Rigor, pol¨ªtica y credibilidad
Un gobierno no tiene que seguir exactamente las recomendaciones de la UE, pero tampoco puede rechazarlas ni negar la realidad
En el proceso de construcci¨®n de la Uni¨®n Europea, con una arquitectura institucional que, aun conservando en gran medida las soberan¨ªas estatales, pone cada vez m¨¢s en manos de la Uni¨®n las decisiones fundamentales de tipo econ¨®mico (y a¨²n m¨¢s en el grupo de pa¨ªses que comparten moneda), adquieren una gran importancia las relaciones institucionales y personales que se establecen entre las autoridades comunitarias y los gobiernos nacionales.
Puede que recuerden ustedes que, en los inicios del gobierno Rajoy, hubo una situaci¨®n de tensi¨®n con la Comisi¨®n, por la tozudez de no presentar los presupuestos espa?oles que ¨¦sta estaba esperando; presentaci¨®n que se retras¨® varios meses, por la ¨²nica raz¨®n de no querer hacerlos p¨²blicos antes de la celebraci¨®n de unas elecciones auton¨®micas que preocupaban especialmente al Partido Popular. En aquellos momentos recuerdo comentarios que me hicieron personas conocidas de Bruselas advirtiendo de la enorme p¨¦rdida de credibilidad que supon¨ªa para Espa?a la actuaci¨®n de su gobierno.
Situaciones como ¨¦sta han ocurrido a menudo estos ¨²ltimos a?os. Cito dos, de una importancia incomparablemente mayor que la nuestra: El falseamiento de cifras por parte del gobierno griego, y el incumplimiento de los compromisos de reformas por parte del gobierno italiano. El primero provoc¨® una reacci¨®n, a mi entender excesiva, por parte de la UE y signific¨® un plan de rescate que ha hundido la econom¨ªa griega durante a?os y que ha hecho pagar al pueblo griego por unas culpas de su gobierno. El segundo acab¨® con la ¡°sustituci¨®n¡± del primer ministro italiano, Berlusconi, por alguien impuesto de alguna manera por Bruselas. En ambos casos el origen del problema fue la p¨¦rdida de credibilidad. La invenci¨®n de los ¡°hombres de negro¡±, que vigilan e intervienen la actuaci¨®n de algunos gobiernos, responden siempre a esta precauci¨®n.
Al escuchar estos ¨²ltimos d¨ªas dos manifestaciones, una del a¨²n presidente Durao Barroso (creo que desafortunada, y fuera de lugar) y otra del Comisario Olli Rehn (m¨¢s sosegada, pero contundente), he pensado si corr¨ªamos el peligro de volver a una situaci¨®n parecida a la de entonces, pero potencialmente m¨¢s grave. Quiero comentar algunos aspectos.
Soy de los que he criticado a menudo los errores de algunas de las pol¨ªticas de austeridad que la troika ha impuesto a los pa¨ªses que han necesitado ayudas del BCE o de la UE, errores de orientaci¨®n y sobre todo de ritmo. Se ha partido de la necesidad del ajuste y dado prioridad al desendeudamiento, aunque ello supusiera el ahogo del consumo y la paralizaci¨®n del crecimiento. Esta pol¨ªtica, y especialmente el ritmo al que se ha intentado aplicar, ha tra¨ªdo una crecida impresionante del paro que, adem¨¢s de una desgracia social, supone un gran desaprovechamiento de nuestros recursos humanos. Repito esto porque creo que, frente a las instrucciones no es buena la simple sumisi¨®n, sino que es necesaria la discusi¨®n, sobre todo si se tienen argumentos rigurosos, y la negociaci¨®n que busque el acuerdo posterior.
Pero este proceso de discusi¨®n y de pacto debe tener en cuenta algunos elementos que lo hagan riguroso. En primer lugar debe partir de un an¨¢lisis correcto de la realidad, es decir estar basado no solo en indicadores coyunturales, sino en razones estructurales (es importante que haya disminuido mucho la prima de riesgo, pero puede deberse a actuaciones del BCE, ya que no ha mejorado mucho ni la situaci¨®n de endeudamiento global de la econom¨ªa espa?ola, ni la situaci¨®n de la ocupaci¨®n). En segundo lugar, debe terminar en un acuerdo de corresponsabilidad por parte del gobierno y la UE, para evitar tanto la apropiaci¨®n de m¨¦ritos cuando una pol¨ªtica tiene ¨¦xito, como la conocida excusa de que una cosa que ha salido mal se hizo ¡°porque nos fue impuesta¡±. Y en tercer lugar, se deben cumplir los compromisos adquiridos, pero adem¨¢s s¨®lo se deben adquirir y aceptar los compromisos que ambas partes consideren que son realistas (tan culpable es el que pide un dinero sin saber si lo podr¨¢ devolver, como el que lo presta pensando que tal vez no podr¨¢ recuperarlo.
Creo que uno de los elementos que m¨¢s contribuye a la p¨¦rdida de credibilidad es la sensaci¨®n de que, o bien la ocultaci¨®n de la realidad, o alguna decisi¨®n pol¨ªtica concreta, o el incumplimiento de alg¨²n compromiso, son consecuencia de c¨¢lculos estrictamente electorales, y por tanto sujetos a vaivenes de acuerdo con estos ciclos. S¨¦ que esto ocurre en todas partes y s¨¦ que es l¨®gico que los gobiernos est¨¦n atentos a la opini¨®n de sus ciudadanos, pero ¨¦stos esperan que las decisiones pol¨ªticas busquen el bien general, aun sacrificando el inter¨¦s del partido que gobierna.
Un gobierno no tiene que seguir exactamente las recomendaciones de la UE, pero tampoco puede rechazarlas descalific¨¢ndolas, ni negar la realidad de la situaci¨®n, ni intentar esconder las verdaderas razones de las decisiones. Estas pueden ser las semillas de la p¨¦rdida de credibilidad.
Joan Maj¨® es ingeniero y ex ministro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.