Poco teatro en danza
Alberto Fabra ser¨ªa el mayordomo inadvertido que jam¨¢s descubre el crimen
Recuerdo que no hace tantos a?os era frecuente que acudiera a con mi hija peque?a a ver espect¨¢culos de teatro o danza en salas como el Rialto, el Tal¨ªa, L?Altre Espai o la Escalante, y que ella se lo pasaba pipa hasta el punto de que en una ocasi¨®n, en el Tal¨ªa, al finalizar una coreograf¨ªa y prorrumpir el p¨²blico en aplausos, ella pens¨® que algo tendr¨ªa que ver en el asunto, de manera que abandon¨® su butaca y se encamin¨® hacia el escenario a fin de recibir lo que a su entender le correspond¨ªa. An¨¦cdotas de ese tipo al margen, cualquier cr¨ªtico teatral conoce el desasosiego al sentarse en su butaca al arrancar la representaci¨®n. Es un poco como en una corrida de toros, que a los cinco minutos est¨¢ al cabo de la calle sobre c¨®mo va a funcionar el asunto, con la desventaja de que sobre el escenario ni se cambia de obra ni de personajes. El resultado es que a menudo no sabe ni d¨®nde mirar, as¨ª que se entretiene en los artesonados del techo, cuenta las filas de butacas que hay delante y detr¨¢s, el n¨²mero de butacas que hay en cada fila, y antes del primer bostezo mira el reloj para comprobar con temeridad cu¨¢nto tiempo falta todav¨ªa para poner fin al martirio. Y eso no es lo peor. Si se trata de una compa?¨ªa valenciana, por el escenario deambulan unos actores a los que a menudo ves de paisano por la calle de la Paz o en el Mercado Central, o en ese gran corredor que va del Puente de Madera a la Estaci¨®n del Norte, y entonces no sabes qu¨¦ hacer ni qu¨¦ decir ni, una vez m¨¢s, d¨®nde mirar, porque lo mismo hacen como que no te ven que te regalan una observaci¨®n impertinente, y eso cuando no ocurre que alguien de una envergadura como el gran (por su volumen) Joan Monle¨®n, no te arrincone contra uno de los patos de la fuente en la plaza del mismo nombre con intenciones nada amables. Es entonces cuando echas de menos no haberse dedicado a cr¨ªtico de cine, pues parece poco probable que Robert de Niro, por poner un caso, te ametralle sin piedad en la plaza de la Reina. ?O es que alguien cree que Al Pacino se molesta en amedrentar a sus cr¨ªticos en la Quinta Avenida neoyorquina?
Pasando de esta monserga sobrevenida (ser¨¢ el calor) tampoco estar¨ªa mal entretener el ¨¢nimo comparando sin odio a ciertos pol¨ªticos con algunos actores. El se?or Mart¨ªnez Pujalte es lo m¨¢s parecido a un actor de La Cubana, mientras que Alberto Fabra ser¨ªa el mayordomo inadvertido que jam¨¢s descubre el crimen. A Rafa Blasco le habr¨ªa ido mejor como familiar lejano de los Soprano, y Rosa D¨ªez ?no tiene un cierto aire de una Doris Day fuera de forma? Mariano Rajoy quedar¨ªa estupendo imitando al Peter Sellers de Bienvenido Mr. Chance, y Consuelo Ciscar (con alg¨²n esfuerzo, eso s¨ª) ser¨ªa una pasable Jayne Mansfield en sus horas bajas. ?Y que les parece Zaplana como Alfredo Landa, M¨®nica Oltra como Bridget Jones, Ximo Puig como Bart Simpson?
Bueno. Cuando el posible lector tenga esto ante sus ojos, el pr¨ªncipe Felipe, ser¨¢ proclamado Rey de Espa?a como Felipe VI. Cabe esperar que sea tan buen actor como lo fue su padre. Por lo menos.
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