Capitalismo subvencionado
La granja comienza a revolverse y la rebeli¨®n puede estar m¨¢s cercana de lo que piensan quienes siempre se han cre¨ªdo impunes
¡°No hay nadie en este pa¨ªs que se haya hecho rico por s¨ª mismo. Nadie. ?Construye una factor¨ªa en este o aquel lugar? Bueno para usted. Seamos claros: transporta sus mercanc¨ªas al mercado por carreteras que pagamos los dem¨¢s. Contrata trabajadores cuya educaci¨®n hemos pagado todos. Est¨¢ seguro en su f¨¢brica porque los dem¨¢s hemos pagado por la polic¨ªa o los bomberos. No tiene por qu¨¦ preocuparse de las bandas de malhechores que podr¨ªan amenazar sus instalaciones... Mire, usted levanta su instalaci¨®n y ?se le vuelve en algo terror¨ªfico, o en una gran idea? Que Dios le bendiga. Tome, una buena parte de lo que hicimos entre todos. Pero en esa parte hay un contrato social subyacente: de ese bocado hay que pagar para el futuro, para que el pr¨®ximo chaval que viene tenga oportunidades... Sin polic¨ªa, escuelas, carreteras, bomberos, y todo lo dem¨¢s, ?d¨®nde estar¨ªan las grandes empresas, los selfmade multimillonarios? Para que el capitalismo funcione todos y cada uno necesitamos del otro, de los dem¨¢s¡±.
Tranquilos, lectores. No es una propuesta radical, ni tampoco m¨ªa. Es un p¨¢rrafo de A Fighting Chance de la senadora por Massachussets, Elizabeth Warren. Claro que alg¨²n mal pensado puede objetar: a) es dem¨®crata, y b) viene de Oklahoma, podr¨ªa ser una infiltrada de Steinbeck, tan actual ahora mismo en los Estados Unidos como en los a?os treinta de su c¨¦lebre ira. Desde luego el titular de este art¨ªculo puede ser un ox¨ªmoron, porque no se me antoja nada m¨¢s contradictorio que profesar la religi¨®n de la libre empresa y, a la vez, solicitar, instar, exigir, a las administraciones para obtener subvenciones, exenciones, gajes y aseguramiento de los beneficios con menos impuestos, o incluso ninguno. Todo ello en contra de los principios de la competencia, del libre mercado y dem¨¢s artima?as aducidas por empresarios, voceros y acompa?antes. ?Su ¨²nica finalidad? Que se les asegure todo lo que describe la senadora norteamericana, bajo los principios anacr¨®nicos de Hayek o la fracasada cuando m¨¢s se la invoca alumna a la tendera brit¨¢nica, Thatcher y sus ep¨ªgonos al norte y al sur de los Pirineos. Esto es, los partidarios de menos gasto para todos y m¨¢s para nosotros, con sus beneficios para los mismos.
Contradictorios y anticuados, no dejar¨ªan de ser un atractivo grupo para el museo de la historia social y econ¨®mica si no fuera porque sus actuaciones impunes nos afectan a todos, y de qu¨¦ modo. Recortan nuestras capacidades y expectativas, ya tenga el lector menos a?os o se encuentre en la fase final de su trayectoria vital, viva en el campo o malviva en las ciudades que abandonan a su suerte. Con un agravante, han contribuido de modo decisivo al desprestigio de la dedicaci¨®n a los dem¨¢s, esto es de la pol¨ªtica; han logrado sustituir la cooperaci¨®n, la solidaridad, por el ego¨ªsmo m¨¢s descarnado, la competencia en la miseria por un puesto de trabajo o por una migaja. El pa¨ªs de los accionistas universales, el Reino Unido de los ochenta, se ha convertido en el de las exclusiones y en el de la universalidad de la miseria m¨¢s angustiosa. Leo que ahora pretenden volver atr¨¢s, con la p¨¦rdida del pasado, las p¨¦rdidas acumuladas, y la deuda futura de la reprivatizaci¨®n. Vuelta a lo p¨²blico pagando dos veces. ?Grande invento!. Sus imitadores al sur de los Pirineos, de Navarra a Galicia, no dejan de ser m¨¢s esperp¨¦nticos y lamentables, claro est¨¢.
