Un editor europeo llamado Vallcorba
La Fundaci¨®n S¨¢nchez Ruip¨¦rez y Casa del Lector de Madrid rinden tributo al fundador de Acantilado y Quaderns Crema
Ah¨ª estaba el trajeado Robert Lowell, con sus gafas de carey, encajando en pleno recital el ruidoso boicot de Allen Ginsberg y sus muchachos de la Beat Generation, pertrechados incluso, dice la leyenda, con un ni?o de pecho al que hac¨ªa horas no daban de comer para que lo denunciara con su estridente lloro. Nueva York, principios de los a?os 70. ¡°S¨ª, lo recuerdo, yo estaba all¨ª¡±, atajaba el editor Jaume Vallcorba cuando se citaba el episodio. ¡°Lo m¨¢s chocante es que en esa ¨¦poca era un contracultural que a su vez era profesor universitario de literatura medieval¡±, contrapone siempre uno de sus escritores-emblema, Quim Monz¨®. Quiz¨¢ esa dualidad, fruto de su omn¨ªvora pasi¨®n por la cultura, explique que editara no ya solo en catal¨¢n el dif¨ªcil Morts per la Uni¨®, de Lowell, sino que entre Quaderns Crema y Acantilado su cat¨¢logo abarcara desde la Her¨¢ldica catalana (por m¨¢s que fuera del sabio Mart¨ªn de Riquer) a buena parte de la obra del preNobel Imre Kert¨¦sz. Una faceta de publicista europeo y universal que pocas veces se recuerda de la labor del editor catal¨¢n, fallecido el pasado 23 de agosto.
¡°Supo aliar, no s¨¦ c¨®mo, una inmensa erudici¨®n, personal y universitaria, a un sentido de los negocios y a una voluntad de hacer part¨ªcipes a todos sus gustos y sus elecciones. ?Cu¨¢ntas lenguas hablaba? Al menos cinco. Fue, de hecho, por su cultura, voluntad y humanismo, el prototipo de editor europeo¡±, le define el franc¨¦s Paul Otchakovsky-Laurens, amigo y responsable del tan min¨²sculo como selecto sello Editions P.O.L.
Su erudici¨®n y cosmovisi¨®n parecen ser la clave de ese cat¨¢logo el que casi 8 de cada 10 t¨ªtulos en Acantilado y el 70% de los de la catalana Quaderns Crema son nombres extranjeros. Y, por ello, extrapolables a cualquier pa¨ªs occidental. ¡°Es un caso muy raro de nuestro tiempo¡±, rememora otro de sus amigos, el italiano Roberto Calasso desde su despacho de Adelphi. ¡°Demostr¨® ser un gran editor en poqu¨ªsimos a?os; nuestra complicidad fue r¨¢pida, hasta fulm¨ªnea; a m¨ª me recordaba a un Privatgelehrte de la ¨¦poca de Nietzsche, alguien que a¨²n se atrev¨ªa a hablar de ¡®nosotros los fil¨®logos¡¯; que hubiera tenido que lidiar con la Chanson de Roland antes que con el mundo de la edici¨®n ya era una excelente premisa¡±.
Por descontando que Vallcorba edit¨® la Chanson de Roland en un estudio suyo, gran experto como era en trovadores, tanto que lleg¨® a disertar sobre ellos en el coraz¨®n mismo de la orgullosa patria de esos poetas: en febrero de 2012 imparti¨® dos conferencias en el prestigioso?College de France. ¡°Fueron excepcionales, es muy extra?o que un editor extranjero sea invitado a ello¡±, a¨²n recuerda hoy Dominique Bourgois, de la no menos exquisita Christian Bourgois ?diteur.
Busc¨® un cat¨¢logo con el halo cultural del Carlomagno que¡®cosi¨®¡¯ el continente
¡°Era un intelectual, m¨¢s con un pie y medio fuera de Catalu?a y Espa?a que aqu¨ª y, sobre todo, un europe¨ªsta convencido, tipo Carlomagno, con ese esp¨ªritu universal y transversal que le hac¨ªa decir que quer¨ªa reproducir en su cat¨¢logo esa esencia que llev¨® a que un autor ruso escribiera en franc¨¦s y entendiera perfectamente las cuitas de Shakespeare¡±, sintetiza Sandra Ollo, viuda de Vallcorba y hoy al frente de sus dos editoriales, ese halo que, como el del gran emperador medieval, asent¨® las bases de la Europa occidental cosiendo el dominio carolingio a partir de la cultura, la religi¨®n y el arte.
