Ciudadanos sin rostro
Igual que la guerra se ve como un videojuego, podemos reducir la democracia a la mera interpretaci¨®n de datos personales agregados
En estos d¨ªas de guerra y conflicto es f¨¢cil encontrar art¨ªculos y estudios que hablan del potencial deshumanizador de la tecnolog¨ªa. Por ejemplo, no son pocos los ex operadores de veh¨ªculos a¨¦reos no tripulados (los famosos drones) que han hablado sobre c¨®mo la guerra remota convierte a las personas sobre el terreno en figuras de un videojuego, y la muerte en una prueba m¨¢s (sin sangre, sin familias) para pasar de pantalla. Pero el objetivo de este art¨ªculo no es denunciar procesos lejanos, sino acercarlos. Porque a menor escala, este efecto deshumanizador y distorsionador de la tecnolog¨ªa puede acabar siendo otra de las inesperadas consecuencias de la ciudad inteligente. Me explico.
El desarrollo tecnol¨®gico de los ¨²ltimos a?os nos permite plantear la posibilidad de contar con datos sobre un sinn¨²mero de procesos. Esc¨¢neres, sensores, c¨¢maras, tarjetas RFID, contadores, redes sociales y wearables nos permiten generar datos sobre d¨®nde estamos, c¨®mo caminamos, qu¨¦ compramos, qu¨¦ opinamos y c¨®mo dormimos. Toda esta informaci¨®n la ponemos a disposici¨®n de proveedores de servicios, amigos, conocidos y, tambi¨¦n, gobiernos. Los representantes p¨²blicos pueden contar con datos en tiempo real sobre los ciudadanos cuyos problemas deben resolver. Las nuevas tecnolog¨ªas, pues, plantean la posibilidad de un mayor conocimiento de cu¨¢les son las necesidades de la ciudadan¨ªa, y a la vez pueden proporcionar innovadoras formas de abordarlos.
No obstante, existe un riesgo. Que las innovaciones tecnol¨®gicas teorizadas como herramientas para acercar a representantes y representados acaben en la pr¨¢ctica contribuyendo a un mayor alejamiento, al confundir al ciudadano con los datos que genera. Igual que convertimos las guerras en videojuegos, podemos acabar convirtiendo la democracia en un ejercicio de interpretaci¨®n de datos agregados. Guerras sin sangre, ciudadanos sin rostro.
?Nos vemos reflejados en la imagen creada a partir de la agregaci¨®n de los datos capturados sobre nosotros por m¨²ltiples dispositivos? ?Nuestros datos nos representan? Muchos proveedores de servicios han establecido ya que s¨ª, que a partir de esta agregaci¨®n de datos personales puede definirse un doble de nuestra persona construido a base de datos. As¨ª, actividades triviales como revisar nuestro perfil en redes sociales, comprar la comida con la tarjeta cliente, reservar un vuelo por Internet o pasar por delante de una c¨¢mara o un esc¨¢ner de tel¨¦fonos inteligentes van dando forma a este perfil que pretende representarnos y que ser¨¢ el que utilizar¨¢n algunas empresas para ofrecernos productos que encajen con nuestra forma de vida.
?Podemos construir la democracia del futuro en base a caricaturas de los ciudadanos?
De la misma forma, a los representantes p¨²blicos este escenario les ofrece la oportunidad de alegar un mayor conocimiento de la ciudadan¨ªa¡ sin la necesidad de acercarse a los ciudadanos, en lo que constituye una vuelta de tuerca m¨¢s del despotismo de los datos: ¡°Todo por el pueblo, con los datos del pueblo, pero sin el pueblo¡±. En los ¨¢mbitos en los que la intervenci¨®n tecnol¨®gica est¨¢ m¨¢s desarrollada, como en los conflictos b¨¦licos o en la prestaci¨®n de ciertos servicios, se advierten diferentes tipos de disfunci¨®n que deber¨ªan servir de aviso para navegantes. Por una parte, este factor deshumanizador que se percibe al alejar la realidad de la guerra del que provocan las bajas, y que puede ponerse en referencia a la frialdad de una base de datos de activos bancarios en comparaci¨®n con la amarga realidad de los desahucios. La compasi¨®n y la empat¨ªa no viajan bien por las hojas de excel ni las representaciones digitales del campo de batalla.
Pero lo m¨¢s perturbador no es el extremo deshumanizador, sino el elemento de distorsi¨®n que introducen estos dobles sobre los que se toman las decisiones. M¨¢s que un reflejo fiel de qui¨¦nes somos, nuestros dobles de datos son a menudo una caricatura grotesca. Basta con fijarse en c¨®mo empresas como Facebook o Amazon procesan nuestros datos y nos ofrecen aquello que esperan o prev¨¦n que deseamos en forma de anuncios personalizados. Aunque es cierto que estas empresas tienen acceso a datos importantes y reveladores sobre nuestras actividades, ni Amazon sabe distinguir qu¨¦ libros compramos para nosotros y cu¨¢les son para regalar, ni Facebook entiende si cuando nos relacionamos tanto con ese amigo lo hacemos porque somos realmente amigos, porque le estamos acosando o porque sus opiniones nos sacan tanto de quicio que nos vemos en la irrefrenable necesidad de apostillarle cada comentario. Los matices del deseo, de las fobias, las filias o los favores, como la sangre de las guerras, se pierden al convertirnos en perfiles de datos.
Al final, la sociedad de los datos se basa en una abstracci¨®n. Una abstracci¨®n que en su extremo deshumaniza pero que en su cotidianidad distorsiona hasta la caricatura. ?Podemos construir la democracia del futuro en base a caricaturas de los ciudadanos? Es cierto que la promesa es que el proceso de recogida y an¨¢lisis de datos se vayan perfeccionando hasta el punto de ser capaces de recoger esos matices. Pero tambi¨¦n lo es que los sue?os tecnol¨®gicos de nuestra especie avanzan mucho m¨¢s r¨¢pido que la realidad, y que en la actual deriva tecnologizante, podemos acabar confundiendo el medio con el fin. El perfil de datos con el ciudadano.
Gemma Galdon Clavell es doctora en Pol¨ªticas P¨²blicas
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.