Un vampiro en el Palau
Nosferatu cobra vida musical con el talento del organista Juan de la Rubia
No sabemos si el organista valenciano Juan de la Rubia ten¨ªa una ristra de ajos escondida bajo el asiento del ¨®rgano del Palau de la M¨²sica; tampoco sabemos si ten¨ªa a mano un espejo para, llegado el caso, protegerse del mal. Lo que si sabemos es que, ni en la m¨¢s feliz de sus pesadillas, el conde Orlok, Nosferatu, pod¨ªa haber so?ado mejor compa?¨ªa en su visita al templo modernista. Porque, m¨¢s all¨¢ de un acompa?amiento musical convencional, lo que Juan de la Rubia hizo durante la proyecci¨®n del filme cl¨¢sico de Friedrich Wilhem Murnau Nosferatu (1922) fue puro arte de la improvisaci¨®n.
Acert¨® el Palau con su propuesta: celebrar un concierto de Halloween el D¨ªa de Todos los Santos visionando una obra maestra del cine mudo tan apropiada para esta jornada como Nosferatu, joya del expresionismo alem¨¢n y pieza clave en la historia del g¨¦nero de terror: no en vano es el padre de todos los dr¨¢culas que en el cine han sido.
Iluminaci¨®n tenue, una gran pantalla y, en el centro del escenario, como sumo oficiante del evento, Juan de la Rubia interpretando en directo una banda sonora con la emoci¨®n ¨²nica de la improvisaci¨®n. Y cuando la espectacular sonoridad del gran ¨®rgano Walcker del Palau, construido entre los a?os 1906 y 1908 y restaurado en 2003 por Gerhard Grenzing, inund¨® el Palau, cobr¨® su verdadera naturaleza el t¨ªtulo completo escogido por Murnau para su pel¨ªcula: Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (Nosferatu, una sinfon¨ªa del horror).
A la primera adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de la novela de Bram Stoker Dr¨¢cula, tan admirada por Murnau, la sonoridad del ¨®rgano le sienta como un guante. El filme, divido en cinco actos, juega con ritmos y tensiones diferentes, como si fuera una sinfon¨ªa. Y la proyecci¨®n cobr¨® vida sinf¨®nica gracias al talento, el virtuosismo y la concepci¨®n musical de Juan de la Rubia, que juega, con mentalidad de director de orquesta, con los mil matices que ofrece un gran instrumento como el ¨®rgano del Palau, desde los matices m¨¢s delicados y transparentes a la sonoridad rotunda, grandiosa, estremecedora.
En su banda sonora recre¨® los misterios y temores de la noche y las luces del amanecer usando motivos y temas de Una sinfon¨ªa alpina, de Richard Strauss; en las escenas m¨¢s intensas de amor, deseo y transfiguraci¨®n improvis¨® sobre temas de Richard Wagner, culminando con un efecto genial al fundir los temas de Parsifal y la muerte de Isolda para ilustrar el final del conde Orlok.
Talento e imaginaci¨®n unidos en una galer¨ªa de improvisaciones en la que sonaros ecos del Faust, de Gounod o La consagraci¨®n de la primavera, de Stravinski. Solo sobraron las toses, que alcanzaron momentos francamente irritantes a lo largo de la proyecci¨®n. Por lo dem¨¢s, un fant¨¢stico concierto de Halloween que acab¨® con Juan de la Rubia recibiendo atronadores aplausos y bravos tras su sensacional, y agotadora, actuaci¨®n.
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