Norfeu: espacio sagrado
Por patriotismo geol¨®gico, la gran ampliaci¨®n de elBulli de 3.000 metros cuadrados no puede aceptarse
El cabo Norfeu, ese portentoso accidente geol¨®gico que cierra el golfo de Roses por el norte en perfecta simetr¨ªa con L¡¯Estartit y las islas Medes, el cabo que lleva el nombre del dios griego de la m¨²sica, del dominio del mar y el ¨²nico capaz de escapar al canto de las sirenas, es un ¡°espacio sagrado¡±. As¨ª lo defini¨® el bi¨®logo marino Mikel Zabala en el acto elBulli Foundation, una altra mirada, celebrado el 9 de mayo en Figueres por la asociaci¨®n IAEDEN-Salvem l¡¯Empord¨¤, constatando la dificultad de describir un lugar excepcional. Este es el caso. Solo el nivel alcanzado por Josep Pla en su mejor prosa ¡ªla c¨¦lebre subida inici¨¢tica a la ermita de Sant Sebasti¨¤, el principio de una empresa que supondr¨ªa una vida buscando el adjetivo¡ª podr¨ªa hacerle justicia.
El paraje que Norfeu domina y ordena ¡ªdesde la cala Murtra, Montjoi y hasta J¨®ncols y luego la subida al Coll de Peni y el descenso hacia Cadaqu¨¦s¡ª configura el macizo sur del parque natural Cap de Creus-Norfeu, uno de los grandes espacios protegidos del litoral catal¨¢n. La suma de calas solitarias, vegetaci¨®n y belleza y grandiosidad del mar define un lugar donde el habitante del pa¨ªs y aquellos que nos visitan pueden encontrar algo que se ha perdido por desgracia en el resto: un paisaje preservado de una belleza insospechada. Por si queda alg¨²n esc¨¦ptico: recomiendo subir al punto m¨¢s alto de Norfeu en un d¨ªa de invierno y con tramontana, hasta lo que queda de la torre de vigilancia del siglo XVII, para contemplar desde all¨ª hasta les Medes, todo el Montgr¨ª, Sant Pere Pescador, el Canig¨® nevado al fondo, L¡¯Escala, Montjoi, el J¨®ncols y Pen¨ª hacia el norte.
Este paisaje de descripci¨®n literaria imposible es patrimonio de todos los catalanes, de la Catalu?a griega; la que deber¨ªa ser y no la que es, repleta de fealdad urban¨ªstica y destrozos irremediables. Si el mundo que Norfeu ordena existe todav¨ªa en el estado de preservaci¨®n en que se encuentra ¡ªmejorable sin duda con la eliminaci¨®n de algunas fealdades innecesarias y caducas como el camping en Montjoi, de concesi¨®n opaca en los a?os sesenta¡ª no es por casualidad. La historia es muy ilustrativa de lo que el pa¨ªs ha sido y es.
La carretera entre Roses y Cadaqu¨¦s, estrecha y sin asfaltar a partir de Montjoi e impracticable para veh¨ªculos a partir de Cala J¨®ncols, fue construida a pico y pala por presos nacionales durante la Guerra Civil por obvias razones militares. Terminada la guerra, se construyeron bater¨ªas en los acantilados de Punta Falconera y en algunos otros lugares y se delimitaron unos extensos terrenos militares en previsi¨®n de invasi¨®n por parte de la Armada brit¨¢nica. Esto suced¨ªa cuando el castillo de San Fernando de Figueres estaba lleno de presos del franquismo y los pueblos del Alt Empord¨¤ viv¨ªan en un estado de permanente alteraci¨®n por el miedo de las autoridades a las operaciones de los maquis en la frontera.
Esta situaci¨®n se prolong¨® hasta los a?os sesenta, cuando el temor al invasor fue sustituido por el inter¨¦s por las divisas que aportaba el turismo europeo. Fue en aquellos a?os cuando un grupo de grandes propietarios de terrenos, con los azules Miquel Mateu y Trino Fontcuberta a la cabeza, revivieron el milagro de los panes y los peces en las marismas de Castell¨® d¡¯Emp¨²ries y Roses. Convirtieron arrozales y terrenos que solo serv¨ªan para cazar patos en casitas y apartamentos, logrando incluso la proeza de levantar un inmueble espantoso frente al mar conocido como El 600, por el n¨²mero de apartamentos estilo lata de sardinas que consiguieron amontonar.
Si el espacio dominado por Norfeu sobrevivi¨® a la codicia que el turismo desat¨® en las fuerzas vivas locales fue porque exist¨ªan los terrenos militares. Esto es algo que puede comprobarse a¨²n hoy con facilidad observando d¨®nde se detiene la construcci¨®n abusiva y d¨®nde empieza un paisaje memorable. Una alambrada separ¨® n¨ªtidamente lo uno y lo otro. Aquella l¨ªnea de demarcaci¨®n, pensada, claro, para otros menesteres, se?ala el lugar donde se encuentra uno de los espacios protegidos que Catalu?a se ha permitido en un acto de estricto sentido de la realidad.
Por respeto a lo sagrado, por patriotismo geol¨®gico, la ampliaci¨®n en 3.000 metros cuadrados de las instalaciones de elBulli en esa ¨¢rea no puede aceptarse. Como tampoco puede aceptarse que en las circunstancias actuales esta operaci¨®n pretenda hacerse a trav¨¦s de una ley especial que quebranta cualquier idea de igualdad jur¨ªdica y de posibilidad de defensa ciudadana de un patrimonio com¨²n. Una acci¨®n as¨ª ser¨ªa la victoria de los cantos de sirena que no pudieron derrotar a Orfeo, la victoria sobre todas aquellas personas que todav¨ªa son capaces de apreciar el legado que el azar preserv¨®.
Josep Maria Fradera es doctor en Historia
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