Amistad
De Joan Barril destacar¨ªa su fant¨¢stico poco sentido com¨²n, su capacidad cr¨ªtica y su creativa irresponsabilidad
In Memoriam
?Por qu¨¦ he querido tanto a Joan Barril?. No resulta f¨¢cil ser original en ocasiones como estas. Y seguramente es en trances como estos cuando las innegables virtudes literarias de Joan, que tantos laureles y elogios recibi¨®, se me hacen m¨¢s necesarias. La mezcla de sentido com¨²n y de poes¨ªa. De presumir saberlo todo y de querer aprender siempre. Hemos tenido la gran oportunidad de vivir juntos, con tantos otros amigos y conocidos, muchas transiciones. Y de vivirlas con sensaci¨®n de aprovecharlas. De experimentar y descubrir. De controlar y de sentir v¨¦rtigo. El era un maestro en el arte de escribir, de mostrar im¨¢genes y sensaciones con palabras. Pod¨ªa parecer en ocasiones barroco. Que se dejaba llevar m¨¢s por el artificio de su propia melod¨ªa escrita que por el contenido estricto. Pero, ¨¦l era muy consciente de que su valor diferencial estaba ah¨ª. No pretend¨ªa ser ni el pensador m¨¢s profundo, ni el periodista m¨¢s informado, ni el presentador m¨¢s incisivo. Era sabedor de su gran capacidad de absorci¨®n y de empat¨ªa. Hac¨ªa sentirse c¨®modo a quien se sentaba a su lado. Tanto, que en ocasiones el mismo era consciente que pod¨ªa caer en el defecto que Woody Allen describi¨® en Zelig: acercarse tanto a qui¨¦n le acompa?aba que acabara convirti¨¦ndose en una copia de ese mismo personaje. Pero esa aproximaci¨®n no era superficial. Joan sab¨ªa muchas cosas. Disfrutaba de una gran capacidad de retenci¨®n de nombres, fechas, lugares e im¨¢genes. Ello le permit¨ªa saber y mostrar sabidur¨ªa. Los dos nos acus¨¢bamos de ser m¨¢s devoradores de contraportadas que lectores concienzudos. Joan era poseedor de una inteligencia r¨¢pida e intuitiva. Y a m¨ª me maravill¨® siempre su capacidad de orientarse en la mara?a de novedades literarias y ensay¨ªsticas. Escog¨ªa bien. Y eso es ya todo un m¨¦rito.
Era un maestro en el arte de escribir, de mostrar im¨¢genes y sensaciones con palabras
Han sido 45 a?os de compa?¨ªa mutua. Con momentos extraordinarios y otros menos memorables. Como ocurre en todos los convoyes vitales en los que estamos metidos. El ha estado siempre en mi vag¨®n de tren, del que han ido entrando y saliendo gentes. Y desde el que hemos ido viendo pasar estaciones, dictaduras y versiones de democracia. Unas veces sentados muy juntos. Otras veces en asientos menos cercanos. Pero siempre en el mismo vag¨®n. ?ltimamente lo ve¨ªa un poco desconcertado por lo que iba aconteciendo. El paisaje que ¨ªbamos atravesando no le acababa de gustar. Y se ve¨ªa menos capaz, por ejemplo, de entender la gracia que otros ve¨ªamos en la esfera digital. Como siempre era brillantemente intuitivo para ser contraintuitivo. Y mucho antes que otros ya nos advirti¨® de ¡°lado oscuro¡± de la revoluci¨®n tecnol¨®gica.
En pol¨ªtica era accidental, aunque no olvidaba or¨ªgenes y barricadas. M¨¢s atra¨ªdo por la simbolog¨ªa y la poes¨ªa de la acci¨®n pol¨ªtica que por las claves explicativas o por casarse para siempre con unos u otros. En esto, como en su propia vida, prefiri¨® arriesgar que acomodarse. Los amigos le fuimos acompa?ando, con m¨¢s o menos aquiescencia, en su distintas opciones vitales y familiares. En el fondo los amigos te tocan y no los eliges. Y a mi me toc¨® Joan Barril una afortunada, para m¨ª, ma?ana de octubre de 1969 cuando me lo encontr¨¦ en una aula de la Facultad de Econ¨®micas que el visitaba para ver a un colega suyo de la Escuela Alemana. Desde ese d¨ªa no dejamos de vernos y de aprender el uno del otro, siendo, como ¨¦l dir¨ªa ¡°m¨¢s vasos que fuentes¡±. Los que le quieren o admiran, hablan de su moderaci¨®n, de su ¡°bonhomia¡± y calidez. Yo a?adir¨ªa su fant¨¢stico poco sentido com¨²n, su capacidad cr¨ªtica y su creativa irresponsabilidad. Todo un personaje. Mi amigo
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