Am¨¦n de infinitas lecturas ya en su etapa de profesor universitario en Burdeos o sus viajes contraculturales de los 70, Vallcorba aliment¨® su esp¨ªritu tambi¨¦n en los pasillos de la Feria del Libro de Fr¨¢ncfort, donde debut¨® en 1980, un a?o despu¨¦s de haber creado Quaderns Crema, y en cuyo est¨¢n no se le encontraba nunca: estaba dando vueltas entre los de lengua alemana (Hanser, Suhrkamp, Diogenes), los franceses (Gallimard, P.O.L., Bourgois¡) y la Adelphi de Calasso. Casi nunca en el ¨¢rea de norteamericanos y anglosajones, huyendo siempre de la moda. ¡°Recuerdo sus visitas a nuestro estand, donde miraba muy atento lo que public¨¢bamos, con codicia y gran elegancia¡±, asegura Dominique Bourgois. ¡°Me sorprendi¨® que nunca rechazara un encuentro conmigo a pesar de la diferencia de tama?o de nuestros sellos a su favor¡±, admite Otchakovsky-Laurens, que copiar¨ªa de su cat¨¢logo, ¡°su diversidad, su universalidad, reflejo de su curiosidad incansable¡±. ¡°Sus refinadas selecciones le hicieron formar parte de un club muy restringido de grandes contrabandistas de la cultura y del placer de la lectura en Europa¡±, sentencia la editora francesa.
?Pero de d¨®nde consegu¨ªa Vallcorba el material para ser uno de los grandes contrabandistas culturales europeos? El editor catal¨¢n casi nunca hac¨ªa con los t¨ªtulos o los autores intercambio de cromos con sus colegas internacionales. Tampoco nunca trabaj¨® con los famosos scouts (rastreadores de las tendencias, autores y manuscritos, a sueldo de las editoriales). ?Entonces? ¡°Lo que siempre ha tenido esta casa y ten¨ªa Vallcorba eran amigos, con los que manten¨ªa largas conversaciones y de las que sal¨ªan cosas; muy a menudo ten¨ªamos a gente culturalmente muy diversa cenando en casa. De los libros salen libros¡±, acota Ollo. As¨ª, gente tan dispar en su cat¨¢logo como Robert Coover o Slawomir Mrozek llegaron de la recomendaci¨®n del propio Monz¨®. Al preguntarle a su autor ucraniano Yuri Andrujovich para qui¨¦n hac¨ªa cola una inmensa cantidad de gente y decirle aqu¨¦l que era para Andrzej Stasiuk, el primero le present¨® al polaco, se hicieron amigos y compartieron sello (y hasta libro, Mi Europa) en Acantilado. Algo parecido hizo Adam Zagajewski con su colega polaco Andrzej Szczeklik, m¨¦dico autor del exquisito ensayo Catarsis. Iba tejiendo una gran tela de ara?a literaria.
¡°Era de los grandes ¡®contrabandistas¡¯ de la cultura¡±, le define la editora francesa Dominique Bourgois
La otra gran fuente de Vallacorba eran las lecturas. ¡°Casi todas las tardes se encerraba cuatro o cinco horas a leer, incluso domingos¡±. Originales y libros for¨¢neos, s¨ª, pero tambi¨¦n much¨ªsima prensa extranjera, especialmente centroeuropea, suiza y alemana: Vallcorba hablaba, en realidad, siete lenguas, entre ellas, con gran dominio, el alem¨¢n. ¡°Hasta de la faja de un libro donde otro autor elogiaba ese volumen hac¨ªa engarces¡±, desvela Ollo.
Los autores centroeuropeos y del Este --¡°dec¨ªa que ten¨ªan un talento distinto, que explicaban cosas nuevas con una voz muy distinta a los del oeste¡±¡ªy las Memorias de ultratumba, de Chateaubriand ¨C¡°le estimulaba intelectualmente la mala fortuna, el maltrato y el punto reaccionario de la obra¡±, apunta Ollo, eran sus debilidades en un cat¨¢logo formado por unos libros que, bromeaba, ¡°de noche, se mueven por los estantes de casa y dialogan entre ellos, por la ma?ana los hallo en lugares distintos¡±.
Ausi¨¤s March, Chesterton, Simenon, el Sue?o de Pol¨ªfilo, impreso por su ¨ªdolo el humanista tip¨®grafo veneciano del XV Aldo Manuzio, editor de su coet¨¢neo Erasmo de Rotterdam¡ Todo cab¨ªa en la casa editorial de Vallcorba. ¡°Esa gran cultura le hac¨ªa f¨¢cil aspirar a algo que hoy pocos pueden conseguir: ser un verdadero editor europeo¡±, sostiene Calasso, que recuerda que le encantaba, mientras le¨ªa, o¨ªr m¨²sica. ¡°Amaba a Bach y le gustaba Rachm¨¢ninov¡±. Eso Barroco y clasicismo del XIX, exquisitos consagrados y exquisitos malditos. Puro Vallcorba.
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