El bot¨ªn de la corrupci¨®n
Es llamativo que nunca se haya realizado una estimaci¨®n econ¨®mica de los recursos que esta Comunidad ha perdido o est¨¢ en trance de perder debido al saqueo padecido
Novedosa y plausible a nuestro entender ha sido la resoluci¨®n del juez Juan Climent mediante la que dispone que se deposite en un contenedor de ropa, de los instalados con fines sociales, todo el ropero recibido por quien fuera jefe del gabinete de la Agencia Valenciana de Turismo que, como se recordar¨¢, fue condenado en el marco del caso G¨¹rtel por el mismo delito del que, parad¨®jicamente, fue absuelto el exmolt honorable Francisco Camps. Pero no es ¨¦ste el asunto judicial que ahora nos ocupa, sino la referida puesta a disposici¨®n de los ciudadanos que lo necesiten de lo que en su d¨ªa y en forma de prendas de vestir fueron d¨¢divas o parte del bot¨ªn obtenido por el aludido pol¨ªtico.
Este episodio, en tanto que ins¨®lito y acaecido en esta Comunidad, fue calificado de ¡°estrafalario¡± en un medio televisivo estatal que lo homologaba con las no pocas extravagancias en las que ha abundado por estos pagos el universo auton¨®mico de la corrupci¨®n. A nuestro juicio, sin embargo, significa un precedente de lo que deber¨ªa ser el desenlace de los desmanes padecidos. Y ese desenlace no es otro que, adem¨¢s de la pena que conlleve el delito, la recuperaci¨®n de los dineros o patrimonio de titularidad p¨²blica para quienes son sus leg¨ªtimos due?os: los ciudadanos. A este respecto resulta escandalosa la cantidad de presuntos ¡ªes un decir¡ª corruptos, las causas abiertas y los miles de folios escritos a lo largo de inacabables diligencias que, en conjunto, contrastan con los p¨ªrricos resultados conseguidos.
Al filo de lo que decimos nos parece llamativo que nunca se haya realizado una estimaci¨®n econ¨®mica de los recursos que esta Comunidad ha perdido o est¨¢ en trance de perder debido al saqueo padecido. Comprendemos la dificultad de tal cometido, pero ser¨ªa tan ilustrativo como aleccionador divulgar la millonada que aproximadamente nos han costado o costar¨¢n los patibularios de Emarsa, los esnobs de N¨®os, los z¨¢nganos del caso Cooperaci¨®n, las sanguijuelas de la banca y cajas de ahorros perdidas, las facturas falsas de Terra M¨ªtica, la epidemia municipal del urbanismo, las prevaricadoras adjudicaciones de basuras de La Vega Baja, los innumerables enriquecimientos s¨²bitos al calor de los amiguismos pol¨ªticos, RTVV e incluso los regalos que han abonado las complacencias de algunos gobernantes. Y etc¨¦tera, pues la n¨®mina no acaba ah¨ª.
Nos han esquilmado y es dudosa la reparaci¨®n del da?o material infringido, por no aludir al descr¨¦dito irrogado a la imagen comunitaria. Aqu¨ª los delitos de cuello blanco gozan de fuero especial. Este pa¨ªs sigue siendo un para¨ªso fiscal para los opulentos y un para¨ªso legal para los pol¨ªticos desvergonzados. Unos y otros est¨¢n acorazados por privilegios anacr¨®nicos que ni siquiera fueron limitados por los gobiernos socialistas. Se comprende que el fen¨®meno de la corrupci¨®n nunca haya sido abordado por unos y otros con rigor y voluntad pol¨ªtica de acotarlo en la medida que nos homologue con las sociedades m¨¢s democr¨¢ticas de nuestro entorno. Es una tarea que habr¨¢ que acometer cuanto antes como una primera transici¨®n hacia la honradez.
As¨ª pues, por contraste con lo que acabamos de exponer, la resoluci¨®n del juez es excepcional cuando, de un nutrido censo de imputados y procesados, solo uno est¨¢ preventivamente en el trullo y otro ha de restituir del modo descrito la indumentaria infamante. El bot¨ªn de la corrupci¨®n sigue a salvo.
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