Un punto plano
Algunas ¨®peras resisten mal las versiones de concierto
Se vio hace dos a?os, sobre el mismo escenario, The Fairy Queen en versi¨®n semiescenificada. Y asistimos all¨ª a un buen surtido de los caprichos con que ciertos directores de escena revisten las ¨®peras: un hada, por ejemplo, qued¨® convertida en dependienta sin venir a cuento, mientras que Febo -el Sol- apareci¨® como empleado de banca. Este s¨¢bado, por el contrario ¨Cy tambi¨¦n con una obra de Purcell-, se experiment¨® la otra cara de la moneda: ausencia total de escena en una ¨®pera, como corresponde, por otra parte, a las llamadas ¡°versiones de concierto¡±, King Arthur en este caso. Trat¨¢ndose de una ¡°semi¨®pera¡±, las carencias se notaron a¨²n m¨¢s. Es este un g¨¦nero que incorpora elementos de las antiguas masques y combina el teatro hablado con el musical. El primero queda reservado a los personajes principales, mientras que el canto se destina a los secundarios, seres fant¨¢sticos o mitol¨®gicos en su mayor¨ªa. Para acabarlo de complicar, las partes con m¨²sica instrumental o cantada se intercalaban, en el XVII, entre los actos de la obra de teatro hablada, teniendo con ellos una relaci¨®n puramente aleg¨®rica y escasamente argumental.
King Arthur (versi¨®n de concierto)
De Henry Purcell. The King's Consort. Director: Robert King. Palau de la M¨²sica. Valencia, 8 de noviembre de 2014.
En las versiones de concierto actuales se suprime todo el jolgorio de disfraces, escenograf¨ªa y bailarines que acompa?aba en ¨¦poca de Purcell a las representaciones, pero tambi¨¦n se eliminan los parlamentos que corresponden a los personajes principales. Privados pues de la l¨ªnea narrativa b¨¢sica, de los protagonistas y de la escenograf¨ªa, es muy frecuente que los asistentes no entiendan por qu¨¦ aparecen s¨®lo esp¨ªritus, genios, pastores o sirenas sin venir a cuento y en una obra que trata del Rey Arturo, su amor por Emelinda y su lucha contra los sajones. Es en este punto donde un director de escena imaginativo, ayud¨¢ndose de alguna que otra proyecci¨®n, alg¨²n efecto de luz y, quiz¨¢s, escuetos apuntes de un narrador, podr¨ªa proporcionar la base argumental y ambiental que faltaba el s¨¢bado. Sobre ella, seguramente, la deliciosa m¨²sica de Purcell recuperar¨ªa algo de la magia y la funcionalidad que tuvo en su tiempo. Estos montajes, adem¨¢s, puestos en manos sensatas, no tienen por qu¨¦ ser caros. De hecho, el Palau de la M¨²sica los ha utilizado incluso en la peque?a sala Rodrigo.
Al King¡¯s Consort ya se le ha escuchado en Valencia varias veces. Su director, como en otras ocasiones, pareci¨® preocuparse m¨¢s por la correcci¨®n estil¨ªstica que por el calor interpretativo. Y as¨ª, salvo momentos puntuales, la lectura no tradujo del todo la variedad de atm¨®sferas presentes en la partitura. El coro, compuesto por los mismos solistas, funcion¨® bien. Aquellos flaquearon m¨¢s, aunque Julia Doyle tuvo varias intervenciones destacadas. Y el p¨²blico, como cab¨ªa esperar, recibi¨® con gusto la canci¨®n de Comus, donde Purcell exhibe la faceta alegre y de resonancias populares que tambi¨¦n est¨¢ presente en su labor creadora.
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