El saco de dormir del explorador
El Polar Museum de Cambridge es la apoteosis del fetichismo helado
Llevado por la emoci¨®n, ca¨ª de rodillas ante el saco de dormir del viejo explorador polar desaparecido hace un siglo entre los hielos. ?El saco de dormir de Oates! Oh God! Apoy¨¦ las manos en el cristal que me separaba de la reliquia y apret¨¦ la cara contra la fr¨ªa superficie transparente tratando de ver mejor; pero la empa?¨¦. De esa manera me encontraron un buen rato despu¨¦s los ¨²nicos visitantes aquella ma?ana en el Polar Museum de Cambridge, una pareja mayor que muy brit¨¢nicamente hicieron como si no me hubieran visto, aunque apresuraron el paso. ?El saco de dormir de Oates!
El capit¨¢n de caballer¨ªa Lawrence Titus Oates (Londres, 1880-Alg¨²n fr¨ªo lugar de la Ant¨¢rtida, 1912), miembro de la fracasada y ag¨®nica partida de ataque de Scott al Polo Sur y algo cojo desde que recibi¨® una bala b¨®er en la soleada Sud¨¢frica, hab¨ªa pasado sus pen¨²ltimos momentos en ese saco que ten¨ªa ante mis ojos. Lo hizo antes de salir trabajosamente de ¨¦l, incorporarse y abandonar el fr¨¢gil refugio de la tienda batida por el viento ant¨¢rtico para adentrarse heroicamente en la intemperie, la ventisca, el hielo, la desolaci¨®n y la muerte; momento se?ero, forjador de destinos heroicos (o frustraciones) reproducido de manera impresionante en el famoso cuadro de J. C. Dollman A very gallant gentleman que cuelga ¡ªy yo lo he visto con estos ojos¡ª en el Cavalry Club de Mayfair.
Fue entonces, al dejar el saco ¡ª?este saco!¡ª y dirigirse a la salida de la tienda cuando, como si tal cosa, pronunci¨® Oates la frase que le har¨ªa inmortal, la sublime frase quintaesencia de la valent¨ªa, el coraje, la gallard¨ªa del gentleman brit¨¢nico (si es que eso no es redundante): ¡°I am just going outside and may be sometime¡±, ¡°salgo afuera y puede que est¨¦ un rato¡±. Gesto torero. A -40?, con la que estaba cayendo, se intern¨® en la noche polar, y nunca m¨¢s se le volvi¨® a ver. Lo hizo ¡ªe imagino el adem¨¢n de restarle importancia al acto (¡°bah, esto lo hago yo cada d¨ªa¡±: es lo que tiene haber estudiado en Eton)¡ª para ofrecerles una oportunidad a sus ajados compa?eros del via crucis de retorno de la fracasada marcha de conquista del gran Sur (los noruegos de Amundsen hab¨ªan llegado antes: los brit¨¢nicos eran segundos en una carrera en la que ser segundo era no ser nada ¡ª¡±It is a terrible disappointment¡±, escribi¨® Scott en su diario¡ª).
Oates vivi¨® un tormento de quebranto y congelaciones, gangrena y escorbuto, en esa infernal marcha de regreso, mal planificada y realizada, y decidi¨® quitarse de en medio a fin de no retrasar a sus camaradas y brindarles una oportunidad de salvarse (al menos esa es la versi¨®n can¨®nica: en realidad, como siempre en la vida, las cosas seguramente fueron menos gloriosas y m¨¢s cutres: parece que Scott hizo un cierto pressing sobre los m¨¢s debilitados, Evans, que muri¨® derrengado antes, y Oates, para que abreviaran).