La carcajada podr¨ªa atronar no un escenario teatral sino todo el continente y sus instituciones. Me refiero a la Uni¨®n Europea (para carcajada democr¨¢tica Tusk como relevo a Van Rompuy), a todos y cada uno de sus socios, en todos y cada uno de los escalones territoriales. La obsecuencia empresarial, la brutalidad de las propuestas (trabajar m¨¢s por menos, reclamar el trabajo esclavo de las factor¨ªas asi¨¢ticas o el esperpento tr¨¢gico de los centros de trabajo dickensianos; o alumbrar la esperanza del trato paternal mientras se acumulan las ganancias extraordinarias as¨ª en el para¨ªso fiscal como con la garant¨ªa pagada del otro); son propuestas de despojo de los m¨¢s para acumular la riqueza en unos pocos, que adem¨¢s no pueden ser contabilizados como empresarios emprendedores o innovadores de Schumpeter. Son, sencillamente, salteadores de la sociedad, delincuentes educados en el mejor de los casos en las escuelas de negocios, tan silenciosos todos, alumnos y escuelas, cuando nos llevaron al precipicio. A ellos no, por supuesto. Amenazas, sublevaciones, desplantes, y otros recursos de comedia banal, de vodevil, se avienen poco con la desverg¨¹enza de ayer o de hoy mismo. El colmo lo constituye, aqu¨ª y en todas partes, presentarse como v¨ªctimas o ¡°benefactores¡± como los Ecclestone o Adelson, bien conocidos saqueadores en acto o en intenci¨®n de nuestros bolsillos as¨ª p¨²blicos como privados, que ahora reclaman la legalizaci¨®n de los sin papeles, los espaldas mojadas del sur de r¨ªo Grande para regular, por supuesto a la baja, el ya de por s¨ª irregular mercado laboral de los Estados Unidos.
En nuestros pagos, adem¨¢s, tienen la osad¨ªa de proponerse como ejemplo, y, algo m¨¢s grave (un insulto a la inteligencia) como los aut¨¦nticos representantes de la sociedad civil. Ni sociedad, ni civil. Ayer corsarios, hoy piratas; coro adulador en un caso o corte de los milagros en el patio de Monipodio de una sociedad vulnerable, fr¨¢gil, cr¨¦dula, ayuna por ahora de liderazgos que denuncien, acosen, derriben la ignominia de tanto emboscado como gestor manirroto de los recursos de todos.
La granja comienza a revolverse, y la rebeli¨®n puede estar m¨¢s cercana de lo que piensan quienes siempre se han cre¨ªdo impunes. Las admoniciones de la senadora yanqui debieran formar parte del activo de los empresarios ahora indignados a quienes, por cierto, no se les aplica el remedio de los dem¨¢s indignados del garrotazo y al calabozo, que tambi¨¦n pagamos todos.
Me asaltan a estas alturas algunas preguntas para los beligerantes, ahora, en relaci¨®n con el diagn¨®stico de mi norteamericana: ?han incluido entre sus demandas -de sociedad civil- y en sus cuentas, las amortizaciones de las infraestructuras, se llamen AVE, aeropuertos, ciudades de lo que sea, en su c¨¢lculo de costes? Lo ignoro, pero temo que esto va a beneficio de inventario, esto es, a expensas de todos y de nuestros impuestos. Con todo el afecto para con los posibles aludidos: Si tienen alguna duda sobre autores citados o temas suscitados, que consulten con sus siempre bien retribuidos asesores, as¨ª en las instituciones p¨²blicas como en las organizaciones o empresas privadas. Dicho sea ello sin atisbo alguno de sarcasmo.
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