M¨¢s all¨¢ del 3%

La corrupci¨®n es un fen¨®meno curioso. Tanto por los perversos pactos de silencio que genera como por sus consecuencias m¨¢s all¨¢ del volumen de dinero desviado. Por eso, limitar la respuesta a la corrupci¨®n a pedir la restituci¨®n de lo robado es tan limitado como en gran medida exculpatorio. Por un simple motivo: lo robado es irrestituible.

Empecemos por el impacto social. Los estudios demuestran que la tolerancia con la corrupci¨®n est¨¢ directamente relacionada con la percepci¨®n de que uno se beneficia de ella. Es decir, si alguien roba 100, pero de estos 100 algo acaba en nuestro bolsillo o nos beneficia directa o indirectamente, es probable que la corrupci¨®n nos parezca tolerable y no la denunciemos. El aumento de denuncias de la existencia de mala praxis en la gesti¨®n de lo p¨²blico en ¨¦poca de crisis responde precisamente a que personas que antes se sent¨ªan directa o indirectamente beneficiadas, o esperaban percibir algo a cambio de su silencio, dejan de sentirse cuidados. Evidentemente, siempre existir¨¢n los alertadores capaces de levantar la liebre incluso pudiendo optar por chupar del bote, pero en nuestro pa¨ªs estos actos heroicos no solo son escasos, sino que no contamos con mecanismos de reconocimiento social ni amparo legal de sus protagonistas. A nivel social, la existencia de bolsas de poblaci¨®n que es m¨¢s o menos consciente de participar de un fraude que impacta sobre la calidad de vida del resto acaba articulando formas espec¨ªficas de relaci¨®n social, descohesionando la sociedad y creando mecanismos antisociales de competencia por acercarse a los nodos de distribuci¨®n de favores. Tonto el ¨²ltimo.

En t¨¦rminos econ¨®micos, el tipo de corrupci¨®n que parece haberse instalado en la Espa?a y la Catalu?a del post-franquismo, basada en la financiaci¨®n ilegal de intereses privados (de partido e individuales) a trav¨¦s del cobro de comisiones por la concesi¨®n de obra p¨²blica no s¨®lo ha mermado las arcas p¨²blicas, sino que ha introducido distorsiones en el modelo productivo cuyo impacto es m¨¢s f¨¢cil de calcular en generaciones que en dinero.

En la din¨¢mica del 3%, las empresas de nuestro pa¨ªs que han querido optar a contratos p¨²blicos no han recibido ning¨²n incentivo para destacar en base a la innovaci¨®n o utilidad de sus servicios o productos, sino que se les ha pedido que jueguen a otro juego ¡ªel de vender silencio y falsificar facturas. Si el ¨²nico criterio para comprar un producto o servicio es el tama?o de la comisi¨®n, ?qu¨¦ importa si el producto es el mejor o el peor? Cuando lo importante son las prebendas, el mejor aceite es siempre el de colza, el mejor cemento el que tiene aluminosis y el mejor puente el de Calatrava. Como estas condiciones no se hacen p¨²blicas en el BOE ni en el DOGC, la forma de acceder a las verdaderas mesas de negociaci¨®n ha sido el cultivo de la proximidad con el poder y sus brokers o tesoreros. Esta forma de selecci¨®n de los proveedores olvida a todas aquellas empresas y personas sin acceso a estas redes de proximidad o sin voluntad de encubrir la corrupci¨®n. Deja en la cuneta la capacidad de innovaci¨®n del pa¨ªs, que se ve obligada a abandonar o emigrar.

?Imaginan cu¨¢n mejores infraestructuras, software, estudios de impacto ambiental, comedores escolares, procesos y servicios tendr¨ªamos si se los hubi¨¦ramos encargado a los verdaderos ganadores de los concursos p¨²blicos, y no a los amiguetes? ?Qui¨¦n nos devolver¨¢ el talento desperdiciado de la generaci¨®n mejor preparada de la historia de nuestro pa¨ªs, a quien se le ha negado la posibilidad de participar de nuestra econom¨ªa? Incluso cuando la capacidad de innovaci¨®n de nuevos actores no corrompidos ha conseguido escapar al ostracismo, la alianza de donantes y donados ha creado mecanismos legales para quit¨¢rselos de encima. V¨¦ase el caso de las energ¨ªas renovables, ahogadas en leyes absurdas. Ya nos advirtieron de que romper pactos de silencio puede salir muy caro ¡ªsi cae una rama, caen todas.

Finalmente, la corrupci¨®n aumenta la desigualdad y pervierte la progresividad del sistema fiscal. Como los beneficios de la corrupci¨®n tienden a repartirse entre grupos sociales bien conectados con el poder y por lo tanto con ingresos superiores a la media, los amiguetes son los que consiguen los contratos m¨¢s lucrativos, y se cargan por el camino la capacidad p¨²blica para distribuir los recursos y la carga fiscal de forma eficiente. Cada punto de aumento de la corrupci¨®n, de hecho, aumenta en siete puntos el coeficiente GINI de desigualdad. Ah¨ª es nada.

La mala noticia es que el da?o ya est¨¢ hecho y es irreparable tanto en t¨¦rminos sociales como econ¨®micos. La buena noticia es que la gasolina de estas din¨¢micas son nuestros votos, y que en cada votaci¨®n podemos darnos la oportunidad de volver a empezar.

Gemma Gald¨®n es doctora en Pol¨ªticas P¨²blicas.