Hojas de ruta
Estamos ante el cuento de la lechera, que vale si sirve para proporcionar a quien se lo cree un poco de seguridad y esperanza
Las hojas de ruta gozan de gran predicamento. La expresi¨®n original en ingl¨¦s es road map, que bien pudiera traducirse por mapa de carreteras, en la que se pierde la idea de indefectibilidad de la ruta aconsejada. Quien tiene el road map sabe c¨®mo llegar exactamente a d¨®nde quiere ir, mientras que quien solo tiene un mapa de carreteras debe orientarse y buscar el trayecto. De ah¨ª la hoja de ruta, que nos indica con precisi¨®n cada una de las etapas y decisiones que debemos tomar en las distintas encrucijadas hasta llegar al destino final.
Su uso parece que ofrezca orientaci¨®n y seguridad: usted siga este camino, no se olvide de ninguno de los pasos, y dar¨¢ al final con la localidad anhelada. Es probable que sirva tambi¨¦n para esconder bajo la ret¨®rica cartogr¨¢fica una gran desorientaci¨®n e incluso la ausencia de consenso entre los caminantes respecto a la direcci¨®n a tomar. A juzgar por su profusi¨®n, se dir¨ªa incluso que su uso debiera alarmarnos y constituir un indicio de que nos encontramos en la situaci¨®n contraria respecto a la claridad del objetivo y todav¨ªa m¨¢s al camino necesario para conseguirlo.
Estamos ante el cuento de la lechera, que vale si sirve para proporcionar a quien se lo cree un poco de seguridad y esperanza
Hay un elemento adicional para la prudencia. La hoja de ruta m¨¢s famosa de la historia reciente es la que acordaron los representantes del Cuarteto para Oriente Pr¨®ximo (Estados Unidos, Rusia, Uni¨®n Europea y Naciones Unidas) en 2002 con el objetivo de alcanzar la paz entre Israel y Palestina tres a?os despu¨¦s, en 2005. Aquel manual para la paz, apoyado e incluso adoptado por George W. Bush, ten¨ªa como momento final la existencia de dos Estados mutuamente reconocidos, en paz y seguridad, uno para los jud¨ªos y otro para los palestinos, y pasaba por unas etapas que era necesario recorrer y culminar una detr¨¢s de otra, desde el cese total de la violencia y la congelaci¨®n de los asentamientos en Cisjordania hasta el acuerdo final sobre todos los contenciosos para 2005. A la vista de lo que ha ocurrido desde entonces, no hay concepto m¨¢s asociado al fracaso pol¨ªtico como el de la hoja de ruta.
Dej¨¦moslo claro, la hoja de ruta es el cuento de la lechera. Vale por lo que vende, que es un sentimiento de seguridad que permita seguir manteniendo expectativas y esperanzas. Se entiende que se utilice para el proceso soberanista, fundamentado en la idea de un camino ¨²nico y sin alternativa ¡ªno hay plan B-- que conduzca obligatoriamente a un objetivo perfectamente configurado y localizado llamado independencia. Cuando el movimiento se estanca o incluso decae, las discrepancias se ahondan y aparecen nuevos y m¨¢s din¨¢micos actores pol¨ªticos que modifican la correlaci¨®n de fuerzas, nada m¨¢s adecuado que elaborar de nuevo esa hoja de ruta que nos arrulle en la seguridad del camino bien trazado. Si luego fallan la voluntad, por escasa o por dividida, los l¨ªderes o los partidos, o incluso eso que llam¨¢bamos condiciones objetivas, nadie podr¨¢ reproch¨¢rselo a los cart¨®grafos.
La hoja de ruta de Artur Mas es enga?osa, pero lo son tambi¨¦n sus cuatro etapas y encrucijadas, por imprecisas e interpretables. Nadie concreta qu¨¦ mayor¨ªas electorales o parlamentarias, sobre censo, sobre participaci¨®n electoral o en esca?os, son necesarias. Sucede ya en su primera meta, cuando se anuncia una declaraci¨®n solemne del Parlamento de Catalu?a sobre el inicio del proceso hacia la constituci¨®n del nuevo Estado o rep¨²blica catalana, algo que suena a repetici¨®n de otra declaraci¨®n solemne, la de soberan¨ªa de enero de 2013. Caben adem¨¢s las preguntas sobre la fuerza de la nueva declaraci¨®n, a la vista de la mayor¨ªa que apoy¨® la anterior, 85 de los 135 esca?os; aunque de su car¨¢cter meramente declarativo puede deducirse que a las fuerzas pol¨ªticas comprometidas les bastar¨¢ la mayor¨ªa simple.
Id¨¦ntica imprecisi¨®n se produce en el segundo punto, donde se inicia un proceso constituyente. Sabemos qu¨¦ puede ser un proceso constituyente, a pesar de sus dificultades jur¨ªdicas, pero sabemos poco o nada sobre c¨®mo se inicia. Nada se nos dice tampoco sobre la mayor¨ªa necesaria para superar este punto. Los silencios permiten suponer el prop¨®sito altamente pol¨¦mico de promover un proceso constituyente con menos diputados de los 90 que se necesita para reformar el actual Estatuto, tal como reza el propio Estatuto catal¨¢n.
Los dos puntos aparentemente m¨¢s pr¨®ximos a la meta son todav¨ªa m¨¢s fr¨¢giles. Si atendi¨¦ramos a las declaraciones y compromisos de Mas con Junqueras, se dir¨ªa que el despliegue de las estructuras de Estado que conforma la tercera etapa no es m¨¢s que la reiteraci¨®n de lo que sobre el papel deb¨ªa estar ahora mismo en marcha. Y lo mismo sucede con la alternativa que ofrece el cuarto: la culminaci¨®n democr¨¢tica a trav¨¦s de las urnas por un refer¨¦ndum pactado con el Estado se aproxima peligrosamente a la propuesta del PSC; mientras que la consulta de ratificaci¨®n de la constituci¨®n catalana prevista como plan B se asemeja demasiado a la fortuna que hace la lechera antes de que se le rompa la jarra de leche como para no creer que es el cebo para mantener a Esquerra en esta bicicleta tambaleante pero que todav¨ªa sigue corriendo por la ruta que marca la hoja. Junqueras lo ha reconocido: no es una hoja de ruta, sino un pacto de m¨ªnimos para evitar que la bicicleta se caiga y el proceso quede bruscamente interrumpido.
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