Baltimore y la frivolidad
Barcelona no debe tirar por la borda los a?os de transformaci¨®n urbana, algo que deber¨ªan tener en cuenta los pol¨ªticos que llegan
La esperanza de vida de un beb¨¦ negro nacido en el suburbio de Baltimore no solo es mucho menor que la de un reto?o blanco de zona privilegiada, sino que se acerca a cifras africanas. Esto significa un mal acceso a la sanidad y a la higiene, m¨¢s tarde vienen las drogas y las armas (incluidas las de la polic¨ªa). Pero es que la madre coraje que fue a buscar a su hijo a la protesta del otro d¨ªa, una gesta que dio la vuelta al mundo, es una mujer soltera con cinco hijos. Tambi¨¦n es un indicador africano, de las tierras pobres de ?frica. Vuelve a ser un indicador de falta de pol¨ªticas sociales, de gente abocada al fracaso porque no existen los m¨ªnimos apoyos pol¨ªticos. Es por eso que no se puede hablar de suburbio o de banlieue cuando hablamos de Barcelona: podemos hablar de "cuarto mundo", como hace a?os, pero en los barrios hay escuela, biblioteca, servicios sociales, centro c¨ªvico, parroquia y decenas de entidades que son tambi¨¦n capital social. Hay mucho esfuerzo tratando de evitar que el sistema, ahora desmadrado, triture a la gente. La renta no, pero las pol¨ªticas p¨²blicas son equitativas.
Me dec¨ªa hace poco una persona, muy implicada en la cosa p¨²blica: no podemos tirar por la borda estos a?os de transformaci¨®n urbana. Dec¨ªa m¨¢s: si una pol¨ªtica ha funcionado, es la municipal. Es cierto que la herencia ahora mismo parece m¨¢s un peso muerto que algo con vida propia que sigue latiendo. Los efectos de la pol¨ªtica municipal son un tesoro a preservar, porque evita que los adolescentes metropolitanos sean triturados como lo son los de Seton Hill, y hay que hacer m¨¢s, porque hay todav¨ªa demasiados fracasos. Y porque hay una crisis evidente de modelo. La transformaci¨®n que vendr¨¢ tendr¨¢ que incluir por fuerza dos elementos: la conciencia de la crisis, con sus consecuencias y su futuro incierto, y la participaci¨®n, porque de esta tenemos que salir todos juntos. Dejo de lado la transparencia ya que mi impresi¨®n es que, con la que est¨¢ cayendo, la tenemos garantizada. Todo el mundo querr¨¢ hacer bandera de honradez.
Dicho esto, recuerdo que Pasqual Maragall nos dec¨ªa, a los que en su tiempo escrib¨ªamos sobre Barcelona: "ustedes no saben nada" y aclaraba, con esa brutalidad tierna y hasta paternal que a veces ten¨ªa, que hab¨ªa que pensar la ciudad como un todo y que eso se aprend¨ªa en el Ayuntamiento. "No se pueden tratar las cosas por separado", advert¨ªa. La ciudad es org¨¢nica. Lo pensaba mirando la repercusi¨®n que ha tenido una conferencia de Xavier Antich -pensamiento fuerte, sabidur¨ªa sutil- muy cr¨ªtica con el modelo de Barcelona, pero centr¨¢ndolo en la mixtificaci¨®n tur¨ªstica. Nadie negar¨¢ que no ha habido hasta ahora gesti¨®n alguna del turismo que no fuera para incrementarlo, pero tampoco se puede negar que la reflexi¨®n va a cien. Yo misma he participado en los dos ¨²ltimos meses en tres foros de debate, dos acad¨¦micos y municipal el tercero, interesantes y profundos. Pero me importa otro punto.
Antich se?alaba la falsedad de nuestro barrio G¨®tico, recompuesto en el siglo XX. "Podr¨ªan haberlo hecho m¨¢s c¨¦ntrico", coment¨® un personaje sarc¨¢stico en esas fechas. No estamos descubriendo nada, pues, pero el conjunto monumental se remoz¨® all¨¢ donde estaba la ra¨ªz g¨®tica y no por el turismo, sino por la autoestima. Cuando en los a?os terribles del franquismo se desnud¨® la muralla romana, que estaba recubierta de construcciones, la gente iba a verla como quien comprueba que el pasado segu¨ªa estando all¨ª, a pesar de todo. El potencial simb¨®lico de las piedras es enorme. Ahora mismo los turistas fotograf¨ªan una casa g¨®tica del Born que es falsa. Algo similar se hizo con el recinto de Pals que elogiaba Josep Pla.
Otra cosa muy distinta es el "turistificaci¨®n" del Call, que fue una iniciativa de Caty Carreras, concejal que vale m¨¢s olvidar, que quer¨ªa poner a Barcelona en el circuito jud¨ªo. Ahora bien, despu¨¦s de ella y de Carles Mart¨ª, cuando Itziar Gonz¨¢lez lleg¨® al distrito, Ciutat Vella era un polvor¨ªn. La alegr¨ªa de la burbuja convirti¨® la gesti¨®n en mera frivolidad, pero eso la ciudad no lo aguanta. Dec¨ªa tambi¨¦n Xavier Antich que esta operaci¨®n de cart¨®n piedra, ese vender una ciudad que no existi¨® nunca, sirve para tapar una Barcelona obrera. ?De verdad? Tengo la impresi¨®n que, si se quiere dulcificados, sin conflicto, el patrimonio industrial y la memoria obrera nunca han sido mejor tratados que en los ¨²ltimos a?os, despu¨¦s de la tabla rasa ol¨ªmpica, que apuntaba a cosas m¨¢s de moda y con m¨¢s glamur. Ah¨ª est¨¢n las barracas transformadas en memoriales de homenaje, no tur¨ªsticos: de reconocimiento.
Nunca como en esta campa?a municipal se ha hablado tanto de modelo de ciudad. La crisis obliga a replantearlo todo. Pero la ciudad no es s¨®lo una forma de hacer -transparencia, participaci¨®n-- o un problema real como es el de la mala gesti¨®n del turismo. La ciudad, como quer¨ªa Pasqual Maragall, es sistema, es conjunto. Quiz¨¢s solamente la experiencia municipal brinda una visi¨®n hol¨ªstica, que no quiere decir que los dem¨¢s no tengan nada que hacer. Al contrario: los que se incorporan traen consigo nuevos temas, nuevos acentos, correcciones de rumbo que son bienvenidos. Para eso est¨¢n las elecciones. Y estar¨ªa bien que el debate tuviera tanta altura como profundidad. No nos pongamos fr¨ªvolos con la cr¨ªtica, ahora que rechazamos la frivolidad como forma de gesti¨®n.
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