Don Rafael Blasco, qu¨¦ carajo
"Cualquiera de nosotros, con los delitos probados y con la caradura confirmada del antiguo consejero estar¨ªamos abochornados y en la c¨¢rcel"
Hablas, echas un vistazo a la prensa, miras de soslayo la televisi¨®n, escuchas r¨¢pidamente la radio, consultas alguna p¨¢gina en Internet, lees el peri¨®dico en papel al que est¨¢s suscrito.
La dieta noticiera que seguimos es t¨®xica por saturaci¨®n. Es da?ina por sobrealimentaci¨®n. Es indigerible. Dif¨ªcilmente puedes metabolizar tanto nutriente informativo. Gracias a que las noticias se repiten, mucho de lo que leemos es redundante y perfectamente olvidable. Gracias a que los medios coinciden, puedes aguantar el hartazgo, el empacho. Hay tantas observaciones que retener, tantos hechos relevantes, tantos esc¨¢ndalos que denunciar...
Esta semana se nos ha estropeado la televisi¨®n. Por supuesto hemos ido presurosamente a sustituirla. ?Acaso por el Mundial que se avecina? No, rotundamente no. Hemos reemplazado el televisor para poder ver las series que legalmente tenemos y disfrutamos. Las series nos evitan tener que estar atiborr¨¢ndonos con la programaci¨®n¡
Las series nos evitan tener que verles las caras a Rafael Blasco y a su se?ora esposa, cuyo cardado es digno de inmortalizar al peluquero. Que el antiguo consejero entre y salga del Tribunal Superior como se?or honrad¨ªsimo y con posibles, que pese sobre ¨¦l una condena y que su simp¨¢tica c¨®nyuge abone la liviana fianza de doscientos mil euros, es una imagen obscena. ?Obscena? Iban vestidos, por Dios: a partir de cierta edad, nuestras lorzas no podemos exhibirlas en p¨²blico.
La entrada y salida de los Blasco es una imagen obscena porque el proceso judicial permitir¨¢ al pol¨ªtico ya condenado sacar pecho y vivir con el cuento de la sentencia injusta o equivocada. La justicia no es igual para todos, me reitera mi esposa. Que un tipo condenado a ocho a?os de c¨¢rcel y a veinte de inhabilitaci¨®n pueda salvarse temporal y milagrosamente de esa pena gracias a un desembolso millonario nos apesadumbra.
Cualquiera de nosotros, con los delitos probados y con la caradura confirmada del antiguo consejero estar¨ªamos abochornados y, sin remedio, en la c¨¢rcel. Por otra parte, recurrir al Supremo implica el desembolso de unas tasas ciertamente discriminatorias. Blasco llam¨® sinverg¨¹enza a quien os¨® afearle la conducta: a una oposici¨®n escandalizada que lo ten¨ªa enfilado.
Pero ¨¦l se sali¨® de la fila: primero recibi¨® el apoyo cobarde y solidario de su grupo en las Cortes. Luego ha podido zafarse pagando un buen abogado, especializado en salvar a presuntos delincuentes de guante blanco. Debe de ser tan profesional el letrado que ha conseguido rebajar la pena de Blasco a pesar de la iniquidad de lo que se le acusa. Debe de ser tan espantoso su delito, que el acusado ha salido airoso y condenado a la vez: pagando un cantidad exorbitante y amenazando con volver.
Apagamos la tele, dejamos de sintonizar la radio, cerramos el peri¨®dico y, en fin, procuramos evitar esta conversaci¨®n. La verg¨¹enza que sentimos es inconmensurable y nuestra vida es corta. Alguna alegr¨ªa debemos darnos. Vamos a ponernos el cap¨ªtulo final de Los Soprano, aquel en que Tony se nos va, lo perdemos. O eso creemos. Tony ten¨ªa problemas: a parte de mafioso era padre y hombre de orden. Ten¨ªa un picor moral. Hay gente que carece de este prurito.
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