A vueltas con la identidad valenciana
Somos un pa¨ªs don dos historias, la acad¨¦mica y la urdida con pulsiones patri¨®ticas, y ninguna de las dos nos ha servido para proyectar un perfil riguroso y reconocible
El Consell de la Generalitat ha anunciado una Ley de Se?as de Identidad Valencianas que, como hemos de suponer, describir¨¢ los rasgos idiosincr¨¢sicos e institucionales que nos caracterizan como comunidad hist¨®rica. La iniciativa, por lo pronto, ha sido recibida con fundadas cautelas y notorias cr¨ªticas, tanto por los rectores de las universidades p¨²blicas valencianas como por el Consell Valenci¨¤ de Cultura, sorprendentemente marginado de esta ocurrencia que, de cuajar, vincular¨ªa la futura concesi¨®n de ayudas p¨²blicas a la aceptaci¨®n o encaje con la mencionada norma. O sea, que no parece una novedad balad¨ª. Por ello, y con el fin de contribuir a la m¨¢s completa descripci¨®n de nuestros rasgos identitarios, nos aventuramos a sugerir unos pocos, pero notorios y hasta perentorios a nuestro juicio.
En primer lugar debemos mencionar la corrupci¨®n que los ¨²ltimos tiempos nos ha afamado en el ¨¢mbito espa?ol y alg¨²n otro ¨¢mbito extranjero en el que tambi¨¦n han padecido los desmanes y estafas urban¨ªsticas urdidas al amparo de la laxitud legal y la propensi¨®n al enga?o y el medro de tant¨ªsimos mun¨ªcipes. V¨ªctima de esa venalidad ha sido un paisaje que, la verdad sea dicha a la vista del mal trato que le hemos dado, no nos merec¨ªamos. Pero as¨ª somos, o hemos sido.
Y la historia. Somos, como es sabido, un pa¨ªs don dos historias, la acad¨¦mica y la otra, la urdida con pulsiones patri¨®ticas. Ninguna de las dos, o las dos sumadas, nos ha servido para proyectar un perfil riguroso y reconocible que nos rescatase de la condici¨®n pol¨ªticamente perif¨¦rica y subalterna en que se nos tiene. Adem¨¢s, resulta m¨¢s que notable lo mucho que nuestro buen y d¨®cil pueblo ¨Cy la mayor¨ªa de sus gobernantes- ignora sus or¨ªgenes, los hitos y personalidades principales que lo han conformado en el curso del tiempo. Claro que, con tanta confusi¨®n, bien se explica esta indolencia.
Contra cierta fama de regalados y ociosos por aquello del buen clima, hemos demostrado contar con un cogollo selecto de clase dirigente pol¨ªticamente eficaz a la par que depredador. Tal se desprende de la diligencia aplicada a la liquidaci¨®n s¨²bita y escandalosa de las cajas de ahorros auton¨®micas, adem¨¢s del encogimiento del sector medi¨¢tico, en el que no ha quedado una sola cabecera period¨ªstica de ra¨ªz empresarial valenciana. De c¨®mo se ha malversado la RTVV p¨²blica ya se escribe en las m¨¢s acreditadas antolog¨ªas el disparate y de la mangancia.
Otra nota atronadora. Si no somos l¨ªderes, seguro que estamos entre las comunidades y pa¨ªses m¨¢s calificados por la contaminaci¨®n ac¨²stica. El ruido nos es consustancial, con o sin festejo de por medio. Esta es una causa perdida sin apenas haber llegado a afrontarla. Los ayuntamientos de las grandes y medianas ciudades est¨¢n desbordados o carecen de voluntad pol¨ªtica para corregirla. Asombra que la existencia de cinco universidades p¨²blicas y no se cu¨¢ntos otros coladeros acad¨¦micos privados no hayan atenuado el incivismo que ense?orea el d¨ªa y la noche valenciana.
Pero lo que con toda seguridad no ha de faltar en la dichosa ley es salvaguardar la por estos pagos cuatro o cinco veces secular afici¨®n taur¨®fila que ameniza tantas fiestas populares. Un culto primario, descerebrado y cruel que sin duda se proteger¨¢. Muchos de nuestros vecinos y gobernantes creen que torturar un bou embolat es una haza?a cultural que nos identifica. ?Menuda salvajada!
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