Dando marcha
Las comparecencias de De la Rosa y Piqué Vidal han reproducido el esquema del abogado y su cliente que ya no son
La comisión se derrite como un polo barato. Dentro de tres, quizá cuatro sesiones, habrá llegado a su fin. La de este lunes ha sido la número 26; por la ma?ana han comparecido el empresario Javier de la Rosa y el abogado Joan Piqué Vidal, y por la tarde, entre otros, Itziar González Virós (exconcejal del distrito de Ciutat Vella por el PSC), y Carme García (exconcejal de ICV en Sabadell). Ambas denunciaron la corrupción en sus respectivos ayuntamientos. Concesiones de licencias a cambio de pagos, el caso hotel del Palau, el caso Mercurio..., todo aquello. Todo esto. A Itziar González su denuncia le costó en 2009 el acoso en su vida privada y la amenaza de muerte. Hoy ha venido con dos collares, uno rojo y otro negro, ha hecho una firme exposición teórica de cómo enfrentarse democráticamente ante la corrupción, pero ha preferido no detenerse en la práctica.
Las comparecencias de De la Rosa y Piqué Vidal han reproducido el esquema del abogado y su cliente que ya no son. No sólo eso, sino que parece que no se llevan muy bien entre ellos. La verdad es que ya nadie se lleva bien dentro de aquel grupo que se hizo con el poder más corrupto del pujolismo (valga la redundancia). En los tiempos de Grand Tibidabo, De la Rosa decía que nunca se iba a la cama sin hablar con su abogado, como si fuese él Proust y Piqué Vidal su madre. Y en parte dicha mecánica ha vuelto a funcionar esta ma?ana durante la cual el empresario no ha abierto la boca y el abogado no la ha cerrado. Pero cada uno, en su exclusivo y propio interés.
El mutismo altivo de De la Rosa ya se había visto dentro de la sala de Grupos; era el mismo, por ejemplo, que el practicado por Joan-Anton Sánchez Carreté (que vino y volvió, igual que el asesino vuelve siempre al lugar del crimen). Y la revuelta locuacidad de Piqué Vidal parecía ensayada en el gabinete que asesoró a Jordi Pujol, padre, para su comparecencia en esta misma comisión.
Javier de la Rosa se parece al peque?o Nicolás de mayor (acaso formen una continuación de la casta de los Metabarones), apenas mueve levemente la cabeza para negar (y eso es todo lo que dice) y cuando la diputada republicana Marta Vilalta le pregunta si él financió a CiU alza las cejas, pero no como Zapatero. Sólo consiguió sacarle de sus casillas el diputado Carlos Carrizosa. Durante el relevo de los comparecientes, se decía en el bar que De la Rosa se puso nervioso con C's porque nunca olvidará que Javier Nart fue el abogado de Grand Tibidabo durante el juicio donde empezó su caída en picado (los ricos caen en picado y los pobres en picadillo).
Joan Piqué Vidal, que va a cumplir 82 a?os, subió por las escaleras del Parlament en desprecio del ascensor. Andaba con las manos cogidas atrás, cauteloso, despacio, como caminaba antiguamente por los pasillos y las escaleras más oscuras de los juzgados donde fue jefe de los jefes. La épica de Piqué Vidal bien merece un corrido de los Tigres de la Garrotxa o de los Titanes de Durango, pues empieza haciendo vacilar a los 41 jueces de Banca Catalana y acaba con una condena por blanqueo de dinero relacionada con el cártel de Sinaloa. Piqué Vidal se inclina sobre la mesa de la comisión para escuchar mejor a los diputados (que se esfuerzan sin éxito en acorralarle), se lleva la mano al oído como los sordos de antes y sonríe porque disfruta como un camello (de los bactrianos, no de los narcos). Le va marcha. Y de nuevo él la está dando.
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