Los altos vuelos de ¡®El P¨¢jaro de Fuego¡¯
Alexander Toradze muestra el atractivo de un pianismo diferente en Prok¨®fiev y Stravinski
La Orquesta Sinf¨®nica de Galicia, dirigida por Dima Slobodeniouk, ha afrontado este jueves en Ferrol y el viernes en A Coru?a un largo e intenso programa centrado en dos autores rusos. Sergu¨¦i Prok¨®fiev en la primera parte, con la Suite de El amor de las tres naranjas, op. 33 bis, y el Concierto para piano n? 1 en re bemol mayor, op. 10. En la segunda, dos obras de ?gor Stravinski: el Concierto para piano e instrumentos de viento y la Suite de El p¨¢jaro de fuego (versi¨®n de 1919. Alexander Toradze actu¨® como solista de los dos conciertos para piano, que constituyen una buena muestra de las posibilidades de ampliaci¨®n de repertorio que ofrece la inmensa literatura pian¨ªstica.
La escucha en directo del Concierto n? 1 de Prok¨®fiev explica la reacci¨®n de la cr¨ªtica de la ¨¦poca y por qu¨¦ su autor lo eligi¨® para su participaci¨®n en el Premio Anton Rubinstein del Conservatorio de San Petersburgo de 1912. Su car¨¢cter, m¨¢s rompedor que innovador, fue perfectamente expresado en la versi¨®n que ofreci¨® Toradze. Su t¨¦cnica fue absolutamente incontestable, con una digitaci¨®n de extrema claridad y limpieza, un perfecto control de la din¨¢mica y un riqu¨ªsimo color, tanto en los momentos m¨¢s percutivos como en los m¨¢s transparentes del concierto.
El Concierto para piano e instrumentos de viento de Stravinski tiene una rica sucesi¨®n de climas sonoros, ya desde el aire entre f¨²nebre y solemne del Largo que sirve de introducci¨®n al Allegro inicial. El ritmo sincopado de este movimiento muestra una clara influencia jazz¨ªstica que fue notablemente destacada por Toradze, Slobodeniouk y las secciones de vientos de la Sinf¨®nica. La oscuridad del Largo central tuvo el contraste de algunas luminosas intervenciones del piano de Toradze y de solistas de la OSG. Los d¨²os del oboe de Casey Hill y el corno ingl¨¦s de Scott MacLeod alcanzaron momentos de una elevada emotividad antes del brillante Allegro final.
La Sinf¨®nica y Slobodeniouk, usando un t¨¦rmino golf¨ªstico, firmaron el viernes una de sus m¨¢s brillantes tarjetas desde que es titular el director ruso. Orquesta y director hicieron una lectura sobresaliente de la suite del el amor de las tres naranjas, tan ajustada al car¨¢cter teatral de la obra que en la pr¨¢ctica se pod¨ªa seguir su argumento con solo escuchar la m¨²sica. A destacar, la fiereza de su Sc¨¨ne infernale, la ternura casi on¨ªrica de Le prince et la princesse y el dinamismo final de La fuite.
La OSG ha tocado El p¨¢jaro de fuego en numerosas ocasiones, con diferente fortuna, bajo la batuta de varios directores. La interpretaci¨®n del viernes con Slobodeniouk quedar¨¢ por muchos a?os en la memoria de los buenos aficionados como una versi¨®n de referencia; as¨ª lo demostraron con su prolongada y fort¨ªsima ovaci¨®n final. Y as¨ª ser¨¢ recordada por numerosos motivos: la precisi¨®n, la claridad de l¨ªneas mel¨®dicas, la id¨®nea disposici¨®n de planos sonoros y el control de la intensidad sonora -con una gradaci¨®n muy bien matizada- son algunos de ellos, puramente t¨¦cnicos si se quiere.
Pero es en el car¨¢cter y la manera de sentir la m¨²sica donde radica, sin duda, la diferencia entre una buena versi¨®n y una versi¨®n de referencia. Es la misma que existe entre un buen vino y otro excelente en el que su autor es capaz de expresar la verdad ¨²ltima de la fruta con que se elabora y el terreno en que esta se cultiva. Y es en ese campo donde Slobodeniouk y sus m¨²sicos supieron traspasar los l¨ªmites de lo correcto, de una lectura impecable de la letra, para adentrarse en los terrenos del esp¨ªritu de cada obra.
Todas las secciones participaron de ello: el color y precisi¨®n de la percusi¨®n; la pulida rotundidad de los metales; el aroma casi vegetal de los vientos-madera y el sonido sedoso o aterciopelado de las cuerdas amplificaron la gran musicalidad emitida por su titular. Y los solistas: nuevamente el oboe de Hill; el chelo de Russlana Prokopenko; los clarinetes de Juan Ferrer e Iv¨¢n Mart¨ªn; el fagot de Steve Harriswangler o las trompas de Jos¨¦ Sogorb, David Bushnell y Nicol¨¢s G¨®mez Naval.
Aunque una vez m¨¢s hubo bastantes espectadores que no esperaron a que terminaran los aplausos para salir del recinto, la ovaci¨®n final de la inmensa mayor¨ªa de los aficionados y m¨²sicos la noche del viernes fue realmente reveladora: y es que este p¨¢jaro nunca hab¨ªa volado tan alto despegando desde el Palacio de la ?pera como, pilotado por Slobodeniouk, lo hizo la noche del viernes.
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