Si Bilbao fuera Bilbao¡
Buena corrida de Jandilla malograda por Padilla y El Cid
?Ay, Bilbao, que no te reconozco! Ya no queda casi nada de aquel Bilbao que tuvo un nombre de seriedad en el toreo. Desde el principio de la corrida hasta el final. Solamente hubo dos momentos de torer¨ªa en los tendidos: cuando se oblig¨® a saludar a Garrido antes del tercer toro recordando su triunfo del pasado a?o y cuando se pidi¨® la vuelta al ruedo para el cuarto. El resto pudo pasar en cualquier plaza, con la benevolencia y la falta de exigencia que invade la fiesta en la actualidad. Los tres primeros astados lidiados ayer carec¨ªan de la presentaci¨®n necesaria para Bilbao.
La ficha
JANDILLA / PADILLA, CID Y GARRIDO
Seis toros de Jandilla, peque?os los cuatro primeros y bien presentados quinto y sexto. El cuarto, de nombre Ferretero, fue premiado con la vuelta al ruedo por su excelente condici¨®n y el quinto tambi¨¦n fue sensacional.
Juan Jos¨¦ Padilla: estocada desprendida y dos descabellos (saludos) y metisaca y estocada trasera (vuelta por su cuenta tras aviso).
El Cid: Estocada (silencio) y estocada (oreja ben¨¦vola tras aviso).
Jos¨¦ Garrido: Buena estocada (oreja con petici¨®n de la segunda) y estocada ca¨ªda (ovaci¨®n)
Plaza de Vista Alegre. 25 de agosto. Cuarta de las Corridas Generales. Casi media entrada
Sin remate ni trap¨ªo; media corrida que no era digna de esta plaza y no hubo ni una sola protesta, ni una duda siquiera. Es cierto, que con la antigua exigencia nos hubi¨¦ramos privado de disfrutar de Ferretero, un animal justito de presentaci¨®n que sali¨® en cuarto lugar y que fue tan bravo como noble y con esa clase con la que sue?an los maletillas para llegar a ser figuras. Y sali¨® en Bilbao. Le toc¨® en suerte a Juan Jos¨¦ Padilla y no supo por d¨®nde meterle mano. Vulgar en banderillas, el toro hab¨ªa galopado con emoci¨®n en un quite por faroles del matador.
Comenz¨® de rodillas y el astado le pidi¨® temple y recorrido y el jerezano dej¨® dos muletazos de calidad. Se dio cuenta de que el toro era de bandera y lo intent¨® pero no pudo. No supo cruzarse ni darle la distancia adecuada. Con todo, hubo un ramillete de muletazos sueltos que s¨®lo serv¨ªan para recordar la excelente condici¨®n de aquel Ferretero con el hocico por la arena. Los tendidos acabaron respetando al torero con un silencio de denuncia cuando rod¨® el jandilla tras un metisaca en los bajos y una estocada apresurada. La vuelta al ruedo al toro dej¨® en evidencia al espada, que lejos de abochornarse dio un paseo alrededor del anillo por su cuenta con el benepl¨¢cito de los espectadores.
?Ay Bilbao, que no te reconozco! Quiz¨¢s sea el ¨²nico torero al que no se le deba silbar en una plaza. Su pundonor merece m¨¢s que respeto, pero el Bilbao verdadero habr¨ªa impedido al pirata aquella vuelta al ruedo tan injusta que hasta el propio matador la hizo breve y con semblante serio. Pero no fue el ¨²nico chasco de la tarde. Sali¨® el quinto, en plena efervescencia por el animal anterior premiado, y quiso ser mejor que su hermano. Si le llega a tocar a El Cid en suerte habr¨ªamos visto una faena para la historia; ese torero que dio distancias a los toros, que los met¨ªa en la muleta con trazo largo y series breves y ligadas. Pero el de Jandilla cay¨® en las manos de otro Cid, incapaz de ponerse firme y aguantar la embestida de un toro tan bravo como noble, que se esforzaba por colocar la cabeza en la muleta del sevillano.
Garrido cort¨®
El torero, que ya hab¨ªa naufragado en su primero, le acort¨® las distancias, dud¨® y acab¨® por cortar la ilusi¨®n de un p¨²blico que esperaba otra cosa cuando el sevillano tom¨® la muleta. Y le dieron una oreja... La bronca se deber¨ªa haber escuchado hasta el Arenal y sin embargo, El Cid pase¨® una oreja. ?Ay, Bilbao, que no te reconozco! A Jos¨¦ Garrido tambi¨¦n le toc¨® un toro bueno, su primero, aunque con trap¨ªo de novillo. El extreme?o estuvo a la altura y cort¨® una oreja; puso toda su intenci¨®n y a veces estuvo apresurado, pero demostr¨® que tiene una buena mano derecha y dej¨® naturales de buen corte. Entrega y estocada certera. Suficiente para un trofeo, pero los tendidos de Vista Alegre con la exigencia de una plaza de tercera insisti¨® en pedir la segunda oreja. Habr¨ªa sido un bajonazo definitivo para este coso. Fueron los mismos espectadores que en el sexto le pitaron por tratar de justificarse ante el imposible sexto, un bonito jabonero que se apag¨® demasiado pronto. Los pitos debieron ser para quienes arruinaron una tarde de triunfo y no para el ¨²nico torero que hizo lo correcto. ?Ay, Bilbao, que no te reconozco!
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