Las buenas intenciones
A fin de cuentas, no es corrupto quien quiere sino al que le permiten serlo
Presumir de honradez en el ejercicio de la pol¨ªtica y afines es f¨¢cil: en general, solo basta con que todav¨ªa no te hayan ofrecido ning¨²n cargo. Y como en este a?o casi reci¨¦n estrenado nos van a llover procesos electorales cual granizadas de entusiasmo, habr¨¢ que cuidarse de la calculada pasi¨®n de los fervores para volver de una vez al raciocinio, si es que a¨²n queda resquicio para tropezarse con ¨¦l en una esquina ante tanto alarde de regocijo pascuero. Y con mayor raz¨®n ahora mismo, que con tanto mimo se distingue entre la gente y la casta sin mayores explicaciones. ?Para qu¨¦ explicar cuando es posible encandilar con cuatro cursiladas m¨¢s o menos bien dichas? Ya no se trata de dilucidar si el presidente de una comunidad de vecinos es gente o casta, o una curiosa mezcla de esas categor¨ªas, sino de saber, entre otras muchas cosas, si quienes votaron una y otra vez a ese PP valenciano que ha arrasado estas tierras durante los ¨²ltimos veinte a?os eran casta o gente o gentuza que no sab¨ªa lo que se hac¨ªa, porque lo cierto es que bastaba con ver en la tele a los Zaplana, Olivas, Camps o Fabra para saber a qu¨¦ clase de infecta casta se estaba votando. Ellos, esa manita de politiqueros, venia hasta de Cartagena para hacer precisamente lo que hicieron, y aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria o talego, s¨ª; pero ?por qu¨¦ se les vot¨® durante tanto tiempo? Y si el votante valenciano es un lerdo ocasional o un devoto de la impostura, qu¨¦ formaci¨®n pol¨ªtica puede asegurar que les va a abrir los ojitos en lo que dura una campa?a electoral, o dos, o tres. Y si as¨ª fuera, ?ser¨ªan fiables de coraz¨®n los resultados obtenidos en las urnas mediante esa repentina reconversi¨®n de ilusiones o estar¨ªamos ante otro trampantojo que vendr¨ªa a durar lo que un caqui? La pregunta es que si los ciudadanos que otorgaron sucesivas mayor¨ªas absolutas a zaplaneros y campistas se inclinan ahora por el presunto poder de Podemos y afines, ?hay que fiarse del beneficio que supone una reconversi¨®n tan brutal o se trata de una espeluznante versi¨®n de ese entrismo tan de moda a?os atr¨¢s a fin de roer desde dentro al vencedor? ?O es que Izquierda Unida se ha olvidado ya de los manejos de Julio Anguita con Pedro J. Ramirez para hacerle la pu?eta al PSOE? Tal vez ese lindo recurso permanezca en el limbo hasta que a alguien se le ocurra la oportunidad de renovar la triqui?uela.
A fin de cuentas, no es corrupto quien quiere sino al que le permiten serlo, y a¨²n en el ejercicio de esa vocaci¨®n se producen grandes diferencias. No es lo mismo el psicoanalista que pregunta al paciente en su primera entrevista si desea o no factura de sus entretenidos encuentros que el presidente de una comunidad que se deja enredar a cambio de una mejora en su fondo de armario, quiz¨¢s porque ambos est¨¢ fuera de su sitio y porque de otro modo el loquero tendr¨ªa a su alcance gabelas de mayor envergadura y el presidente honrado acudir¨ªa a los plenos de las Cortes en pijama reci¨¦n planchado o tal vez en vistosos sarag¨¹ells firmados por Francis Montesinos. Como tampoco es lo mismo el obrero en paro que repara el lavabo del ama de casa por una mis¨¦rrima cantidad y en negro, por supuesto, que el concejal de Urbanismo de cualquier partido que se ve de pronto ante la oportunidad de su vida y no duda en aprovecharla. Quiere decirse que nadie est¨¢ a salvo de la corrupci¨®n cuando la ocasi¨®n es buena y que se requiere de algo m¨¢s que buenas palabras para rechazarla de plano. Es una manera propia de asaltar los cielos, vaya. ?Para cu¨¢ndo un Observatorio de la Corrupci¨®n?
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