Fachadas protegidas que ya no existen
Un repaso al cat¨¢logo de comercios con escaparates de valor hist¨®rico ofrece numerosos ejemplos de patrimonio perdido
Cuando se trata de combinar ideas como est¨¦tica, historia, urbanismo, patrimonio colectivo y propiedad privada, rentabilidad econ¨®mica y burocracia, por mucha buena voluntad que se quiera poner, se producen situaciones absurdas. Si alguien consulta el cat¨¢logo de elementos protegidos en las fachadas e interiores de comercios cl¨¢sicos de Madrid, ver¨¢ que aparecen locales de edificios derruidos hace a?os (como el de la calle del Amparo, 89); otros que, seg¨²n sus due?os (es el caso de los ultramarinos de la calle de Montele¨®n, 27, en la imagen superior), ya no exist¨ªan cuando se public¨® el primer listado en 1997 y, en general, muchos cuyo estado actual no tiene nada que ver con lo que, supuestamente, est¨¢ protegido por la normativa municipal.
Tomando algunas calles al azar y comparando las fotograf¨ªas del listado con la realidad, se encuentran r¨¢pidamente numerosos ejemplos. Revisado medio centenar de los cerca de los 1.500 elementos protegidos en comercios, una veintena presenta modificaciones evidentes. Hay historias de todo tipo, como las explicadas m¨¢s arriba o de algunos cambios aceptados por la Administraci¨®n, pero no actualizados en el listado (calle de las Fuentes, 9 o de Serrano, 62), y locales que cierran y en poco tiempo est¨¢n completamente deteriorados, irrecuperables. Pero, sobre todo, hay muchas obras que no le constan al organismo encargado de conceder las licencias (y luego de su seguimiento), la Agencia de Gesti¨®n de Apertura de Actividades Econ¨®micas (AGLA).
Esa es la respuesta m¨¢s repetida por el Ayuntamiento a las preguntas de este diario sobre los cambios localizados en piezas del cat¨¢logo. Teniendo en cuenta, adem¨¢s, que cualquier obra sobre ellas requiere el visto bueno de las comisiones local y regional de protecci¨®n del patrimonio, controlada a nivel local por el Ayuntamiento y a nivel regional por la Comunidad, con un integrante del Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM) con voz, pero sin voto.
La cuesti¨®n es que en el AGLA nos constan permisos para cambiar, por ejemplo, el bar del n¨²mero 51 de la calle de Princesa, de arquitectura de posguerra (hoy, una tienda de telefon¨ªa); ni en la librer¨ªa del n¨²mero 8 de la plaza de Santa Ana de finales del siglo XIX, principios del XX (hoy un restaurante); la pasteler¨ªa Bearnesa de influencia historicista de Fuencarral, 82 (otro restaurante); o la librer¨ªa Estanislao Rodr¨ªguez, de influencia racionalista de 1935, en San Bernardo, 27 (peluquer¨ªa).
El Ayuntamiento destaca que, entre el trabajo de campo para confeccionar el cat¨¢logo y su entrada en vigor, se pudieron conceder licencias en 1996 o principios de 1997 con las que se cambiaron, con todas las de la ley, elementos que luego se ampararon.
Este no es, desde luego, el caso de las Bodegas Alfaro, en el n¨²mero 84 de la calle del Amparo (en el barrio de Lavapi¨¦s), cuya fachada est¨¢ protegida, seg¨²n la ficha oficial, por tratarse de un frontal de influencia modernista en carpinter¨ªas de 1911. ¡°Pero eso debe ser de hace lo menos 18 o 20 a?os¡±, dice Jos¨¦ Luis Rico, due?o de las Bodegas Alfaro que hered¨® de su padre, al ver la imagen de su local colgada en el cat¨¢logo. Tras la barra del bar ¡ªcuyo interior, aunque no est¨¢ protegido, s¨ª conserva su apariencia cl¨¢sica¡ª, explica que hace cinco a?os un coche aparcado en la puerta se quem¨®, destrozando con las llamas la entrada. ¡°Yo quer¨ªa rehacerlo exactamente igual, pero en el Ayuntamiento no me dejaron, me obligaron a dejarlo como est¨¢ ahora¡±, con el granito y el cemento a la vista, asegura mientras extiende sobre el mostrador los papeles oficiales de aquellos d¨ªas.
Los arreglos los tramit¨® Rico a trav¨¦s de la Junta Municipal de Centro, contin¨²a. Y es un muy posible, explica Javier Gonz¨¢lez, experto en temas de patrimonio en el COAM, que la comisi¨®n de patrimonio prefiriese evitar una reproducci¨®n exacta, pues as¨ª lo decide muchas veces. En todo caso, en la agencia encargada hoy de todo esto (creada en 2010) no consta nada y en el cat¨¢logo, tampoco.
