Familia de complicidades y poder
Las relaciones se legitiman en las urnas y no se plasman sobre papel. Se imponen Son el microclima que alimenta una parentela sin lazos formales
Las complicidades no se legitiman en las urnas y no se plasman sobre papel. Se imponen. Fluyen invisibles por la fidelidad de los tratos y en los sobreentendidos, Priman los intereses compartidos. Son el microclima donde alimenta una familia sin lazos formales. Esas alianzas sugeridas y autom¨¢ticas dan ra¨ªces al sistema que crece. En la cabecera, la autoridad selecciona y da categor¨ªas a sus fieles. No son pocos los aspirantes a los favores. Hay banqueros ungidos, abogado para operaciones de amistades, arquitecto de poder siempre compensado. Atentos, varios contratistas atados a la cordada de negocios.
Los elegidos se dejan ver, multiplican sus c¨ªrculos de influencia y extienden sus redes de clientes y agigantan su patrimonio. Emanan poder¨ªo por delegaci¨®n.
La sensaci¨®n de impunidad ante las arbitrariedades no es pasajera. Los hechos sobre los que se mantienen las complicidades se sobrentienden en los sumarios. En los juzgados no se narran argumentos, menos cantidades de dinero y nunca se desvela quien tiene la caja y d¨®nde est¨¢ el bot¨ªn.
La familia act¨²a. Se exhibe, explica as¨ª quienes son los protagonistas del reparto. Varios tipos purgan entre rejas. Los importantes lo niegan todo y los secundarios apenas razonan el por qu¨¦ de su condena. Los que est¨¢n en lista de espera de juicio o en puertas de prisi¨®n dudan, se corroen en la duda de sus silencios, temerosos.
¡°Aix¨° ¨¦s nostro¡± [este negocio es para nosotros] podr¨ªa ser un hito de referencia de esa cr¨®nica contempor¨¢nea. La frase, real, datada por testigo directo, est¨¢ en el pacto de gobiernos en todos los niveles y en la asignaci¨®n de control sobre ¨¢reas, proyectos de obras y comisiones. Las amistades guardan los secretos, los fondos sucios asignados.
No se explica quienes son los parientes, los protagonistas y el reparto de caja
La m¨¢xima posesiva: ¡°esto es lo nuestro; es asunto es para nosotros¡± son¨® como una advertencia. La autoridad, confiada, la pronunci¨® sin complejos ni escr¨²pulos (manies) ante sus c¨®mplices.
No era una obviedad sino una declaraci¨®n de sus principios. ?l estipul¨® las condiciones de un asunto en marcha, una parte clave del contrato oral. Nadie duda quien goza del coraz¨®n de la sand¨ªa, la cola de la ensaimada, la cola de la langosta.
Lo ¡°nostro¡± se pronunci¨® en tono de general que marca el avance de las tropas sobre los mapas de un campo de batalla. Es otra guerra. El poder proclam¨® su territorio al desplegar los planos de un proyecto de ocupaci¨®n del mar y de explotaci¨®n tur¨ªstica inmobiliaria en el puerto de Palma. Los beneficios privados se calcularon grandiosos. La suma de proyectos simult¨¢neos es de magnitudes descomunales. Hospital, metro, vel¨®dromos, consejer¨ªas, autopistas, diques
Entonces no lat¨ªa la idea de la pol¨¦mica y non-nata ¨®pera flotante de Calatrava. Lleg¨® m¨¢s tarde, fue la guinda, otro gesto de ambici¨®n. La tarta que motivar¨ªa la urbanizaci¨®n de la bah¨ªa tendr¨ªa pocas tajadas, los socios eran pocos: aquel hombre gubernamental y sus amigos de Valencia.
Veinte a?os antes, mediados de los 80, en el mismo despacho oficial, otra persona con id¨¦ntico cargo, hab¨ªa exhibido planos de sus urbanizaciones familiares en espacios naturales y hab¨ªa ordenado qu¨¦ deb¨ªa hacer al alcalde.
La sensaci¨®n de impunidad ante las arbitrariedades no es nube pasajera
Esos pol¨ªticos se reconocieron plenipotenciarios. El del 2000 se asom¨® al balc¨®n de su despacho y se?al¨® el horizonte. Con un dedo fino tent¨® el ego del arquitecto Calatrava para que compitiese con la Lonja, la Catedral y Bellver. Una pir¨¢mide a la kuwait¨ª para un fara¨®n palmesano.
Construir, organizar los espacios, mellar la naturaleza, quedar inmortalizado en los paisajes es pretensi¨®n de la cosa p¨²blica insular. Es un monopoly de verdad. Tocas suelo, mueves grava, cemento, hierro y asfalto y se explota sin cesar una mina de dinero. Una parte sucia fluye oculta en las iniciativas, est¨¢ en los pactos al aliento de las complicidades.
En el balc¨®n, con la autoridad y su artista, hab¨ªa otro personaje decisivo. La ¨®pera Calatrava no cuaj¨® porque cambi¨® del color del sistema y los hu¨¦spedes de las instituciones. Pero el tercer hombre sigui¨® y sigue ajeno a las mudanzas. Se evit¨® la ¨®pera alcachofa pero nos dejaron en herencia una deuda de dos millones de la maqueta. Y qued¨® una propina, la marca de casta: Una escalera al cielo, el toro de calatrava que vuela en el Baluard sobre la muralla de Palma y atenta ¡ªpor feo y malo¡ª contra el sky-line de la ciudad g¨®tica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.