Una renunciable prolongaci¨®n
El Cabanyal puede ser perfectamente recuperado, rehabilitado y vuelto a poner en uso
Mientras nadie demuestre otra cosa, la l¨ªnea recta seguir¨¢ siendo la distancia m¨¢s corta entre dos puntos. Todos llevamos de origen este intuitivo principio. Ser¨¢ por eso que algunos intentan enriquecerse yendo directos al grano arrasando con lo que se ponga por delante como Othar, el caballo de Atila.
Sin embargo, la evidencia de lo euclidiano no siempre es lo m¨¢s conveniente. La trayectoria de los aviones no suele ser recta. La de trenes o carreteras tampoco. Generalmente suelen haber obst¨¢culos que, de una forma u otra, lo impiden. Por ejemplo, si un grupo de amigos se interpone en nuestro camino no es de buena educaci¨®n cruzar por el medio, aun sabiendo que ser¨ªa lo m¨¢s r¨¢pido. Lo propio en estos casos es dar un ligero rodeo. De lo contrario se interrumpe la cohesi¨®n, la conversaci¨®n y la concordia. Una cosa es la geometr¨ªa y otra las buenas maneras.
Lo que intento decir, por si alguien no lo entiende, es que existen muchas situaciones en las que no es correcto romper la armon¨ªa ni la trama. Sin ser necesario, adem¨¢s no est¨¢ bien visto. En algunas ocasiones se trata de un tejido urbano socialmente constituido y asentado desde hace muchos a?os. Atravesarlo rompi¨¦ndolo supondr¨ªa el desgarro, la desconexi¨®n, la escisi¨®n y, previsiblemente, su desaparici¨®n.
Los poblados mar¨ªtimos de El Cabanyal exist¨ªan como n¨²cleo independiente hasta ser absorbidos por la ciudad de Valencia. Con una singular estructura urbana, se desarrollan en paralelo a la l¨ªnea de playa de la Malva-rosa seg¨²n una malla ortogonal rectangular. En 1865 el arquitecto Manuel Sorn¨ª tuvo la idea de hacer un intento de ensanche de la ciudad en forma lineal desde el parque de Viveros hasta esa poblaci¨®n, entonces llamada Poble Nou de la Mar.
A partir de ah¨ª se sucedieron diversas propuestas y proyectos de paseo para enlazar ambos enclaves. Hasta aqu¨ª nada que objetar. No obstante, fueron los proyectos especulativos posteriores los que transformaron aquella idea inicial en una ilimitada avenida que llegase hasta el mar. Y claro, ese barrio lo imped¨ªa.
La situaci¨®n es de sobras conocida. Se crearon expectativas de negocio y con ellas el temible c¨ªrculo vicioso: las edificaciones comenzaron a descuidarse al pesar sobre ellas el amenazador plan destructivo, ello llev¨® al abandono, y la degradaci¨®n del barrio condujo a la nula inversi¨®n en rehabilitaci¨®n y recuperaci¨®n del tejido infectado, lo que dio pie, a su vez, a que la prolongaci¨®n se presentase como ¨²nica opci¨®n para sanear. La conclusi¨®n es un punto muerto deplorable.
Pero las tesis urban¨ªsticas de prolongar a toda costa no solo est¨¢n ya en desuso sino que no se corresponden con aquellos planteamientos decimon¨®nicos que, sin ser maleducados ni pretender cruzar el grupo groseramente, solamente quer¨ªan aproximarse y llegar a ¨¦l por la v¨ªa m¨¢s corta. El problema planteado, en realidad, era y sigue siendo ficticio. Al mar se llega desde hace ya mucho tiempo por dos v¨ªas paralelas conectadas entre s¨ª y con el paseo a muy poca distancia.
En su ofuscado empe?o, la alcaldesa de Valencia sostiene que la prolongaci¨®n es irrenunciable. Una manifestaci¨®n que, visto lo visto, solo se puede entender desde la especulaci¨®n y la intenci¨®n de complacer a todos aquellos que conf¨ªan sus negocios futuros en el expolio de una parte del patrimonio arquitect¨®nico de la ciudad sin pararse a pensar ni por un instante que es posible la renuncia. Qu¨¦ distinto ser¨ªa todo si los agentes implicados vieran el asunto con otros ojos y se dedicaran con el mismo af¨¢n a querer arreglar las cosas no con expolios sino con buena voluntad e inversiones eficaces. El Cabanyal puede ser perfectamente recuperado, rehabilitado y vuelto a poner en uso.
En Roma, a ra¨ªz de la destrucci¨®n de muchos de sus monumentos, se hizo famosa la expresi¨®n ¡°Quod non fecerunt barbari, fecerunt Barberini¡± por la dedicaci¨®n de esta familia a saquear las obras de la antig¨¹edad para satisfacer sus objetivos. A¨²n estamos a tiempo de que en Valencia no se tenga que escuchar nunca ¡°lo que no hicieron los b¨¢rbaros lo hizo Barber¨¢¡±.
Si Euclides viera todo lo que aqu¨ª pasa, es muy probable que fuera comprensivo y admitiese la excepci¨®n a su regla. Porque quien es inteligente, racional y razonable suele caracterizarse por mostrarse abierto a otras opciones m¨¢s all¨¢ de las puramente irracionales.
Vicente Blasco Garc¨ªa es arquitecto y profesor de Construcci¨®n de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Polit¨¦cnica de Valencia
?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.