As¨ª, lo que sugiere este sondeo es, como poco, una enorme desactualizaci¨®n y descoordinaci¨®n entre las diferentes falanges municipales. Pero el arquitecto Vicente Pat¨®n, miembro adem¨¢s de la Asociaci¨®n Madrid Ciudadan¨ªa y Patrimonio, va m¨¢s all¨¢: ¡°El cat¨¢logo de tiendas es un desastre. Un propietario llega, cambia lo que hay, aunque est¨¦ protegido, y no pasa nada. Es una pena. Se est¨¢ malversando, por absoluta indiferencia, un patrimonio que est¨¢ muy conectado con el urbanismo de la ciudad¡±, a?ade.
Javier Gonz¨¢lez, despu¨¦s de repasar las im¨¢genes del antes y el despu¨¦s, introduce otro elemento al debate: ?qu¨¦ est¨¢ amparado y por qu¨¦? Desde el Ayuntamiento se ha sostenido m¨¢s de una vez que el cat¨¢logo, que se empez¨® a confeccionar en varias etapas en los a?os ochenta del siglo pasado y se plasm¨® en el Plan General de Ordenaci¨®n Urbana de 1997, se hizo de forma ¡°discrecional¡±, sin justificar bien el valor de cada inmueble. ¡°Hay cosas muy antiguas que no merece la pena proteger y a veces se pierden elementos contempor¨¢neos que s¨ª lo merecen¡±, dice Gonz¨¢lez. Cuando se trata de decisiones en la que aparece el criterio subjetivo, siempre hay margen para la discusi¨®n y el desacuerdo; tambi¨¦n dentro de las comisiones de patrimonio que han de dar el visto bueno para las reformas de estos elementos. Pat¨®n, por su parte, cree que ¡°hay fallos en el cat¨¢logo, pero no suelen ser tantos ni tan grandes¡±.
Y la cuesti¨®n, adem¨¢s, es que muchas veces la queja es por exceso y no por defecto, pues tanto el Consistorio como el COAM y, sobre todo, muchos comerciantes, hablan de falta de flexibilidad y de una normativa muy exigente (para quien elige la v¨ªa de la licencia, claro). La Asociaci¨®n de Comercios Centenarios de Madrid se ha quejado muchas veces de la falta de ayudas para un patrimonio com¨²n muy caro de cuidar y mantener. Y que, incluso, se puede llegar a convertir en una trampa para el comprador desavisado.
Un ejemplo se puede encontrar en el n¨²mero 16 de la Ribera de Curtidores, un local protegido en el cat¨¢logo con el nivel m¨¢s bajo por fuera, en la fachada, pero con nivel m¨¢s alto (el 1, integral) en su interior. Cuando Blas de la Fuente lo compr¨® en 1999, asegura que la fachada ya estaba como ahora (que no tiene nada que ver con la foto del cat¨¢logo) y en el interior no hab¨ªa pr¨¢cticamente nada. Desde entonces, han presentado cinco proyectos al Ayuntamiento (cada uno cuesta unos 5.000 euros, asegura) para reformarlo respetando el elemento protegido, pero se los han rechazado todos, as¨ª que nunca ha podido abrir. ¡°El problema es que ni siquiera saben lo que realmente hab¨ªa all¨ª, tienen referencias (un mostrador, unas maderas...), pero no lo saben¡±, se queja De la Fuente. En el Ayuntamiento simplemente constatan que no hay licencia y que las obras est¨¢n denunciadas. De la Fuente a?ade que han llegado plantearse donar el local.
Gonz¨¢lez, del COAM, considera que quiz¨¢ ser¨ªa mejor proteger menos, pero proteger mejor. Pero teme que con el inminente cambio de normativa se pueda pasar de un extremo a otro: la necesidad de licencia previa se transformar¨¢ en una declaraci¨®n responsable, esto es, quien hace la obra se compromete a acometerla bien y se revisa a posteriori. Aunque los elementos protegidos tendr¨¢n tratamiento aparte, el cambio se puede convertir en una ¡°pol¨ªtica de hechos consumados¡± que, seg¨²n Pat¨®n, seguir¨¢ reduciendo los elementos protegidos del patrimonio de locales comerciales hist¨®ricos. En la revisi¨®n hecha entre 2005 y 2007, ya se esfumaron varios centenares, asegura, y en la que se est¨¢ realizando en estos momentos se constatar¨¢ la desaparici¨®n de muchos m¨¢s, prev¨¦ el arquitecto.
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