El esp¨ªa que pasaba fr¨ªo
'La vida lenta' no es el libro m¨¢s indicado para quien quiera estrenarse con Pla o solo haya comenzado a leerle
La obstinaci¨®n por simplificar a Josep Pla es una empresa vana, pero siempre hay quien lo intenta. Es reciente la polvareda por el Pla esp¨ªa franquista, un episodios con zonas penumbrosas, sobre todo si no se atiende a lo que fue la tragedia intelectual europea de los a?os treinta. Porque Pla era eso en gran parte, complejidad irreductible y la rara lucidez que prev¨¦ los desatinos de cada circunstancia hist¨®rica. En realidad, Pla siempre se escabulle. ?C¨®mo enjuiciar al hombre que cada d¨ªa apunta lo que come, cuando en realidad bebe m¨¢s que come? En edici¨®n tan sugestiva como rigurosa del profesor Xavier Pla, ya est¨¢ en las librer¨ªas La vida lenta, notas in¨¦ditas de 1956, 1957 y 1964. Son tres agendas, apuntes brev¨ªsimos que el escritor toma como recordatorio para futuros dietarios en amplitud o por la pasi¨®n tan incontenible de escribir m¨¢s y m¨¢s, aunque al mismo tiempo estaba con varios libr os al a?o y centenares de art¨ªculos. Como en otras notas ya publicadas, Josep Pla es el solitario escribiendo full time, pero sin dejar de llevar una vida agitada por la bebida en exceso, por la locuacidad imparable del t¨ªmido, en fin, por la curiosidad y un empuje sensual que le lleva a fabulaciones ilusorias que por pudor solo insin¨²a. Lo mismo ocurr¨ªa con las notas de 1967 y 1968 publicadas en el volumen El viatge s'acava
La vida lenta no es una obra literaria en su pleno sentido. No le falta la monoton¨ªa de las agendas telegr¨¢ficas ¡ªel d¨ªa a d¨ªa, el men¨², la bebida que consume, el insomnio¡ª pero, adem¨¢s de ser un material biogr¨¢fico de primera para cualquier planiano, abundan las pinceladas, los detalles, el rasgo creativo que va m¨¢s all¨¢ de la acotaci¨®n horaria sobre un viaje o una conversaci¨®n. Pla enumera y, de repente, el escritor sobrepasa la p¨¢gina de agenda y deja la huella digital de su mejor literatura. Seguramente, La vida lenta no es el libro m¨¢s indicado para quien quiera estrenarse con Pla o solo haya comenzado a leerle, pero para los planianos tiene momentos de esa fugaz belleza de las hojas que el viento arrastra en oto?o. Son notas que luego se convierten en art¨ªculos para el semanario Destino, seg¨²n lo ha rastreado minuciosamente Xavier Pla. Quedan in¨¦ditas las notas de unos meses de 1936. A parte de escribir los vol¨²menes que edita en Selecta, estaba revisando ¡ªreescribiendo¡ª El quadern gris.
Irremediablemente, la pol¨ªtica sigue siendo una pasi¨®n para el Pla espectador
Irremediablemente, la pol¨ªtica sigue siendo una pasi¨®n para el Pla espectador. Habla de ¡°la relativa capacidad del catal¨¢n para la pol¨ªtica¡±. El franquismo le anonada, la censura le fatiga. Grave pesimismo sobre Espa?a. Querr¨ªa emigrar, qui¨¦n sabe d¨®nde. Lo cierto es que entre sus viajes de aquellos a?os para Destino, Italia sigue enamor¨¢ndole. Entre resaca y resaca, ¡°lo m¨¢s importante de la vida es dormir¡±. Hacer la maleta en un instante y luego regresar a Llofriu, como sea. Cuando viaja, no cesa de a?orar la mas¨ªa de su linaje, aunque sea tan fr¨ªa. En Palafrugell querr¨ªa irse, Barcelona le cansa demasiado. No va a Madrid. Le quedan unos pocos amigos y demasiados conocidos. Editores, pol¨ªticos, exiliados que regresan, la pandilla de Palafrugell, inagotable y extraviada. Le impresionan la inteligencia de Dionisio Ridruejo o de Vicens Vives. Le afecta el c¨¢ncer fat¨ªdico de Gaziel. Anota acontecimientos como la intervenci¨®n militar en Suez, la tragedia de Hungr¨ªa o el triunfo del laborismo brit¨¢nico, pero sin ahondar, salvo cuando como un diamante entre las cenizas aparece el adjetivo ¨²nico, insustituible. En Suecia contempla un crep¨²sculo ¡°dulce y ¨¢tono¡±. Describe ¡°ojos de neurosis¡± del viejo poeta Josep Sebasti¨¤ Pons. De Cotlliure dice que tiene un color ¨²nico en Europa porque combina el color de dent¨ªfrico y de tabaco con la pizarra negra.
Casarse, irse a cualquier parte, envejecer de modo indeclinable, pero tal vez precoz, si consideramos que muri¨® en 1981. En 1956 cree que tal vez solo le quedan tres a?os de vida. Sigue deslumbrado por la intensa memoria sensual de Aurora Perea, la amante de los a?os cuarenta que se fue a Buenos Aires. Y el escritor lee todas las madrugadas, casi al alzar. Lee la revista Il Borghese, n¨²cleo italiano del inconformismo conservador donde hab¨ªa escrito Montanelli. Sigue con su admiraci¨®n por The New Yorker, hoy convertido en otra cosa. Repasa Le monde. Se f¨ªa mucho del El journal de Gen¨¨ve. Queda claro hasta qu¨¦ punto los dietarios de Junes Renard o de L¨¦autaud le influyen. Piensa que sumar Voltaire a Chateaubriand ser¨ªa la gran f¨®rmula. Lee una vez m¨¢s a los moralistas franceses del siglo XVII. Y tambi¨¦n las cartas de Madame de Sevign¨¦ pero a pesar de todo dice que la literatura inglesa es la ¨²nica confortable. Habla del ¡°romanticismo fr¨¦netico¡± del diario de Kafka porque solo escribe sobre s¨ª mismo. ¡°Mala vida, siempre la misma vida¡±. Pero quedan los d¨ªas color de absenta, los vinos del Rin, el ruise?or entre las ramas, el viento que trae el olor de las primeras violetas.
Valent¨ª Puig es escritor
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