La espuma de los d¨ªas
Iceta se balancea al ritmo de Tina Turner ante los viejos militantes mientras reparte rosas con Carme Chac¨®n y Pedro S¨¢nchez
Vuelve a bailar Iceta, esta vez en Gav¨¤, en la fiesta de la Rosa, el invento de los socialistas del Baix Llobregat que acab¨® convirti¨¦ndose en el gran acontecimiento del socialismo catal¨¢n. Iceta, el pol¨ªtico que cada d¨ªa cuelga en su Twitter un haiku de Buson, de Espriu..., alza los brazos y se balancea al ritmo de Tina Turner ante los viejos militantes. Veinte mil dicen que se han juntado esta vez. Aqu¨ª est¨¢n: las agrupaciones del ¨¢rea metropolitana expirando junto a la playa de Gav¨¤ como un leviat¨¢n rojo al que nadie ha sido capaz de cazar, pero que ahora va a morir de viejo. Es la gente de las primeras urnas, que se ha sentado a largo de hileras de mesas, de manteles, botellas de vino, platos de pl¨¢stico, servilletas de papel, ocupando la pineda. Es el merendero de la mano de obra, a la que ya no le queda m¨¢s fuerza de trabajo que vender. Poco personal se ve este domingo con menos de 50 a?os. Pa?uelos rojos del partido atados al cuello. Gorras rojas y gorras blancas con el pu?o y la rosa. Iceta acaba de decirles que ellos vienen directamente de la Revoluci¨®n Francesa, y ha terminado bailando sobre el escenario en compa?¨ªa de Pedro S¨¢nchez y Carme Chac¨®n; pero ¨¦stos no bailan, reparten rosas. Tambi¨¦n da rosas Iceta, y cuando ya no tiene ninguna vuelve a agitar los brazos como celebrando una fiesta de la espuma de los d¨ªas.
Los d¨ªas del socialismo se consumen bajo estos pinos playeros en los que hay atados altavoces, extintores. Los aviones del Prat a¨²n vuelan bajo y pasan cerca de la tierra, pues de la tierra no hay escapatoria. En la intervenci¨®n de Pedro S¨¢nchez, un Airbus de Dub¨¢i ha atravesado la fiesta. S¨¢nchez les anuncia a los asistentes la patria de los socialistas, y se ve que ya no es la misma patria de la que hablaba Jean Jaur¨¨s. Acaba prometiendo S¨¢nchez que si ganan traer¨¢n el Senado a Barcelona. Otro animal moribundo.
El viento empuja el humo de las barbacoas hasta el escenario, un viento que huele a comida, a chistorra, a caracoles, a fideu¨¢ para 800 personas, a arroz a tutipl¨¦n. Es una humareda entre garrula y dickensiana. Dos carteles enormes, mao¨ªstas, flanquean el escenario, ambos con la foto de Iceta, que ha salido con ese escorzo suyo tan fr¨¢gil de hombre con gafas, al modo de Hollande. Ahora, en vivo, va sin chaqueta. Camisa arremangada y un pin socialista por debajo del pecho. A todos estos jubilados les grita que es feliz. ¡°?Soy feliz!¡±, exclama desga?it¨¢ndose; porque por fin Iceta, el alma del hombre bajo el socialismo, ha visto como su alma, es decir, sus constantes a?os de militancia, se han hecho carne entre los pinos, entre la noche, entre la historia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.