Cuatro hurras por Colau
Debo admitir mi pleno e incluso entusi¨¢stico acuerdo con algunas de las decisiones m¨¢s controvertidas que la alcaldesa y su equipo han tomado en ese breve per¨ªodo de tiempo
Comenzar¨¦ por confesar que, si ejerciese mi derecho al voto en la Ciudad Condal ¡ªque no es el caso¡ª, el pasado 24 de mayo no lo hubiera depositado a favor de la candidatura de Barcelona en Com¨². Dicho lo cual, a?adir¨¦ que he asistido en respetuoso y expectante silencio a las primeras ocho semanas de actuaci¨®n del nuevo gobierno municipal. Y debo admitir mi pleno e incluso entusi¨¢stico acuerdo con algunas de las decisiones m¨¢s controvertidas que Ada Colau y su equipo han tomado en ese breve per¨ªodo de tiempo.
Mi primer hurra es para el acuerdo de renunciar a la candidatura de Barcelona a los Juegos Ol¨ªmpicos de Invierno de 2026. Siempre he discrepado del modelo de desarrollo de la ciudad a golpe de grandes acontecimientos; un modelo del que Barcelona 1992 fue el canto de cisne, el F¨°rum 2004 supuso la decadencia y unas olimpiadas invernales amenazaban con ser la caricatura. Ni por latitud, ni por clima, ni por imagen internacional, ni por sostenibilidad energ¨¦tica, ese proyecto ten¨ªa sentido alguno. El PSC del alcalde Jordi Hereu lo lanz¨® en una etapa de braceo desesperado por evitar el hundimiento, y Xavier Trias no se atrevi¨® a sepultarlo por presiones de los municipios pirenaicos y tal vez de otros intereses menos confesables. Descanse en paz.
Un segundo hurra, menor pero no irrelevante, lo merece a mi juicio la decisi¨®n de no seguir instalando, por Navidad, una pista de hielo en el centro de la plaza de Catalunya. Aunque dicha plaza, como espacio urbano y arquitect¨®nico, no sea ninguna maravilla, tampoco era preciso ensa?arse con ella incrust¨¢ndole un armatoste antiest¨¦tico y provinciano, impropio de una capital europea: ?imaginan ustedes algo semejante en la parisina place de la Concorde o en la londinense Trafalgar Square, con la excusa de estimular el consumo navide?o? Si los comerciantes quieren una pista de hielo, que la financien y la instalen, por ejemplo, en el Parc de la Ciutadella; el Passeig dels Til¡¤lers ofrece espacio suficiente para ello.
Tercer y estent¨®reo hurra para la prohibici¨®n de celebrar, el pasado 19 de julio, una misa en el foso de Santa Elena del castillo de Montju?c en sufragio de los golpistas de 1936 all¨ª ejecutados. Conviene recordar que el citado espacio, monumentalizado tras la victoria de 1939 en el m¨¢s puro estilo fascista, no rend¨ªa homenaje a los miles de curas, cat¨®licos o burgueses v¨ªctimas, por el mero hecho de serlo, de la violencia revolucionaria, sino a los militares y civiles que se levantaron en armas contra la democracia republicana, o a miembros de la ¡°quinta columna¡±, unos y otros condenados en sentencias formales.
En este asunto, lo escandaloso no es que la misa haya sido prohibida en 2015, sino que se haya celebrado ininterrumpidamente desde 1940 hasta el a?o pasado, con la aquiescencia o el silencio c¨®mplice de las sucesivas administraciones democr¨¢ticas tanto estatales (ministerio de Defensa) como catalanas y barcelonesas. No, se?or Trias, lo que ha hecho el nuevo poder consistorial no es ¡°crear conflictos donde no los hay¡±, sino poner fin a un ritual de apolog¨ªa golpista inaudito cuatro d¨¦cadas despu¨¦s de la muerte del dictador. ?Y luego nos sorprendemos de que al PP le cueste tanto condenar el franquismo!
Finalmente, cuarto hurra ante la pol¨¦mica decisi¨®n de retirar el busto de Juan Carlos I del Sal¨®n de la Reina Regente, sobre todo si es el primer paso para que el flamante comisionado para la Memoria Hist¨®rica, el colega Xavier Dom¨¨nech, reexamine a fondo las pol¨ªticas del Ayuntamiento en esta materia. Porque, sin caer en sectarismos, ?es normal, en una ciudad que no eligi¨® ni a un solo diputado mon¨¢rquico entre 1903 y 1936, que el sal¨®n de plenos albergase las efigies de tres jefes de Estado coronados (Mar¨ªa Cristina de Habsburgo, Alfonso XIII y Juan Carlos I, el segundo de ellos perjuro a la Constituci¨®n que deb¨ªa guardar y hacer guardar)? No hay que confundir el respeto institucional con la beater¨ªa cortesana, ni con la ocultaci¨®n del important¨ªsimo legado republicano que construyeron generaciones de barceloneses.
Discrepo profundamente de otros gestos, anuncios y prop¨®sitos de Ada Colau y los suyos, desde el mensaje de impunidad lanzado hacia los alborotadores urbanos hasta esa misteriosa fijaci¨®n de hacer circular tranv¨ªas por el tramo central de la Diagonal. Pero creo que lo cort¨¦s no quita lo valiente.
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