Los amos del Estado
El independentismo y Podemos comparten el rechazo a la idea franquista de Espa?a, que rebrota con el PP
L as generaciones crecidas despu¨¦s de la Guerra Civil vivieron bajo una dictadura que proclamaba un d¨ªa tras otro, obsesivamente, la indestructible unidad de Espa?a. En la escuela, en los diarios hablados de la radio, en todos los peri¨®dicos. En la mili les hicieron jurarle fidelidad. De manera que, para muchos de aquellos j¨®venes, la unidad de Espa?a era un asunto del r¨¦gimen. No les importaba ni poco ni mucho. Tampoco es que estuvieran en contra. Es que pronto entendieron que el permanente vocear sobre la patria y su sacrosanta unidad era un recurso ret¨®rico que escond¨ªa los verdaderos intereses de los beneficiarios del franquismo: exprimir las ubres del Estado. Algunos, convertidos en una burocracia pol¨ªtica de m¨²ltiples ramificaciones; otros, a trav¨¦s de un entramado empresarial m¨¢s o menos adicto, pero usufructuario de aquel orden.
Todo esto fue una eficaz vacuna contra el nacionalismo. Lleg¨® el d¨ªa en que se impuso la evidencia de que tanta invocaci¨®n de la sagrada unidad de Espa?a expresaba, tambi¨¦n, lo contrario de lo que predicaba: la consciencia de una debilidad. La idea de que si no la apuntalaban cada d¨ªa, se agrietar¨ªa. Se derrumbar¨ªa. Hab¨ªa unas cuantas cosas enlazadas: el monopolio de la pol¨ªtica por los militares y los falangistas, o por sus colaboradores; la supresi¨®n del conflicto social, por decreto o a la brava; el centralismo y la imposici¨®n de la lengua castellana; la preservaci¨®n de la religi¨®n oficial, la cat¨®lica. La religi¨®n y la unidad de la patria espa?ola eran las grandes causas que lo justificaban todo. La polic¨ªa y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, el Ej¨¦rcito eran el instrumento que lo garantizaba. Al final, en la d¨¦cada de los setenta, era as¨ª de sencillo. Este era el paquete que deb¨ªa desaparecer con el franquismo.
En Catalu?a cunde ahora, sin embargo, la penosa y frustrante impresi¨®n de que aquel concepto de naci¨®n sigue vigente en una parte de la estructura pol¨ªtica espa?ola. Esa parte incluye la casi totalidad de los cuadros del partido gobernante, el PP de Aznar y Rajoy, y su cohorte de abogados del Estado y altos bur¨®cratas; el ala del PSOE representada por los Bono, Redondo, V¨¢zquez, etc¨¦tera. Y sus partidos sat¨¦lites. Es la idea que han heredado. La mamaron de peque?os, como todos, pero ellos no la han sustituido por otra. Y en la actual coyuntura pol¨ªtica rebrota a trav¨¦s suyo la vieja idea de que la unidad nacional es fr¨¢gil. Creen que si no utilizan los aparatos del Estado para apuntalarla con sus leyes y su fuerza, la naci¨®n espa?ola no se sostendr¨¢. No en Catalu?a y probablemente tampoco en el Pa¨ªs Vasco. Y si cayera por ah¨ª, v¨¢yase a saber qu¨¦ podr¨ªa suceder en el resto. Es una percepci¨®n peligrosa porque introduce el miedo en el comportamiento de los gobernantes espa?oles. ¡°Mientras yo sea presidente, esto no suceder¨¢¡±, repite amenazante Rajoy. Es decir, que si no fuera por la resistencia de su Gobierno, la desaparici¨®n de la naci¨®n espa?ola estar¨ªa cantada. Est¨¢ claro que para ¨¦l naci¨®n espa?ola y Estado son lo mismo.
El malestar catal¨¢n se expresa en el rechazo a la ostentosa apropiaci¨®n del Estado espa?ol por la casta dirigente de la Administraci¨®n central
Todo esto es un desastre de una gran magnitud. Es la expresi¨®n de un cierto fracaso pol¨ªtico de la generaci¨®n que protagoniz¨® la Transici¨®n. La que crey¨® que podr¨ªa superar el franquismo y en muchos aspectos lo consigui¨® porque ahora vive en libertad. Para ella estaba claro que algunas transformaciones solo ser¨ªan plenamente efectivas si se produc¨ªa el desapoderamiento de la burocracia franquista surgida de la dictadura. Pero este proceso ha quedado a medio hacer. Es el punto d¨¦bil de la Transici¨®n: el pacto comportaba la renuncia a desmantelar aquella burocracia. Incluso la renuncia a sustituirla en algunas de las instituciones m¨¢s delicadas, como el Ej¨¦rcito, la judicatura y las empresas estatales. El resultado es que los herederos de aquella vieja burocracia de Estado est¨¢n desnaturalizando el modelo pol¨ªtico surgido de la Transici¨®n inocul¨¢ndole su vieja concepci¨®n de Espa?a y present¨¢ndola como si esta fuera la f¨®rmula que recoge la Constituci¨®n. Intentan imponer una reinterpretaci¨®n del pacto constitucional.
De ah¨ª viene el malestar catal¨¢n. Se expresa en el rechazo a la ostentosa apropiaci¨®n del Estado espa?ol por la casta dirigente de la Administraci¨®n central, una subclase formada en patrones muy centralistas. Est¨¢ compuesta en parte por altos funcionarios, en parte por pol¨ªticos, en parte por directivos de las grandes empresas p¨²blicas y de las grandes contratistas y concesionarias del Estado que, en el modelo espa?ol, lo parasitan. A veces todo a la vez o alternativamente. El PP es su emanaci¨®n. Son los amos del Estado. Al rechazo catal¨¢n de todo esto se a?ade ahora el de Podemos. El rabioso rechazo con que el establishment ha acogido la emergencia de Podemos indica que ha entendido el peligro mejor que el independentismo catal¨¢n. Los independentistas perciben tambi¨¦n a Podemos como un adversario, pero en realidad deber¨ªan ver en el nuevo partido un aliado por lo menos para una parte de su camino, si de verdad creen que pueden ganar su causa por la v¨ªa democr¨¢tica. No les sobra ninguna mano que quiera derribar el orden centralista y su vieja idea de Espa?a. No les sobran aliados. Su com¨²n adversario es la nomenklatura que controla el Estado.
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