¡°Quiero vivir en un bosque que no sea de otro¡±
Jordi Sur¨ªs, exprofesor de espa?ol, se prepara para vivir en la naturaleza

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"?Quieres algo? Aparte de t¨¦, caf¨¦ y agua, no tengo nada m¨¢s¡±, se excusa Jordi Sur¨ªs, que camina descalzo por un piso-estudio casi sin amueblar. Vive en Campins, un pueblo de 544 habitantes, junto al parque natural del Montseny. Normalmente, se levanta con los primeros rayos, cuatro d¨ªas por semana hace meditaci¨®n, queda con una vecina del pueblo para hacer taichi, y despu¨¦s se escapa a la monta?a a caminar durante varias horas. Sur¨ªs, de 65 a?os, tiene un sue?o, irse a vivir al bosque con su tribu, y lleva siete a?os prepar¨¢ndose para ello.
Sonr¨ªe cuando se le pregunta por su historia de vida, que est¨¢ encantado de explicar. ¡°Es mi relato, a m¨ª me sirve, pero no tiene por qu¨¦ servir a todo el mundo¡±, aclara. Hace siete a?os, Sur¨ªs dio el paso de alejarse de lo que huele a civilizaci¨®n. Tiene un coche, un m¨®vil de los de generaci¨®n antigua, un port¨¢til y poco m¨¢s. Ya no encuentra tiempo para ir al cine, al teatro o a exposiciones en Barcelona, y tampoco le sobra para atender a sus 13 hermanos y 22 sobrinos repartidos por el mundo. Eso s¨ª, los domingos baja a Barcelona a dormir con su padre, que tiene 95 a?os.
Como en toda historia, hubo un antes, en el que Jordi era profesor de espa?ol para extranjeros, su trabajo m¨¢s constante que ejerci¨® durante 20 a?os en la ciudad. Hab¨ªa estudiado psicolog¨ªa, filolog¨ªa catalana, escrib¨ªa¡ ¡°Siempre me cost¨® salir adelante, me sent¨ªa aislado, y me resultaba dif¨ªcil ganarme la vida¡±, recuerda. Muy lentamente, fue virando hacia el origen, hacia la naturaleza. ¡°La civilizaci¨®n no te permite ser qui¨¦n eres. Vivimos en una situaci¨®n artificial, falsa, que te aparta de la realidad, que es celebrar la vida¡±, alega.
Hace siete a?os, decidi¨® vivir sin trabajar y sin casa, y ha permanecido cuatro meses a la intemperie
Su acercamiento a la naturaleza empez¨® cuando logr¨® un trabajo gestionando una torre rural, en la sierra de Llaners, donde se hac¨ªan talleres. Su vida estaba cambiando. Se hab¨ªa separado de la que era su pareja de toda la vida, y poco a poco, explor¨® un camino diferente, sin ataduras ni convenciones sociales. Permaneci¨® all¨ª cinco a?os, en los que se adentr¨® en el bosque, de una ¡°forma m¨¢gica¡±. Y cuando dej¨® ese trabajo, lo decidi¨®: ¡°Sobrevivir¨¦ de lo que pueda hasta llegar a la jubilaci¨®n, sin casa propia¡±. Desde entonces, todo lo que tiene son los derechos de autor de libritos de ense?anza de espa?ol para extranjeros y alguna ayuda. En total, unos 5.000 euros al a?o con los que paga los 150 euros del piso que le ha alquilado un conocido en Campins, en el que lleva unos meses (cambiado frecuentemente de casa).
El nuevo DNI
Jordi Sur¨ªs
65 a?os
Exprofesor de espa?ol
N¨®mada, residente en el bosque
El paso m¨¢s grande hacia su sue?o lo dio hace dos a?os, cuando vivi¨® cuatro meses en el bosque, durmiendo a la intemperie, en una esterilla. ¡°El mayor problema son los mosquitos y encontrar un lugar llano, en el que poner el saco y dormir¡±, explica, para sorpresa del interlocutor. Para asearse, intentaba ir a un ¨¢rea de servicio, o a alguna fuente p¨²blica. O bien aprovechaba la visita a la familia para pasar por una ducha o lavar la ropa.
Vivir en el bosque da mucha serenidad, pero tambi¨¦n infunde temores. El m¨¢s grande es la ¡°desconexi¨®n¡± de los dem¨¢s, cuenta Jordi, que por eso cree en la tribu, e intenta animar a la gente para que comparta con ¨¦l la experiencia. Siempre se lleva su m¨®vil, y es bastante activo en las redes sociales, sobre todo Facebook. Desde hace a?os organiza un taller, el bosque transfigurado, que consiste en aprender a comunicarse con la naturaleza. Antes cobraba por ello. ¡°Ahora la gente no tiene un duro¡±, as¨ª que quien quiere pagar lo hace, y quien no puede, no. ¡°No es una condici¨®n para m¨ª cobrar, que cada uno ponga lo que pueda¡±.
Pero su retorno al origen no tiene que ver solo con la naturaleza. Jordi practic¨® durante 14 a?os una dieta crudista: todo lo que entraba a su organismo no estaba cocinado. ¡°La comida cocinada tiene que ver con la cultura¡±. Incluso lleg¨® a probar una terapia consistente en comer durante 15 d¨ªas con los ojos cerrados, en base al olor de los alimentos. ¡°Me di cuenta de que aquello que m¨¢s me gustaba con los ojos abiertos no era lo que m¨¢s me gustaba con los ojos cerrados¡±. Finalmente, lo dej¨® porque le complicaba la vida social enormemente: ¡°Todas las celebraciones se hacen alrededor de la mesa¡±.
Jordi est¨¢ ya casi listo para acabar su plan, pero tiene que elegir bien. ¡°Quiero vivir en un bosque que no sea de otro, o que alguien me lo deje. Y creo que la conexi¨®n con la naturaleza requiere de una tribu, no es aislamiento¡±, cuenta. Mientras relata qu¨¦ era y qu¨¦ es su vida, suena en dos ocasiones su m¨®vil, pero no lo coge, ni siquiera mira qui¨¦n es. Parece que podr¨ªa pasarse todo el d¨ªa contando sus proyectos cargados de filosof¨ªa. Habla de c¨®mo habr¨ªa sido el mundo si se hubiese optado por la recolecci¨®n en lugar de por la agricultura, de la malsana adicci¨®n social al sufrimiento, de la paz que le causa tocar el tambor, de la meditaci¨®n... Mientras llega ese d¨ªa, de vez en cuando sale y duerme en el bosque, ¨¦l le llama ¡°estar fuera¡±. Aunque la ¨²ltima result¨® algo decepcionante. La pasi¨®n por la monta?a y el deporte disturb¨® su sue?o. ¡°Aparecieron unos excursionistas con linternas en la frente... Aquello parec¨ªa el aeropuerto del Prat¡±, bromea.
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