Massive Attack y el cr¨¦dito intangible
El combo de Bristol desglos¨® una impagable cuota de distinci¨®n anoche en el Low Festival de Benidorm, en la que era la actuaci¨®n m¨¢s descollante de su sexta edici¨®n
Hay presencias que no sirven por s¨ª solas para agotar los abonos, pero constituyen una aportaci¨®n insustituible para revestir con una aureola de prestigio cualquier festival. La de los brit¨¢nicos Massive Attack la noche del s¨¢bado fue una de ellas. Y lo fue al igual que la de Portishead el a?o pasado, vecinos suyos de Bristol y correligionarios en la doctrina del trip hop, uno de esos g¨¦neros se?eros de la vanguardia sonora de los 90. S¨ª, de cuando esas novedosas encrucijadas sonoras (que marcaban tendencia, y de qu¨¦ forma) a¨²n se estilaban.
La presencia de bandas como Vestusta Morla (el viernes), Love of Lesbian (hoy domingo) e incluso la de Editors (s¨¢bado), valores seguros de presencia reincidente en nuestra geograf¨ªa festivalera, sirven por s¨ª solos para reventar el aforo del escenario principal de la Ciudad Deportiva Guillermo Amor. No ocurre lo mismo con las dos bandas de Bristol, porque el estatus legendario que alcanzaron (en paralelo a la valoraci¨®n un¨¢nime de la cr¨ªtica y del p¨²blico m¨¢s veterano) no tiene un correlato en los impulsos que marcan el capricho del grueso de la clientela de esta clase de citas. Poco importa: su sola comparecencia otorga un cr¨¦dito valios¨ªsimo a un festival como el Low, a¨²n en fase de consolidaci¨®n de una personalidad propia.
El quid de la cuesti¨®n, claro est¨¢, reside en que la leyenda no se desmienta a s¨ª misma. Y aunque Massive Attack dejaron de renovar los votos de la vanguardia hace ya alg¨²n tiempo, resulta admirable el deslumbrante estado de conservaci¨®n en el que mantienen una f¨®rmula que fue pervirtiendo el impulso trip hop primigenio (aquella humeante amalgama de dub, trip hop, soul y ambient) hasta dar con una aleaci¨®n m¨¢s retorcida, turbia e inquietante, en la que la fiereza de una guitarra el¨¦ctrica tambi¨¦n pod¨ªa tener su preeminencia.
En escena se mantiene ese halo de misterio que todo lo cubre. Tambi¨¦n el fragor visual de una fren¨¦tica sucesi¨®n de motivos para la reflexi¨®n, servidos sin alboroto y con concisi¨®n: desde los ilimitados beneficios de la industria farmac¨¦utica hasta el desigual recuento de bajas del hist¨®rico conflicto palestino-israel¨ª cuya herida tanto ha sangrado estos d¨ªas, pasando por la intervenci¨®n en Irak. En su discurso, adem¨¢s, los responsables tienen nombre y apellidos: tienen a Tony Blair enfilado desde que encabezaron las manifestaciones antibelicistas de Londres en 2003. Y fieles a su proverbial minuciosidad, que no deja ning¨²n cabo suelto sobre el escenario, mostraron un sonido que ray¨® a alt¨ªsima altura, tan solo algo deslucido por el retumbar de bajos de un escenario que no necesitaba anoche un super¨¢vit en esa frecuencia.
Su concierto comenz¨® con un retraso de quince minutos. El tiempo justo para que alguien convenciese a los Corizonas de que los de Bristol no saldr¨ªan a escena hasta gozar de la quietud necesaria, porque el sonido de los dos escenarios principales con frecuencia se entremezcla por su proximidad y su orientaci¨®n. Tanto la banda h¨ªbrida (en esencia, Los Coronas y Arizona Baby) como los murcianos Second se vieron afectados por ello, de forma no programada.
Pero lo cierto es que la propuesta de Robert Del Naja (3D) y Grant Marshall (Daddy G) requiere de ese silencio para desenvolver todo su poder de seducci¨®n. Gran parte del mismo debe recaer en su extraordinario s¨¦quito de colaboradores, esa troupe esc¨¦nica con la que llevan muchos a?os desvelando el embrujo de un estilo que, nacido de lo colectivo (la comuna Wild Bunch, de donde surgi¨® la flor y nata del trip hop en la segunda mitad de los 80 en el barrio de St. Paul, en Bristol), debe mostrar a la fuerza sus mejores galas desde el ¨¢mbito de lo colaborativo. Una n¨®mina cuyos componentes pueden cambiar con el tiempo, sin que el resultado final se altere.
La sinuosa Martin Topley-Bird, por ejemplo, oficia de suma sacerdotisa en aquellos pasajes vocales que en los discos correspond¨ªan a Hope Sandoval (Paradise Circus), Liz Frasier (Teardrop) o Guy Garvey (Battle Box 001). La afilada guitarra el¨¦ctrica de Angelo Bruschini sigue serrando los mismos pasajes de siempre, esa suerte de trip hop con esquirlas de rock que patentaron a ra¨ªz de Mezzanine (1998), y que tanto luce en la inapelable Angel. El venerable cham¨¢n del reggae, Horace Andy, sigue haciendo de s¨ª mismo en temas como Girl I Love You o la misma Angel. Y a ¨²ltima hora emerge la poderos¨ªsima garganta de ¨¦bano de Deborah Miller para encarnar a la inolvidable Shara Nelson con una rotunda Safe From Harm (cuyo remate prolongaron) o la inmarcesible Unfinished Sympathy, ilustrada con la frialdad num¨¦rica de la sangr¨ªa humana de Gaza.
El resultado, pese a la relativa carencia de novedades de cuajo en su show, desarma por s¨ª solo cualquier esbozo de escepticismo. Massive Attack triunfaron anoche sin reservas en un festival que, hasta ahora, tambi¨¦n ha contado con actuaciones notables a cargo de The Horrors o Blood Red Shoes, e interesantes tramos en los directos de Editors, The Hives, Holy Ghost!, Tri¨¢ngulo de Amor Bizarro o Le¨®n Benavente. Esta noche cerrar¨¢ su programaci¨®n con Kaiser Chiefs, Love Of Lesbian o La Habitaci¨®n Roja, entre muchos otros.
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