La Iglesia y la crisis
La Conferencia Episcopal, que se ha pronunciado de forma contundente en muchos otros asuntos, acaba de emitir una instrucci¨®n sobre la pobreza tibia y poco comprometida
Por fin, la Conferencia Episcopal Espa?ola public¨®, el pasado 24 de abril, una Instrucci¨®n Pastoral sobre La Iglesia, servidora de los pobres. Ya era hora. Ha sido necesario que pasaran varios a?os para que la Iglesia como instituci¨®n se decidiera a romper su clamoroso silencio en relaci¨®n a la crisis econ¨®mica que se inici¨® en 2008. Esta tard¨ªa reacci¨®n es debida, seguramente, a las posiciones del cardenal Antonio Mar¨ªa Rouco, que mantuvo a la Iglesia demasiado aquiescente con las pol¨ªticas responsables de la crisis actual. La jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica no ha estado a la altura de sus responsabilidades, que no son exclusivamente morales o espirituales.
La publicaci¨®n de esta instrucci¨®n trae a la memoria, guardando las debidas distancias, la actitud de Pio XII ante los cr¨ªmenes cometidos por los nazis. Sometido a presiones para que abandonara su tradicional prudencia y se pronunciara contra aquellos cr¨ªmenes, el Papa pens¨® haber cumplido con su deber mediante dos mensajes radiof¨®nicos que resultaron ninteligibles, sin darse cuenta no consegu¨ªa hacerse entender por el cr¨ªptico lenguaje empleado. Fue un doloroso malentendido, pagado por todos.
Algo parecido sucede con la Instrucci¨®n mencionada. Destaca que la corrupci¨®n, m¨¢s que en factores econ¨®micos, tiene su ra¨ªz en factores morales, es decir, la trata como un pecado grave. El documento hace un llamamiento a la solidaridad con los necesitados y a perseverar en su ayuda, al tiempo que muestra su preocupaci¨®n por la familia o las personas mayores. En sus conclusiones se encomienda a la Virgen Mar¨ªa para persistir en el servicio a los m¨¢s pobres.
La publicaci¨®n del documento apenas ha provocado reacci¨®n. El silencio con el que ha sido acogido da mucho que pensar. La Instrucci¨®n es un documento doctrinal, abstracto y excesivamente espiritual, casi una oraci¨®n dirigida m¨¢s a los fieles que a los ciudadanos. Hace un reconocimiento acr¨ªtico de la situaci¨®n sin aportar ideas, aunque sean generales, para su soluci¨®n. Es poco comprometido algo que, a¨²n sin olvidar la naturaleza de la Iglesia, contrasta con su actitud en otros escenarios, en los que se muestra mucho m¨¢s expl¨ªcita. En este caso se nota mucho su incomodidad. Invocar, ahora, a Le¨®n XIII y a su doctrina social resulta anacr¨®nico. Ha llovido mucho desde entonces.
Hace un reconocimiento acr¨ªtico de la situaci¨®n sin aportar ideas, aunque sean generales, para su soluci¨®n
Tambi¨¦n se echa de menos una condena expresa y rotunda de la corrupci¨®n y de los corruptos. No basta con apoyarse en la fuerza transformadora de la evangelizaci¨®n para combatirla; es preciso reclamar otras medidas m¨¢s dr¨¢sticas. La afirmaci¨®n de que ¡°la Iglesia ha sido desde su nacimiento una comunidad en que ha vivido el amor¡± est¨¢ basada, desgraciadamente, en una visi¨®n autocomplaciente y ut¨®pico-optimista, como ense?a la historia, maestra de vida.
Hay, sin embrago, partes del documentos que, a¨²n aceptando su car¨¢cter te¨®rico doctrinal, son compartibles con una declaraci¨®n de este tipo y que es positivo que se recuerden. Es pertinente, por ejemplo, recordar que C¨¢ritas atendi¨® en 2013 a casi dos millones de personas y moviliz¨® a 71.000 voluntarios; que los inmigrantes son los pobres entre los pobres; que se necesita una aut¨¦ntica regeneraci¨®n moral a nivel social y recuperar una econom¨ªa basada en la ¨¦tica y en el bien com¨²n; que hay que abandonar los ego¨ªsmos individuales y rechazar el aumento de la desigualdad y de la exclusi¨®n social; la defensa de la dignidad de la persona en el orden social, con cr¨ªticas a la l¨®gica mercantil que las considera al servicio de la producci¨®n y el lucro, y, finalmente, que hay que defender un trabajo digno, estable y decente. En definitiva, se trata de una Instrucci¨®n muy eclesi¨¢stica, poco expl¨ªcita, falta de compromiso y excesivamente espiritual. Pero menos da una piedra.
La Iglesia se ha pronunciado con m¨¢s contundencia en otros asuntos. En esta ocasi¨®n ha preferido no hacerlo, olvidando quiz¨¢s que ayudar a que la justicia progrese no es contrario al mensaje evang¨¦lico y que la excesiva prudencia es susceptible de convertirse en complicidad por omisi¨®n. Hay que proclamar que el capitalismo depredador, carente de regulaci¨®n y de ¨¦tica, es uno de los mayores males de nuestra sociedad. Urgen reformas estructurales capaces de reducir la desigualdad y la pobreza. Las pol¨ªticas contrarias a estos objetivos han sido calificadas recientemente de criminales por la revista I Viva de pensamiento cristiano. En Espa?a y en el mundo hay muchos cristianos que luchan contra la injusticia, como el mismo Papa Francisco. La ¡°tolerancia¡± que algunos prelados como Rouco Varela o Bertone, muestran hacia el lujo y la riqueza resulta escandalosa.
Angel Garc¨ªa Fontanet fue magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a
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