Palo Alto tambi¨¦n existe
Colau se lleva al Ayuntamiento a los que le acompa?aban en el DESC, lo mismo que hicieron las asociaciones de vecinos en 1979
Deber¨ªa estar prohibido trabajar en un lugar as¨ª. Hab¨ªamos quedado que la especie fue expulsada del para¨ªso hace mucho tiempo. Llevaba a?os sin visitar Palo Alto y me encontr¨¦ con el recinto desbordante de vegetaci¨®n selv¨¢tica. ?Trabajar aqu¨ª¡! Claro que dise?ar no es trabajar, eso qued¨® claro en los a?os setenta. Hoy hay mercado en Palo Alto. Estamos en el cutting edge de la modernidad que quiere encontrar signos importados en la propia ciudad, una actitud que es motor de muchas cosas. Como corresponde, la entrada al recinto est¨¢ saturada de food-trucks, los carromatos de salchichas y otros manjares que en su momento y lugar eran lo m¨¢ximo en cutrez y aceites rancios y que ahora est¨¢n de moda. As¨ª que entre las buganvilias se cuela un aroma a refrito y barbacoa.
El Palo Alto Market es muy pijo y ese es su encanto. La pijer¨ªa es inofensiva. La entrada ¡ªpara limitar el aforo¡ª cuesta dos euros, que es nada, porque lo que reduce la afluencia es precisamente el buen gusto. Todo lo que se vende, que igual son tonter¨ªas, es exquisito. Me dice una de las chicas que ha montado parada que el ingreso es dur¨ªsimo: que hay que presentar desde la web al producto y que mucha gente se queda fuera. Si nos ponemos serios, habr¨ªa que decir que el Palo Alto Market es la cima de la innovaci¨®n, de la imaginaci¨®n y de las propuestas l¨²dicas, todo en uno y en peque?a escala: aqu¨ª la creatividad es individual, es joven, es una propuesta ef¨ªmera, porque en la pr¨®xima convocatoria ser¨¢n otras cosas las que se vendan. No toda la gente que concurre con su parada es joven, pero es casi seguro que llevan poco tiempo en el oficio. Se respira novedad.
Por el recinto no pasan ni ricos ni pobres, sino esa clase media inquieta, educada, m¨¢s joven que vieja. Es fama que los ricos traicionaron a Barcelona. Se vendieron el Eixample entero a los anticuarios que especulaban con rajoles y vitralls modernistas, para refugiarse en la asepsia de Pedralbes y m¨¢s all¨¢: para refugiarse en extra?os proyectos de supervivencia pol¨ªtica, que es econ¨®mica, que es de poder: proyectos de r¨¦gimen, para entendernos, de r¨¦gimen franquista. Esta gente, esta clase, no se mezcla con la ciudad, ni siquiera en un mercado exquisito como Palo Alto. Palo Alto es para el barcelon¨¦s ol¨ªmpico, m¨¢s en femenino que en masculino. Esta es la Barcelona bien formada que est¨¢ innovando tambi¨¦n en comercio, pero no s¨®lo en este rubro tan propio. Y cuando se escriba la memoria de la ciudad, si es que toca reescribirla, est¨¢ ciudad inquieta debe tener su p¨¢gina.
Es fama tambi¨¦n que Barcelona ha descuidado la memoria de los barrios, pero eso es un mito. Cada cent¨ªmetro de barrio ¡ªy de pancarta¡ªest¨¢ documentado en los archivos de los Distritos, con su especialista a la cabeza, y empiezan los l¨ªderes vecinales a llegar al nomenclator: ya han llegado, en la zona alta, geogr¨¢ficamente alta: en los barrios que la Ronda parte en dos. La memoria obrera est¨¢ muy presente. Es cierto que ven¨ªamos de una ciudad euf¨®rica ¡ªla ol¨ªmpica¡ª, que se fue haciendo un poco fr¨ªvola, pero ahora mismo, en la Oliva-Art¨¦s, hay una exposici¨®n que no ha sido inaugurada (a lo mejor la han quitado) en que se cuenta la historia de este taller del metal, intentando llegar al siglo XXI desde el XIX, pasando por las pancartas vecinales del Poble Nou. Pasando por la agitaci¨®n pol¨ªtica de los setenta y tambi¨¦n por la construcci¨®n burguesa enmarcada entre las dos Exposiciones, porque la ciudad es el barrio y es la clase dirigente, cuando la clase dirigente tiene proyecto. Cuando no lo tiene, entonces pasan otras cosas.
Se ha nombrado un Comisionado de la memoria, Xavier Dom¨¨nech, poniendo el acento en los barrios y sus pancartas, como si fuera una ciudad escamoteada. Pero el eje hist¨®rico va de aqu¨ª para all¨¢ seg¨²n qu¨¦ haya tenido m¨¢s peso en cada momento, y es ese peso lo que nos explica la historia. Y, ya que estamos, una repetici¨®n. Ada Colau est¨¢ llevando al Ayuntamiento a la gente que la acompa?aba en el Desc, un observatorio de derechos sociales, donde ella trabajaba. Es el mismo proceso que vivieron, a lo grande, las Asociaciones de Vecinos en 1979, primeras elecciones. Vaciamiento de la base e institucionalizaci¨®n de los l¨ªderes, que signific¨® desmantelar y domesticar la protesta. Nada m¨¢s c¨®modo que reclutar al observador cr¨ªtico y ponerlo a trabajar desde el poder, sean o no sean parejas sentimentales.
Patricia Gabancho es escritora.
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