La Catalu?a post-industrial
La crisis ha puesto de manifiesto el error de reducir el empleo industrial en beneficio del sector servicios
La semana pasada el Gobierno catal¨¢n nos sorprendi¨®, en mi caso agradablemente, ya que lo encontraba a faltar, con un acto reivindicativo de la necesidad de una fuerte recuperaci¨®n del car¨¢cter industrial de la econom¨ªa catalana. Dejo de lado los aspectos puramente pol¨ªticos o electorales de la iniciativa, que el propio president descart¨®. Manifiesto mi identificaci¨®n con la idea, que, por otra parte, he expresado en repetidas ocasiones, y hago al respecto algunas distinciones y matizaciones.
Industria y servicios. Durante las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XX domin¨® en el pensamiento econ¨®mico y pol¨ªtico la idea de la transici¨®n de la sociedad industrial a la sociedad de servicios, tomando como analog¨ªa el paso de la sociedad agr¨ªcola a la sociedad industrial. Se acept¨® como signo de modernidad y de progreso la disminuci¨®n de la actividad industrial y el incremento de los servicios, tanto en relaci¨®n a su peso dentro del PIB, como a la parte del empleo que cada sector significaba. En Europa, un caso claro de esta tendencia fue la evoluci¨®n de la econom¨ªa brit¨¢nica (impulsada sobre todo por los servicios financieros), en contraste con lo que ocurri¨® en la econom¨ªa alemana, que mantuvo un fuerte componente industrial. Siempre he pensado que esta apuesta por la sociedad de servicios conten¨ªa algunos elementos peligrosos.
Creo que poco a poco se ha ido entendiendo que la modernizaci¨®n implic¨® en su momento disminuir progresivamente la proporci¨®n del empleo agr¨ªcola, y m¨¢s tarde la del empleo industrial, como consecuencia de los aumentos de productividad. Pero no se advirti¨® que esto no deber¨ªa suponer, ni reducir entonces la producci¨®n agr¨ªcola, ni ahora la producci¨®n industrial. La crisis de principios de siglo ha puesto de manifiesto las consecuencias de este error.
Industria y nueva industria. Un aspecto distinto y complementario de lo anterior es la definici¨®n de la actividad industrial. No es lo mismo industria que manufactura. Dicho de otro modo, el proceso de un producto industrial es mucho m¨¢s amplio que la etapa de fabricaci¨®n (es decir, la simple transformaci¨®n de la materia prima en producto, a?adi¨¦ndole energ¨ªa y trabajo humano).
En la nueva industria, la auscultaci¨®n de las necesidades reales, la concepci¨®n, el desarrollo, el dise?o, la incorporaci¨®n de elementos inmateriales, la distribuci¨®n, el servicio al cliente, y la evoluci¨®n del producto en funci¨®n de la de la del mercado, son todas fases ineludibles, que cada vez adquieren mayor importancia en relaci¨®n a la fabricaci¨®n, y que cada vez exigen mayor aportaci¨®n de conocimientos y de tecnolog¨ªa. Es por ello que el concepto de industria incorpora actividades que antes no ten¨ªan este car¨¢cter; actividades de un mayor valor a?adido que exigen unos perfiles profesionales de mayor formaci¨®n, y de mayor retribuci¨®n. La presencia de este tipo de industria contribuye a elevar el nivel del capital humano, mejora la calidad de los puestos de trabajo, y aumenta los niveles de renta, mejorando la econom¨ªa en su conjunto. La apuesta por la nueva industria no es una vuelta al pasado, es una opci¨®n de futuro.
Catalu?a? no debe confundirse con una econom¨ªa financiera cuya actividad no estuviera al servicio de producir bienes y? prestar servicios para? las personas
Pero es muy posible que el deseable incremento de esta actividad industrial pueda suponer una cierta polarizaci¨®n salarial por la aparici¨®n de muchos lugares de trabajo de mayor cualidad. Por ello ser¨ªa un enga?o colectivo impulsar esta tendencia, sin incrementar al mismo tiempo la progresividad del sistema fiscal y reforzar a¨²n m¨¢s los servicios del Estado del bienestar.
Econom¨ªa productiva y econom¨ªa especulativa. Mi defensa de la industria es, m¨¢s que eso, una defensa de la econom¨ªa productiva, es decir, de aquellas actividades (se llamen industria o se llamen servicios) que crean valor real, respondiendo a necesidades reales de la vida de las personas (alimentarse, vestirse, cobijarse, viajar, aprender, cuidar su salud, divertirse, ahorrar...). Es cierto que la industria crea a veces algunos productos cuya necesidad real ser¨ªa muy discutible, pero esto ocurre m¨¢s a menudo en el sector de los servicios, sobre todo de los servicios financieros. El negocio financiero basado en las plusval¨ªas de activos, incluso cuando se trata de activos reales (terrenos, petr¨®leo, minerales, alimentos¡) no responde a ninguna necesidad real y no crea ning¨²n valor real, ya que el activo es el mismo al comprarlo que al venderlo. Y por descontado, las operaciones de especulaci¨®n con activos puramente financieros crean plusval¨ªa pero no crean valor real, sino que al contrario, desv¨ªan la inversi¨®n hacia objetivos que no son socialmente ¨²tiles.
Por todo ello, la Catalu?a post-industrial que a mi me gustar¨ªa, no puede ni debe confundirse con una econom¨ªa financiera cuya actividad no estuviera al servicio de la producci¨®n de bienes y la prestaci¨®n de servicios encaminados a cubrir las necesidades de las personas. El sistema de incentivos p¨²blicos que establezca el Gobierno, y el tratamiento fiscal discriminativo entre las distintas actividades, deber¨ªan orientar la econom¨ªa teniendo en cuenta estas consecuencias.
Joan Maj¨® Cruzate, ingeniero y ex ministro
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