As¨ª ya se puede, abusicas
Si Rita Barber¨¢ se atropella al hablar en castellano, mucho peor se mueve cuando trata de farfullar en valenciano
Capillas.- Por chuleta que uno sea hay cosas que no pueden hacerse as¨ª como as¨ª. Por ejemplo, que un eurodiputado al que le pagamos el sueldo entre todos (entre todos los que declaramos a Hacienda, claro) haga novillos en una importante sesi¨®n en Bruselas para embroncar en Madrid a cuenta de la sesi¨®n parlamentaria sobre el Estado de la Naci¨®n, y sugiriendo adem¨¢s en su entusiasmada intervenci¨®n, tras los autoaplausos de rigor, que en el Congreso no se encuentra representada la verdadera oposici¨®n, honor que pertenecer¨ªa en exclusiva a los que peroran en las calles. No est¨¢ claro si esa actitud desde?osa hacia los debates del parlamento europeo se debe a que en esa sesi¨®n figuraba un espinoso asunto con Venezuela de por medio, pero s¨ª parece que estamos ante un autol¨ªder que desde?a las formas cuando no convienen a sus intereses (pol¨ªticos, por supuesto). Cabe sugerir que la Uni¨®n Europa bien podr¨ªa contemplar alg¨²n tipo de sanci¨®n ante estas situaciones, lo mismo que una empresa cualquiera sanciona a un currante cuando falta sin justificaci¨®n plausible a su trabajo, y con mayor raz¨®n cuando la ausencia est¨¢ motivada por un curioso cruce de intereses. Y todav¨ªa habr¨¢ que agradecer que el autor de este agravio y sus mariachis no hayan aprovechado la ocasi¨®n no ya para asaltar de una vez los cielos, pero s¨ª al menos el Congreso de Diputados para dejar bien sentado que son los ¨²nicos que merecen jugar al Candy en sus esca?os.
Bas¨ªlicas.- No es del todo justo atribuir a la ingesta de sustancias espirituosas el espect¨¢culo que nos ofreci¨® Rita Barber¨¢ en un acto de tanto relieve ciudadano como la Crida fallera. A fin de cuentas, se trataba de una invitaci¨®n a la fiesta mayor de los valencianos, as¨ª que no hay nada que reprocharle a nuestra alcaldesa, a¨²n en el caso de que semejante infundio fuese cierto. Ya que se invita a la fiesta, nada mejor que estar muy festiva a la hora de presentarla. Tanto m¨¢s cuanto que los asistentes al acto no se parar¨ªan en barras al finalizar el artificio y dispersarse con viento fresco. Cosa distinta es que la animosa Rita aprovechara el est¨ªmulo para demostrar que si se atropella al hablar en castellano, mucho peor se mueve cuando trata de farfullar en valenciano. Y hasta es posible que demostrara m¨¢s cosas escasamente espirituales. Que el dominio de las lenguas, dicho sea con todo respeto, no es precisamente lo suyo; que cada vez se parece m¨¢s a Isabel II de Inglaterra, aunque con menos gracia pero m¨¢s tremendismo para el salero ca?¨ª; que en su caso el furibundo pasado est¨¢ ah¨ª para quedarse¡ Pero, ?por San Jos¨¦!, que no nos contamine m¨¢s. Y, encima, se deja caer por aqu¨ª Felipe VI diciendo que los valencianos son la envidia del mundo. Ser¨¢ que ignora que Zaplana es de Cartagena.
Santuarios.- Se puede cambiar de opini¨®n sobre las Fallas, siempre que los falleros tambi¨¦n est¨¦n dispuestos a hacerlo. Un amigo, que empez¨® su vida laboral a los once a?os haciendo fallas con admirables maestros, escribi¨® hace como un a?o en estas p¨¢ginas un art¨ªculo de nada sobre la fiestas falleras. Jam¨¢s lo hubiera hecho. ?La que le cay¨® encima! Una colecci¨®n de insultos nada imaginativos y poco festivos, entre los que el de ¡°gilipollas¡± sonaba a elogio y el de ¡°fill de puta¡± era un amable saludo a su madre, si se comparan con otras muestras de excelente educaci¨®n. Tambi¨¦n abundaban los que alud¨ªan a su dudosa salud mental, a no se sabe qu¨¦ oscuras tinieblas acerca de su infancia, a espasm¨®dicos des¨®rdenes sexuales, a envidias diversas, y a la exigencia en fin, de que se largara de aqu¨ª cuanto antes, adem¨¢s de otras impertinencias notables y dignas de novatos en cualquier discusi¨®n civilizada. Tambi¨¦n eso son las Fallas, queridos falleros de a pie.
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