Usuarios del hospital de Bellvitge se amotinan contra el cierre de camas
¡°Hay m¨¢s carga de trabajo y el paciente lo nota¡±, se?ala una enfermera del centro
La planta 12 del Hospital de Bellvitge de Barcelona cumple 10 d¨ªas en pie de guerra. Al grito de ¡°?Esta planta no se cierra!¡±, pacientes, trabajadores y entidades vecinales se amotinaron en los pasillos el pasado d¨ªa 20 y consiguieron frenar la clausura de tres unidades de hospitalizaci¨®n. El cierre de estas tres plantas se inclu¨ªa dentro del calendario de verano del centro, que prev¨¦ dejar sin servicio unas 200 camas. En 2009, Bellvitge ten¨ªa 906 plazas. Cinco a?os despu¨¦s, en este hospital de tercer nivel, de referencia para 343.000 personas, quedan unas 650 abiertas. Los trabajadores, que arrastran tras de s¨ª una retah¨ªla de recortes salariales, reconocen estar al borde del colapso. ¡°T¨² intentas que el paciente no note las carencias porque ¨¦l no tiene culpa de nada, pero tenemos m¨¢s carga de trabajo que antes y eso s¨ª lo notan¡±, explica una enfermera de cirug¨ªa.
Por su parte, el director gerente, Alfredo Garc¨ªa, insiste en que el cierre de camas es una pr¨¢ctica ¡°habitual¡± en verano debido al ¡°descenso de la presi¨®n asistencial¡± y tacha de ¡°problema estrictamente laboral y salarial¡± de los sindicatos el conflicto que vive el centro. Los trabajadores lo tienen claro: ¡°Aprovechan los cierres de verano para no reabrir todas las camas en oto?o. Dicen que cierran para facilitar las vacaciones del personal. Pues yo se las regalo si eso mejora la asistencia¡±, explica Antonia, auxiliar de enfermer¨ªa en la planta amotinada.
Con un presupuesto (276 millones de euros) un 15% inferior a 2009 y la p¨¦rdida, seg¨²n los sindicatos, de unos 500 puestos de trabajo, los empleados acusan en su d¨ªa a d¨ªa el ahogo econ¨®mico que sufren las arcas del centro. ¡°Es una situaci¨®n ca¨®tica. Cada vez se realizan menos intervenciones, la actividad est¨¢ fatal, las urgencias colapsadas con pacientes en los pasillos, y los profesionales estamos sufriendo una presi¨®n brutal. No damos abasto¡±, resume el presidente de la junta de personal, Ram¨®n Montoya.
Los sanitarios mantienen su anonimato ante ¡°el temor a represalias¡± que pueden tomar sus superiores. ¡°No protestes, porque te dir¨¢n que, al menos, t¨² tienes trabajo. Hay miedo a hablar. Si criticas algo, a lo mejor no te llaman m¨¢s¡±, tercia una enfermera suplente.
Hasta hace poco tiempo, ni agua se serv¨ªa a los pacientes ingresados. ¡°Antes se daba una botella de 1,5 litros al d¨ªa, pero dejaron de hacerlo porque dec¨ªan que tambi¨¦n la us¨¢bamos los trabajadores. Estuvieron un tiempo sin servir nada y ahora dan dos botellines peque?os por d¨ªa¡±, explica una auxiliar.
Tambi¨¦n la comida se racionaliza al extremo. Cajitas de cart¨®n con un sandwich, un yogur y una peque?a botella de agua cuidadosamente colocadas reposan junto al portabandejas del servicio de urgencias. ¡°Los pacientes que llevan menos de 24 horas ingresados no tienen derecho a bandeja de comida, solo a este bocadillo¡±, denuncia una enfermera de la unidad.
Los trabajadores insisten en que la situaci¨®n es ¡°insostenible para empleados y pacientes¡± y el cierre de camas ha sido la gota que ha colmado el vaso. Pero la gerencia ha asegurado que mantendr¨¢n el calendario de cierre previsto. Ante el enquistamiento del conflicto, los sindicatos se reunir¨¢n hoy con la Comisi¨®n de Salud del Parlament para que se implique en buscar una soluci¨®n.
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