Retorno al pasado
La vuelta al realismo m¨¢s estricto se conjuga de mala manera con la regresi¨®n m¨¢s infecunda
Adem¨¢s del auge de los realquilados (cuando pueden costearse una habitaci¨®n aunque sea en esas condiciones), de la proliferaci¨®n de mendigos en las calles, de esa inevitable econom¨ªa sumergida que lleva a un excelente fontanero en paro de larga duraci¨®n a realizar chapuzas dom¨¦sticas abonadas en un magro dinero negro, de una prostituci¨®n femenina galopante porque es para muchas mujeres el ¨²nico medio decente de llevar alg¨²n dinero a casa, si la tiene; adem¨¢s de toda esa ordal¨ªa de miserias miserables que el Gobierno no quiere resolver y los banqueros no desean atenuar, asistimos como a un revival de la desesperaci¨®n en el que abundan las alusiones a un pasado cuyo desarrollo siempre era de mayor entusiasmo que el resultado finalmente obtenido, como el facultativo geri¨¢trico que a?os despu¨¦s lamenta no haber dedicado sus afanes m¨¦dicos a la pediatr¨ªa antes de v¨¦rselas para siempre con una penosa legi¨®n de ancianos desahuciados.
Es lo que pasa con un mont¨®n de luchadores de los setenta, que cansados de tanta ducha no dudaron en unirse a una derecha pol¨ªtica (?qu¨¦ habr¨ªa sido de Zaplana sin Blasco?) en buena medida responsable cuando no inspiradora de tanta desolaci¨®n de ahora mismo. Entre otros muchos, conoc¨ª en aquel tiempo a uno de los gerifaltes en Valencia del FRAP, y le dije pero, hombre, cu¨¢nta faena de siglas, con un simple FR habr¨ªa bastado. Muy en sus cabales no estaba, porque intent¨® hacerme creer que la princesa Beatriz de Holanda se deslizaba en bici de noche por las calles provista de un espray con el que pintaba en sus muros un risue?o ?Viva el FRAP!, y porque poco despu¨¦s me invit¨® a una mani frapera que consist¨ªa en juntar a cien personas con sus pancartas debajo de un puente del Turia, filmar una panor¨¢mica en v¨ªdeo y hacerle llegar el documento a ?lvarez del Vayo en Par¨ªs para que se convenciera de que a Franco le quedaban dos afeitados. Adem¨¢s, el tipo hac¨ªa mucho gimnasio, como el que conf¨ªa en que todo habr¨ªa de concluir en un machote cuerpo a cuerpo con los fachas. Marx m¨ªo, la de cosas que hemos visto en muchos de nuestros libertadores vendidos, cuando habr¨ªan sido estupendos legionarios en tierras africanas.
Qui¨¦n sabe si todo este traj¨ªn no es ajeno a tanto disparate literario como se perpetra desde hace pocos a?os, donde la vuelta al realismo m¨¢s estricto se conjuga de mala manera con la regresi¨®n m¨¢s infecunda (la vida en la infancia del autor en su pueblecito, la nostalgia por las costumbres de guardar, el abuelo que permaneci¨® por siempre fiel al espejismo de la Rep¨²blica, la val¨ªa hist¨®rica de las por lo com¨²n veraniegas fiestas de la aldea, y otros alardes de nostalgia sin futuro que m¨¢s parecen una colecci¨®n de cromos que una narraci¨®n como la literatura manda. No es de extra?ar que toda esta regresi¨®n se acompa?e de una vindicaci¨®n de P¨¦rez Gald¨®s, tan ameno, tan ilustrado, tan confortable en la desdicha, tan aplicado. Es una moda a menudo tan lerda como asfixiante de la que solo cabe esperar que concluya cuanto antes. Antes de que el lector suplique misericordia.
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