Enrico Berlinguer
Uno no puede cambiar las reglas a su antojo: debe, por el contrario, disciplinarse, contenerse.
Hace m¨¢s de un siglo, el soci¨®logo alem¨¢n Max Weber diferenci¨® la ¨¦tica del cient¨ªfico de la del pol¨ªtico. Es archiconocida esta distinci¨®n, pero me permitir¨¢n sintetizarla para todos los p¨²blicos.
Al cient¨ªfico se le pide que se deje guiar por los principios. Uno no puede cambiar las reglas a su antojo: debe, por el contrario, disciplinarse, someterse, contenerse. Hay un objeto de conocimiento, una meta a la que no podemos renunciar; hay unas reglas comunes a las que hay que atenerse; hay unos procedimientos a seguir, t¨¦cnicas comprobadas, verificadas; hay unas pruebas a realizar, pruebas que permiten corroborar o descartar la hip¨®tesis inicial.
?Un panorama rutinario? Quiz¨¢. Tal vez, todo ello no haga del cient¨ªfico un genio, sino una figura met¨®dica. Pero necesitamos eso: gente que se ci?a a las reglas que son convicciones profundas y compartidas. Uno no puede renunciar de manera arbitraria o por conveniencia a lo que halla, le confirme o no. A esa manera de proceder, entre rigurosa y exigente, Weber la llam¨® ¨¦tica de la convicci¨®n. Es la de quien se atiene a los principios.
?Se le pide al pol¨ªtico que act¨²e de la misma forma? Por supuesto que no. Weber describi¨® cu¨¢l era la tipo ideal de pol¨ªtico: aquel que se ci?e a la ¨¦tica de la responsabilidad. Tiene unos principios gen¨¦ricos, s¨ª. Esos valores le mueven e incluso le gu¨ªan en el d¨ªa a d¨ªa. Tiene unas convicciones por las que cree digno batirse, pero no hace de ese ideal una condici¨®n inapelable o innegociable. ?Quiere decir eso que el pol¨ªtico pensado por Weber es un chaquetero, un pancista, alguien dispuesto a sacrificar cualquier principio?
Por supuesto que no. Es, por el contrario, un tipo responsable: tiene como fin ¨²ltimo unos principios que cree moralmente dignos, unos principios que cree buenos, pero es capaz de demorar su consecuci¨®n. Es capaz de transigir en lo accidental y en lo negociable; es capaz de llegar a pactos para no agravar el estado del mundo. En cambio, el pol¨ªtico que dice guiarse por la convicci¨®n y s¨®lo por la convicci¨®n es un tipo peligroso. No teme la ruina ni la destrucci¨®n pues se sabe guiado por un ideal que ¨¦l juzga irreprochablemente moral y valioso y bueno.
Hay hoy en Espa?a varios conflictos de principios, de doctrinas enfrentadas. Si nos dejamos llevar exclusivamente por la ¨¦tica de la convicci¨®n, el fracaso ser¨¢ colectivo y la culpa igualmente compartida. Lo que un grueso de ciudadanos pedimos son pol¨ªticos responsables que no empeoren el estado de cosas, que tengan el arrojo suficiente para sentarse a negociar, para evitar ciertas consecuencias.
Enrico Berlinguer, el que fuera secretario general del Partito Comunista d¡¯Italia, dijo en cierta ocasi¨®n que la cualidad preferible en un pol¨ªtico no era tener buen cerebro (que tambi¨¦n), sino disponer de un buen ¡°culo di ferro¡±. ?l, que ten¨ªa fuertes convicciones, valoraba m¨¢s al contrincante dispuesto a emplear horas y horas para negociar, para llegar a consensos con soluciones parciales y operativas. Cuando pienso en la clase pol¨ªtica que hoy nos representa, echo en falta la tenacidad, la elegancia y la resistencia del comunista Enrico Berlinguer. Eso s¨ª que eran principios, eso s¨ª que era ambici¨®n.
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