Defensa de la instituci¨®n
Muchas instituciones tradicionales est¨¢n deslegitimadas, pero son necesarias y hasta pueden convertirse en factor de renovaci¨®n
Estos d¨ªas puede verse en los cines National Gallery un fascinante documental de Frederick Wiseman sobre el cl¨¢sico museo de Londres. El filme narra el d¨ªa a d¨ªa de esta instituci¨®n del siglo XIX a trav¨¦s de las reuniones estrat¨¦gicas de su equipo directivo, el trabajo minucioso de sus restauradores, la vocaci¨®n de su servicio educativo y el v¨ªnculo del museo con sus visitantes. Lo que podr¨ªa ser una mera pieza para los amantes de la gesti¨®n cultural se acaba convirtiendo en una experiencia est¨¦tica y pol¨ªtica inolvidable, que demuestra la vida y el potencial ut¨®pico de esta instituci¨®n centenaria.
La pel¨ªcula sirve para reflexionar sobre el concepto de instituci¨®n en un momento en el que est¨¢ sometida a varios factores que la cuestionan. Pero antes de entender por qu¨¦ est¨¢ en crisis, ?c¨®mo definir una instituci¨®n? En un sentido muy amplio, una instituci¨®n es la organizaci¨®n estable de una serie de acciones o relaciones sociales vinculadas a valores, necesidades o problemas de un grupo, colectivo o sociedad. De acuerdo con esta definici¨®n, las instituciones no se limitan a las estructuras cl¨¢sicas de un r¨¦gimen pol¨ªtico (partidos, parlamentos, administraci¨®n de justicia), sino que engloban a organizaciones no gubernamentales, asociaciones, cooperativas, medios de comunicaci¨®n o universidades. Toda instituci¨®n tiene as¨ª tres caracter¨ªsticas fundamentales: una cierta estructura organizativa, la vocaci¨®n de ser estable en el tiempo y una funci¨®n de mediaci¨®n y representaci¨®n social. Estos son los rasgos que, al menos sobre el papel, hacen de la instituci¨®n un pilar fundamental de la democracia. La instituci¨®n es el espacio intermedio entre el individuo y el Estado, la base de la sociedad civil cuya fortaleza determina el dinamismo y la calidad de la democracia (Alexis de Tocqueville). Enraizada en un contexto y proyectada hacia el futuro, la instituci¨®n encarna el principio de pluralismo, porque es un nexo de uni¨®n entre el yo y el nosotros y crea espacios colectivos a partir de la suma de intereses individuales.
Sin embargo, muchas instituciones tradicionales est¨¢n hoy deslegitimadas. En algunos casos, han sido debilitadas por la austeridad y la excesiva dependencia del poder. Y ello pese a que en Catalunya existen ejemplos positivos como el de la Mancomunitat, que apost¨® por crear una red estructural de instituciones culturales, educativas, tecnol¨®gicas y ferroviarias como instrumento de articulaci¨®n del territorio y de modernizaci¨®n.
La deslegitimaci¨®n de las instituciones tambi¨¦n tiene que ver con la corrupci¨®n, que ha ahondado en la desafecci¨®n ciudadana y ha sido clave en la actual crisis del sistema. La crisis y la corrupci¨®n han tenido como efecto colateral perverso la aprobaci¨®n de leyes centralizadoras que, en el caso de las entidades p¨²blicas, reducen su autonom¨ªa y aumentan los controles burocr¨¢ticos. Parad¨®jicamente, esta asfixia de la instituci¨®n incentiva la ineficacia que pretende atajar, y agudiza la tendencia a la burocratizaci¨®n y la resistencia al cambio, propias de toda organizaci¨®n.
Las nuevas tecnolog¨ªas han transformado las formas de movilizaci¨®n pol¨ªtica y se han multiplicado estructuras m¨¢s horizontales de vinculaci¨®n social
Todo ello se produce adem¨¢s en el contexto de una crisis de las figuras de mediaci¨®n, en la que las nuevas tecnolog¨ªas han transformado las formas de movilizaci¨®n pol¨ªtica y se han multiplicado estructuras m¨¢s horizontales de vinculaci¨®n social como las cooperativas o los ateneos. A la crisis de la representaci¨®n pol¨ªtica se le a?adir¨ªa pues la idea de que los intermediarios cl¨¢sicos ya no son necesarios porque la sociedad tiene mecanismos m¨¢s flexibles, espont¨¢neos y auto-gestionados para la transformaci¨®n social.
Todos estos factores conducen a un cierto clima de anti-institucionalismo de signos pol¨ªticos muy diversos que obliga a preguntarse por la vigencia de los valores cl¨¢sicos de la instituci¨®n. ?Se trata de una cr¨ªtica a la forma o al fondo de la instituci¨®n como f¨®rmula de organizaci¨®n social? ?Es la instituci¨®n una entidad obsoleta? Entre un mundo completamente estatalizado, una sociedad dominada por el control pol¨ªtico de las instituciones y un contexto sin intermediarios regido por la gesti¨®n comunitaria de lo colectivo queda espacio para reivindicar la vigencia de la instituci¨®n. Con todo su potencial democr¨¢tico, esta cristaliza el esp¨ªritu de un tiempo, articula la sociedad civil y es una s¨ªntesis entre pasado, presente y futuro.
Siguiendo a Jacques Derrida, se puede incluso defender el potencial de cambio y transgresi¨®n inherente a toda instituci¨®n. Instituir significa crear, y esta fuerza creativa fundacional da a la instituci¨®n una capacidad de renovaci¨®n y contestaci¨®n que debe ser alimentada. Toda instituci¨®n contiene una contra-instituci¨®n, defiende Derrida. Y para ello establece un paralelismo con las fiestas, en las que los rituales y el orden son compatibles con la improvisaci¨®n, la espontaneidad y el exceso. De la misma manera, la instituci¨®n es ley, seguridad y experiencia, pero tambi¨¦n la condici¨®n de posibilidad de lo imprevisible, la ampliaci¨®n de los l¨ªmites y la experimentaci¨®n. La instituci¨®n se mueve en esta tensi¨®n constante entre el fijar, ordenar, dar estabilidad y su capacidad para cuestionarse, renovar su sentido, ser flexible y evolucionar para adaptarse a un entorno cambiante. Explorar esta tensi¨®n y no querer eliminarla es lo que le devolver¨ªa su verdadera carga democr¨¢tica.
Judit Carrera es polit¨®loga
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