El neceser de Scott
?Dijo Oates la Frase? Pues para ser sinceros no lo sabemos con certeza. No est¨¢bamos all¨ª (a Dios gracias), y ninguno de los que s¨ª estaban sobrevivi¨®. El episodio ha llegado contado por el moribundo Scott en su diario (rescatado junto a su cad¨¢ver congelado). Y el capit¨¢n Scott, es sabido, tendi¨® a convertir todo aquel desgraciado y g¨¦lido asunto en una narraci¨®n ¨¦pica, como una manera de justificar su derrota y el fracaso ¡ªcuasicriminal, seg¨²n sus detractores¡ª de su liderazgo. Anyway, el sacrificio de Oates aquel 16 de marzo result¨® in¨²til (Scott, Bowers y Wilson murieron unos d¨ªas despu¨¦s, hacia el 29, en el campamento final, a 32 kil¨®metros de donde se fue Oates), lo que lo hace a¨²n m¨¢s conmovedor, si te conmueven esas cosas, claro.
En honor y recuerdo de Oates y para estimularme con su capacidad de sacrificio (en lo posible) yo llevo siempre en el maletero del coche un saco de dormir. Adem¨¢s nunca se sabe, igual encuentras a alguien con quien compartirlo.
Sab¨ªa que la visita al Polar Museum del Scott Polar Research Institute (en cuyo frontispicio reza ¡°Quaesivit arcana poli videt dei¡±, ¡°buscaba los secretos del polo pero encontr¨® la cara escondida de Dios¡±) y en cuyo jard¨ªn se alza la incongruente, para un centro polar, estatua de un t¨ªo en pelotas, iba a ser una experiencia inenarrable. Pero la realidad super¨® mis expectativas. Pas¨¦ ante un anorak esquimal hecho de intestinos de morsa, para precipitarme sobre las vitrinas dedicadas a las expediciones polares y sus sinsabores. Los entorchados de sir James Clark Ross, el estandarte del HMS Erebus, el term¨®metro de Franklin... Admir¨¦ toda esa parafernalia hasta llegar a la secci¨®n consagrada a Scott, la apoteosis del fetichismo polar: sus gafas, su hornillo Primus, su neceser, la bolsa en que guardaba su diario (y para coger la cual fue necesario fracturarle el brazo congelado), una galleta renegrida...
¡°Salgo afuera y puede
Unos tiradores permiten extraer unas cajas acristaladas con las ¨²ltimas cartas de Scott y los suyos, escritas buena parte en los ¨²ltimos d¨ªas, cuando sab¨ªan que estaban condenados. Observar los originales de esas famosas misivas postreras resulta impresionante. La de Wilson a la madre de Oates ¡ª¡°su hijo tuvo una muy noble muerte¡±¡ª, la de Scott a la mujer de Wilson ¡ª¡°al final no est¨¢ sufriendo mucho, afortunadamente, solo peque?as incomodidades¡± (!)¡ª, la c¨¦lebre del mismo Scott a su propia esposa, encabezada ¡°A mi viuda¡± ¡ª¡±no he sido un muy buen marido pero tengo la esperanza de que ser¨¦ un buen recuerdo¡±¡ª. Le¨ªa todo eso, mientras una mano helada me estrujaba el coraz¨®n.
Y entonces vi el saco de dormir de Oates.
Lo encontr¨® la partida de rescate encabezada por Cherry-Garrard en noviembre de 1912, tras hallar la tienda con Scott, Wilson y Bowers. Retrocedieron hacia el sur a ver si daban con el cuerpo de Oates, pero solo hallaron el saco, dejado por el grupo en el camino antes de seguir hacia su siguiente cita con la muerte. Dentro del saco estaban las botas y los calcetines de Oates; lo que indica que sali¨® de la tienda descalzo. Es de piel. Impresiona la gran abertura: la hizo Oates con el cuchillo para poder entrar y salir porque las congelaciones le entorpec¨ªan.
Vivi¨® un tormento de
Parte de m¨ª se ha quedado dentro de ese viejo saco. Envoltorio vac¨ªo del supremo coraje, vaina del h¨¦roe, cris¨¢lida incubada en el fr¨ªo hielo de esa extra?a criatura en la que nunca nos convertiremos los comunes mortales.
Lawrence Oates, miembro de la partida de Scott, poco antes de marchar hacia el Polo Sur. / h. ponting
Vivi¨® un tormento de quebranto y congelaciones, gangrena, escorbuto
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