Tarde de triunfalismo con El Juli y Perera a hombros
Toros sin trap¨ªo, viento y frio el d¨ªa de San Jos¨¦
Seis avisos sonaron en la tarde, de los que tres se dieron antes de entrar a matar. De esos seis, cuatro coleccion¨® Perera, que a punto estuvo de que le devolvieran el tercero por su pasividad. Seis avisos, seis; mucho frio, mucho viento y seis orejas cortadas. Un batiburrillo de datos para la estad¨ªstica en tarde con varios argumentos, pero muy triunfalista. Las seis orejas se las repartieron Juli, cuatro, y Perera, dos. Pero vamos por partes.
HERN?NDEZ, GARCIGRANDE / FINITO, JULI, PERERA
Toros de Domingo Hern¨¢ndez -1?, 3?, 4? y 5?- y Garcigrande -2? y 6?-. En general sin trap¨ªo. Los m¨¢s aparentes, 3?, 4? y 5?. De buen juego en general, destac¨® sobre todos el quinto. El sexto, manso, se dej¨® en la muleta. Ninguno se emple¨® en varas.
Finito de C¨®rdoba. ¨Caviso- casi entera trasera (saludos); pinchazo y media, ambos huyendo (pitos).
El Juli. Estocada trasera y rinconera (dos orejas); -aviso- entera baja (dos orejas).
Miguel ?ngel Perera. Estocada trasera ¨Caviso-, -2? aviso- descabello (oreja); -aviso- pinchazo y estocada trasera ¨Caviso- (oreja).
Plaza de Valencia, 19 de marzo. 7? de Fallas. Media.
La corrida de los dos hierros de la casa, Domingo Hern¨¢ndez y Garcigrande, tuvo toros impresentables; primero, segundo y sexto, sobre todo y ante todo, con m¨¢s tipo de novillotes que de cuatre?os. Los otros tres, sin ser gran cosa, disimularon un poco m¨¢s. El toro de m¨¢s cuajo, el quinto que, adem¨¢s, fue un gran toro en la muleta que no luci¨® del todo por el vendaval desatado en la plaza. Noble, con poca fuerza y sin emoci¨®n, el primero; obediente el impresentable segundo; noble y a su inercia, el tercero; ni fu ni fa y algo inc¨®modo, el cuarto, y manso con arrancadas sueltas y buenas, el que cerr¨® plaza. Ninguno de los seis se emple¨® en varas, a lo sumo se dejaron, y pasaron con simples picotazos de puro teatro.
El Juli fue al copo: cuatro orejas. En medio de una ventolera, mont¨® al novillete segundo una faena larga y con bastantes prisas. En ese uso y abuso del toro, Juli trat¨® al torete a ¡°gorrazos¡± y amonton¨® los pases, que siempre remat¨® hacia afuera. No tuvo color lucha tan desigual. Por la derecha, por la izquierda, el tres en uno, y una galer¨ªa final con circulares invertidos: toda una colecci¨®n de pases que hicieron olvidar el viento y el frio. No import¨® que la espada quedara trasera y rinconera para que asomaran por la presidencia dos pa?uelos blancos casi a la vez: dos orejas. Sobraba una.
El quinto, el m¨¢s toro de la corrida, fue un gran toro que el viento no dej¨® lucir en plenitud. El Juli desafi¨® la tempestad, con gran seguridad, y no dej¨® escapar la ocasi¨®n. El gran m¨¦rito fue, precisamente, no dejarse intimidar por el viento. Con la muleta a veces ingobernable y convertida en una banderola a capricho de la ventisca, se pas¨® cuanto quiso y como quiso el gran toro. Una faena arrolladora, de gran seguridad, pasada de metraje y con inoportuno desarme cuando el toro ya ped¨ªa el fin de sus d¨ªas. Le lleg¨® a El Juli un aviso toreando y de nuevo la espada cayo baja. Tampoco import¨®: dos orejas. Sobraba otra.
A Perera casi le suenen los tres avisos del tercero. Con una estocada trasera el toro se acul¨® en tablas y Perera esper¨® la supuesta r¨¢pida muerte del toro. Espera y actitud absurda. Contemplativo Perera, los dos avisos cayeron uno a uno sin que el torero hiciera nada por reducir la agon¨ªa del toro. Antes de esa escena, el astado embisti¨® a la muleta de Perera noble y al paso, llevado por su bondadosa inercia. La faena, tambi¨¦n interminable, no rompi¨® de verdad hasta que lleg¨® el toreo de cercan¨ªas y los cambios de muleta de mano.
El sexto, otro novillote, manse¨® en varas y esper¨® con cierta guasilla en banderillas. Perera no se lo pens¨® dos veces para hincarse de rodillas e ir directo al grano. Al primer muletazo de tal guisa, el toro se march¨® suelto. Pero a la vuelta, cogi¨® los vuelos de la tela y aprovech¨® Perera, que se mantuvo arrodillado, para, entre otros, dar un circular y un natural que levantaron la ovaci¨®n. Las arrancadas del toro no eran seguidas, pero cuando lo hac¨ªa ten¨ªa tres o cuatro imparables como embebido o hipnotizado en la muleta. Cosidos los derechazos en redondo, con la pierna contraria descargada, Perera tambi¨¦n impuso su ley y tampoco le import¨® que el viento no se perdiera la escena. Por el pit¨®n izquierdo ya no fue lo mismo el toro, que no tard¨® en mirar de reojo a las tablas y amagar varias veces con refugiarse en ellas. Otro aviso lleg¨® antes de entrar a matar y al pinchazo previo le sigui¨® una entera trasera que puso fin a la corrida.
Finito se esforz¨® en el insignificante y flojo primero. Despu¨¦s de muchos pases sin ton ni son, buscando un tesoro que nunca lleg¨® a encontrar, sac¨® dos cortas series con la izquierda de bello dibujo. La faena se hizo pesada por larga y lleg¨® el primer aviso de la tarde antes de cuadrar. El burraco cuarto hizo tomar precauciones a los banderilleros sin mucha justificaci¨®n. Entre probaturas y el viento, pas¨® el tiempo y una faena con muchas dudas y poco convencimiento.
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