eficiente, basado en las nuevas tecnolog¨ªas, en el que Barcelona est¨¢ consiguiendo ¨¦xitos importantes. Regular la luz, el gasto de agua, el ritmo de los sem¨¢foros, lo que sea, es muy inteligente. Pero la smart city de Antoni Vives comprende una estructura de barrios productivos, verdes, despaciosos, tranquilos, felices: es un modelo fant¨¢stico, seductor. Me recuerda los barrios viv¨ªsimos y civilizados de Berl¨ªn, una ciudad a tener muy en cuenta. Pero este modelo, ?incluye el centro? ?O el centro es el mercado? Y, perd¨®n por la impertinencia, ?incluye la realidad? Les voy a contar una an¨¦cdota. Parte de esa productividad de barrio se basar¨ªa, en el mejor de los casos, en la producci¨®n mediante impresoras 3D. No me obliguen a explicarlo mejor, porque a mi me sigue pareciendo m¨¢gico que un ordenador realice un objeto desde el dise?o a la aparici¨®n f¨ªsica del mismo. Ahora mismo hay un caf¨¦ en el Eixample que lo practica.
El Ayuntamiento est¨¢ convencido de que eso es el futuro, de manera que ha previsto, para empezar, dos talleres: dos fab lab, como se llaman. Y fiel a su idea de ciudad igualitaria, puso uno en Les Corts y otro en Ciudad Meridiana, polos sociales opuestos. El de mi barrio no s¨¦ si funciona porque est¨¢ siempre cerrado a cal y canto, con una puerta blindada, que seguramente responde al coste de la maquinaria que acoge, pero es l¨¢stima porque estos laboratorios est¨¢n destinados a crear peque?as comunidades de usuarios, con su creatividad y sus ganas de compartir, y deber¨ªan ser transparentes y abiertos. ?A ver si la smart city va a ser con cita previa! Pero m¨¢s divertido es el caso de Ciudad Meridiana: los vecinos desconf¨ªan de esta extrema novedad tecnol¨®gica y dicen que puestos a hacer un taller, que mejor para lampistas o cocineros.
Sin darse por vencidos, los vecinos ocuparon el espacio del laboratorio con un banco improvisado de alimentos, que hubo que cambiar de sitio, no sin antes pasar por un conflicto grave y feo, muy publicitado. Ahora el equipamiento solidario est¨¢ bien ubicado y el fab lab sigue su marcha, creo que se inaugura el mes que viene. Pero se demuestra que no siempre las buenas intenciones funcionan, que a veces los vecinos quieren aquello que entienden que les beneficia. Los barrios son la gente, pero el centro tambi¨¦n. ?Queremos ese escaparate continuado de lujo, camisetas y tapas? ?O hay una ciudad que los ciudadanos no controlamos, igual que a Ciudad Meridiana les lleg¨® un fab lab que no hab¨ªan pedido? Para m¨ª, una determinada marca siempre ser¨¢ la que hizo cerrar, poniendo los millones sobre la mesa, a la librer¨ªa Canuda. Mercado contra ciudad. Voluntad deso¨ªda.
Patricia Gabancho es escritora.
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