Valencia melanc¨®lica
Si me preguntasen qu¨¦ es un valenciano dir¨ªa, casi por definici¨®n, un ser que cree haber nacido rico. Y que sigue sin dar con la entonaci¨®n apropiada para expresarse a s¨ª mismo
Al labrador valenciano lo retrata en general la tradici¨®n como a un personaje apacible y frutal que se encuentra en una relaci¨®n de abundancia id¨ªlica con la naturaleza. Normalmente adopta una pose de generosidad, una actitud de ofrecimiento. Y suele hacer su aparici¨®n en la escena ya ataviado para el asueto, una vez que ha terminado de trabajar en el campo. El arquetipo simb¨®lico del campesino catal¨¢n, el segador, responde a una inspiraci¨®n bastante diferente que refleja una forma casi dram¨¢tica de relacionarse el campesino con la tierra. Los productos de la siega son ¨¢ridos y casi siempre de primera necesidad. No hay colorido, no hay alusi¨®n a la carne en un sentido vegetal. Y adem¨¢s de ello, el segador es siempre un personaje retratado en la connotaci¨®n subliminal de ser un campesino armado.
A d¨ªa de hoy si me preguntasen qu¨¦ es un valenciano dir¨ªa, casi por definici¨®n, un ser que cree haber nacido rico. Y que sigue sin dar con la entonaci¨®n apropiada para expresarse a s¨ª mismo en las idas y venidas del guion nacional en que se plasman las pretensiones de la confrontaci¨®n pol¨ªtica y teatral respecto al modelo de estado y otras cuestiones clave como la financiaci¨®n o las infraestructuras.
Despu¨¦s de m¨¢s de treinta a?os de autogobierno el pueblo valenciano no ha dado a¨²n con una interpretaci¨®n referencial de su identidad que pudi¨¦semos considerar de ¨¦xito. Tenemos por un lado la valencia asimilacionista del catalanismo plurinacional. Una valencia que representa, en t¨¦rminos de distanciamiento sociol¨®gico, una forma singular de ausencia de visi¨®n pol¨ªtica que al final solo pod¨ªa plasmarse en el contundente rechazo popular que ha sido.
Su versi¨®n rival, el blaverismo secesionista, bien puede considerarse un disparatado desprop¨®sito dados sus intentos de manipulaci¨®n historiogr¨¢fica respecto a los or¨ªgenes y la identidad de los valencianos. M¨¢s all¨¢ de su ¨¦xito en la promoci¨®n de ciertas asonadas populistas, como molde para una identidad colectiva su propuesta no podr¨ªa prosperar, porque el valor de lo aut¨¦ntico puede construirse sobre una paradoja, pero no sobre una falsificaci¨®n deliberada.
Al pancatalismo tardofranquista y su hijo ileg¨ªtimo, el valencianismo blavero, le sigui¨® un valencianismo de tercera v¨ªa que podr¨ªamos llamar melanc¨®lico. Distante de ambos extremos y en cierto modo como f¨®rmula de superaci¨®n de ellos, su planteamiento emerge en tiempos m¨¢s recientes como una forma m¨¢s l¨²cida y sopesada de enfocar la narraci¨®n sobre la identidad valenciana consistente en hacer del potencial mediterr¨¢neo el mejor elemento de vertebraci¨®n conjunta entre Catalu?a y la Comunidad Valenciana.
Esta visi¨®n ten¨ªa el m¨¦rito de proponer una alternativa pragm¨¢tica de nuestra identidad, un programa que se basaba en la cooperaci¨®n log¨ªstica y comercial, sin bloquear la posibilidad de unos v¨ªnculos m¨¢s estrechos con Catalu?a, preservando la integridad de las herencias hist¨®ricas y el rigor de la comunidad ling¨¹¨ªstica, sin levantar al mismo tiempo excesivas suspicacias.
Es un logro de este valencianismo, oriundo del siglo XXI, haber reunido en torno al proyecto del Corredor Mediterr¨¢neo un consenso de amplio espectro al que se unieron los representantes m¨¢s sensatos de los valencianismos precedentes, as¨ª como los sectores m¨¢s moderados y solventes de la izquierda y la derecha. El cierre de filas medi¨¢tico y el fuerte predicamento empresarial hicieron el resto, por lo que durante algunos a?os se ha vivido una edificante situaci¨®n de pax catalano-valenciana.
Sin embargo, el nutriente simb¨®lico-intelectual de este valencianismo mel¨¢ncolico, basado en el inexistente ideal de una perfecta reciprocidad de intereses con Catalu?a, conservaba un cierto fondo como de ofrecimiento frutal al primo hermano segador. Esta es la raz¨®n por la cual la agenda soberanista de Catalu?a, leg¨ªtima aunque plenamente autorreferencial, ha hecho entrar en crisis esta propuesta narrativa. Por su efecto de precarizar la idea de una simbiosis mediterr¨¢nea y por introducir serias discontinuidades en aquello que necesit¨¢bamos vislumbrar como un mismo ecosistema comercial sobre el tel¨®n de fondo de una geograf¨ªa y una lengua compartidas.
La v¨ªa de la autodeterminaci¨®n es profundamente insolidaria con la idea de una apuesta com¨²n en favor de la baza mediterr¨¢nea. Pero esta ruptura unilateral del idilio, al valencianismo melanc¨®lico le hab¨ªa pasado totalmente desapercibida. De ah¨ª que los a?os ya transcurridos desde la puesta en marcha del proyecto autodeterminista no hayan dado para una reflexi¨®n ¨²til sobre los efectos de la consulta en los intereses valencianos. O que el valencianismo melanc¨®lico se haya quedado literalmente perplejo frente a quienes de alg¨²n modo han incidido en la quiebra afectiva que comporta el independentismo catal¨¢n respecto a la Comunidad Valenciana.
A d¨ªa de hoy Catalu?a prepara en soledad su propio proyecto log¨ªstico sin ninguna preocupaci¨®n m¨¢s all¨¢ de que el puerto de Barcelona sea la indiscutida capital del Corredor Mediterr¨¢neo. Las inc¨®gnitas arancelarias, aduaneras y fronterizas que ello comporta para los intereses industriales valencianos exigen prepararse para otro guion, que no tiene nada que ver con el marco de una buc¨®lica relaci¨®n de confianza econ¨®mica mutua.
Algo en el ambiente parece indicar que los valencianos podr¨ªamos encontrarnos en la antesala de una importante tensi¨®n comercial con Catalu?a y que hemos de ser capaces de preparar nuestra propia agenda mediterr¨¢nea, como realidad n¨ªtidamente transeuropea y con capital portuaria en Valencia. Necesitamos una visi¨®n as¨ª para abordar con realismo nuestra anorexia identitaria y el problema palpable de nuestra minor¨ªa de edad. Butterfly no deber¨ªa esperar durante m¨¢s tiempo al coronel Pinkerton. Sucede que no todo cuanto interesa a la madre patria ha de resultar beneficioso para las colonias. Y esta es la cierta inmadurez hist¨®rica e intelectual que habr¨¢ de superar el valencianismo melanc¨®lico, que probablemente haya de hacer su propia transici¨®n bolivariana.
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