Una bomba de efecto retardado
Ofrecer asistencia privada en un hospital p¨²blico supone introducir la l¨®gica del mercado all¨ª donde debe predominar la ¨¦tica de la prioridad. A la larga puede afectar a la legitimaci¨®n social del sistema
Uno de los debates que Catalu?a deber¨¢ afrontar en la nueva legislatura es si debe permitir que los centros p¨²blicos ofrezcan en sus instalaciones asistencia privada y si el modelo del que es paradigma el Hospital Cl¨ªnico de Barcelona es generalizable a todo el sector. El Cl¨ªnico es un centro de titularidad p¨²blica que sin embargo alberga una sociedad denominada Barnacl¨ªnic que ofrece asistencia privada en las instalaciones del centro y con facultativos del propio hospital. Otros muchos centros concertados han adoptado iniciativas parecidas. El debate sobre la convivencia entre lo p¨²blico y lo privado en el mismo centro es complejo, como se ha visto en la X jornada anual de los Comit¨¦s de ?tica Asistencial de Catalu?a dedicada a este asunto.
Lo primero que hay que constatar es que si la iniciativa privada est¨¢ tratando de colonizar o parasitar de diversas formas la red p¨²blica de hospitales, ello es debido a un cambio de paradigma que hemos de celebrar: hace treinta a?os se presupon¨ªa que la calidad asistencial y la innovaci¨®n estaban en el sector privado. Ahora, nadie discute que la garant¨ªa de calidad asistencial e innovaci¨®n est¨¢ en el sistema p¨²blico, lo que demuestra lo mucho que ha mejorado su gesti¨®n. Y tambi¨¦n el acierto pol¨ªtico de consolidar un modelo que tiene una alta valoraci¨®n ciudadana y que adem¨¢s de calidad, garantiza equidad en el acceso. Con iniciativas como la del Cl¨ªnico, la n¨ªtida divisi¨®n funcional entre red p¨²blica y red privada se desdibuja.
Los gestores que defienden esta opci¨®n ofrecen algunos argumentos consistentes: con este modelo se aprovechan mejor instalaciones y utillajes que est¨¢n infrautilizados; el centro puede fidelizar a sus profesionales ofreci¨¦ndoles una remuneraci¨®n adicional; y en algunos casos, una parte de los beneficios obtenidos por la asistencia privada revierte en mejoras en el propio centro.
Todo eso puede ser cierto. Pero no deja de ser un planteamiento meramente economicista. Las razones de eficiencia son importantes, desde luego, y m¨¢s en tiempos de recortes. Pero no son las ¨²nicas a tener en cuenta. Hay tambi¨¦n consideraciones sociales y ¨¦ticas. Los ciudadanos pueden preguntarse por qu¨¦ se destinan esos recursos p¨²blicos a satisfacer una demanda privada cuando hay largas listas de espera para ser atendidos en esos mismos hospitales. Si se trata de aprovechar quir¨®fanos que estar¨ªan cerrados por la tarde, ?por qu¨¦ no se usan para acortar esas listas de espera? Los gestores responden que el Servicio Catal¨¢n de Salud no lo financia. Habr¨¢ que dirigir pues la pregunta al Departamento de Salud que mientras mantiene cerradas instalaciones propias, deriva pacientes a cl¨ªnicas privadas mediante conciertos especiales.
El ciudadano que est¨¢ en la lista de espera se encontrar¨¢ en una situaci¨®n in¨¦dita: la posibilidad, si tiene dinero, de saltarse la espera y ser atendido inmediatamente en el mismo hospital y por el mismo excelente profesional, pero pagando. A la larga, esta nueva situaci¨®n puede acabar erosionando algo fundamental en un sistema p¨²blico: su legitimaci¨®n social. Si se rompe el principio de equidad en el acceso, resultar¨¢ gravemente da?ado ese intangible tan valioso que es la confianza.
Como sostiene el fil¨®sofo norteamericano Michael J. Sandel en Lo que el dinero no puede comprar (Debate), la ciudadan¨ªa tiende a rechazar por injustos los atajos y privilegios que atentan contra la equidad. Si el sistema espa?ol de trasplantes se ha convertido en un modelo admirado e imitado en todo el mundo es precisamente porque garantiza la equidad. Tenemos las tasas m¨¢s altas de donaciones porque los donantes saben que los ¨®rganos ser¨¢n implantados seg¨²n un estricto orden de necesidad. Que no habr¨¢ favoritismos ni mediar¨¢ transacci¨®n econ¨®mica alguna.
En el modelo de sistema de salud universal como el nuestro existe una tensi¨®n permanente entre los recursos disponibles, siempre limitados, y la demanda, siempre creciente. En este modelo, la asignaci¨®n de las prestaciones no puede regularse ¨²nicamente por el orden de llegada. La sociedad conf¨ªa en los m¨¦dicos la potestad de priorizar, de decidir qui¨¦n debe ser atendido primero, en funci¨®n de la gravedad.
Mezclar dos formas de acceso en un mismo hospital de la red p¨²blica puede dar lugar a din¨¢micas perversas incluso en el caso de que la autoridad exija una estricta separaci¨®n de flujos. Supone sustituir la ¨¦tica de la prioridad por la ¨¦tica del mercado. Con el tiempo, la pendiente resbaladiza en favor de la opci¨®n privada ser¨¢ dificil de evitar pues cuanto m¨¢s crezca esta, mayor beneficio obtendr¨¢ el m¨¦dico. Introducir la l¨®gica mercantil en el sistema p¨²blico puede ser una bomba de efecto retardado para la legitimaci¨®n social del modelo p¨²blico.
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