Quiz¨¢ fue un error
El PP hizo mucho m¨¢s que pedir el voto contra el Estatut. El PP sabote¨®, dinamit¨®, se carg¨® el Estatut y ahora lo puede pagar
No se trat¨® de una declaraci¨®n espont¨¢nea, ni mucho menos del n¨²cleo de la entrevista. Pero, interrogada unos d¨ªas atr¨¢s por el director de La Vanguardia, Esperanza Aguirre Gil de Biedma aplic¨® el manual que recomienda, ante un p¨²blico receptor no demasiado propicio, establecer con ¨¦l alg¨²n hilo de complicidad. Y lo dijo, aunque fuese con la boca peque?a y en modo subjuntivo: ¡°Es posible que fuera un error pedir el voto contra el Estatut¡±.
Es m¨¢s de lo que han dicho o dir¨¢n nunca Rajoy, Gonz¨¢lez Pons, Cospedal, Floriano, Arenas y todo el brain trust del PP, ese que tiene por lema ¡°?que hable alguien!¡± Pero, sin quitarle ni un ¨¢pice de m¨¦rito a la lideresa madrile?a, tal vez convenga tomar pie en sus dudas para reexaminar, una d¨¦cada despu¨¦s, el alcance y las consecuencias de aquella decisi¨®n estrat¨¦gica.
Comencemos por precisar que el PP no se limit¨® ¡ªcomo afirma p¨²dicamente Aguirre¡ª a ¡°pedir el voto contra el Estatut¡± en el refer¨¦ndum de junio de 2006, ni siquiera a votar contra ¨¦l en todas las instancias y fases de su itinerario legislativo previo (Parlamento de Catalu?a, Congreso de los Diputados, Senado), lo cual hubiera sido perfectamente normal y l¨ªcito en democracia. Hizo mucho, much¨ªsimo m¨¢s: criminaliz¨® el texto en t¨¦rminos apocal¨ªpticos (¡°Espa?a est¨¢ al borde del abismo¡±, ¡°el nuevo Estatuto est¨¢ podrido hasta la m¨¦dula, y nada puede limpiarlo¡±, ¡°todo es lo mismo: el Estatuto y la negociaci¨®n con ETA¡±...); excit¨® la catalanofobia con anuncios y recogidas de firmas por toda Espa?a; y boicote¨® sistem¨¢ticamente los intentos de su entonces l¨ªder catal¨¢n, Josep Piqu¨¦, por hallar v¨ªas de compromiso, hasta forzarle a dimitir ya en julio de 2007.
Y luego, cuando a pesar de tantos esfuerzos un Estatuto nuevo ¡ªde ambiciones sensiblemente rebajadas respecto al proyecto de 2005, desde luego¡ª fue plebiscitado y entr¨® en vigor, el PP se apresur¨® a presentar contra ¨¦l recurso de inconstitucionalidad. Un recurso que no ten¨ªa precedentes desde 1978 y que, si bien era legal, quebraba los consensos pol¨ªtico-territoriales b¨¢sicos de la Transici¨®n. Un recurso que, con la complicidad ideol¨®gica del PSOE y de buena parte del establishment jur¨ªdico, desemboc¨® en la humillante y demoledora sentencia de principios del verano de 2010.
As¨ª, pues, el PP de la se?ora Aguirre no ¡°pidi¨® el voto contra el Estatuto¡±. El PP sabote¨®, dinamit¨®, se carg¨® el Estatuto. Y la ahora candidata a la alcald¨ªa de la Villa y Corte no se qued¨® atr¨¢s en la escalada de tremendismos de sus compa?eros de c¨²pula contra Piqu¨¦ y contra ¡°el r¨¦gimen totalitario nacionalista-socialista¡± que el Estatuto de 2006 supuestamente propiciaba.
Pero volvamos al interrogante inicial de la condesa de Murillo: votar contra el Estatuto, ?fue un error? Depende de para qui¨¦n. Por ejemplo, para el independentismo catal¨¢n preexistente, para el que estaba definido como tal desde principios de los a?os 1990, fue una bendici¨®n. Sin el rol del PP y de sus coros period¨ªsticos durante el bienio 2004-2006, aquel independentismo que atra¨ªa a una horquilla del 10% al 16% de los votos, concentrados en un solo partido, no habr¨ªa podido ni so?ar, un decenio despu¨¦s, con expectativas de voto entre el 40% y el 50%, repartidas adem¨¢s entre cuatro o cinco siglas ideol¨®gicamente dispares.
En cambio, para quienes cre¨ªan a¨²n posible encajar razonablemente la realidad nacional catalana en un Estado espa?ol pluriidentitario, supuso una cat¨¢strofe. Sin el recurso de inconstitucionalidad del PP y, por tanto, sin la subsiguiente sentencia del Tribunal Constitucional, el Estatuto ¡°cepillado¡± en el Congreso y aprobado en refer¨¦ndum hubiese podido dar lugar, como su predecesor de 1979, a quince o veinte a?os m¨¢s de ambig¨¹edades, de tiras-y-aflojas competenciales, de pactos del Majestic, del Ritz o del Palace, de peixos al cove y de expectativas m¨¢s o menos ilusorias acerca del talante o las promesas de un nuevo inquilino en la Moncloa. Hoy, en aquel espacio, s¨®lo flotan restos del naufragio; pero el torpedo que hundi¨® al paquebote de la conllevancia lo dispar¨® el Partido Popular, conviene recordarlo.
?Y para este, para el PP, fue un error el boicoteo al Estatuto? Con la perspectiva que ofrecen los a?os transcurridos, me parece indudable que s¨ª, y un error garrafal. En aras de la aspiraci¨®n ¡ªfrustrada¡ª de cargarse a Rodr¨ªguez Zapatero en 2008 o incluso antes, el partido de Rajoy se alien¨® irremisiblemente a una porci¨®n enorme del electorado catal¨¢n y, encima, amamant¨® a sus ubres medi¨¢ticas un competidor, Ciudadanos, que parec¨ªa insignificante y ha resultado temible. Al mismo tiempo, empuj¨® al nacionalismo moderado hacia la radicalidad, porque la castraci¨®n del Estatuto inducida por los populares mostraba que, dentro de la Constituci¨®n, s¨®lo cabe una Catalu?a auton¨®mica, regionalizada y marginal.
En 1980, la incapacidad de la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico para gestionar las aspiraciones andaluzas de autogobierno marc¨® el inicio del declive de aquel partido, que desaparecer¨ªa dos a?os despu¨¦s. El PP no es la UCD, cierto. Pero veremos qu¨¦ pasa durante este 2015.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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