La vida, la propaganda y la perplejidad
Desmontar la interpretaci¨®n hegem¨®nica de la realidad es el primer paso para que la pol¨ªtica recupere el poder perdido. La alternativa es resignarse al papel de guardianes del orden
El buen pol¨ªtico es el que sabe transitar por la realidad generando espacios de progreso. Pero no siempre es f¨¢cil ponerse de acuerdo sobre qu¨¦ es el progreso. Si repasamos el discurso de los principales partidos y actores sociales todo gira en torno al crecimiento. Pese a las dudas sobre la capacidad de crecer de las econom¨ªas europeas, derecha e izquierda siguen repitiendo el mismo cuento de la lechera: si conseguimos un mayor crecimiento, se recuperar¨¢ el empleo, mejorar¨¢ el consumo y volveremos al c¨ªrculo virtuoso. Un mito que nadie osa cuestionar, fruto de una hegemon¨ªa en que el ciudadano ha sido reducido a estricto sujeto econ¨®mico.
En la sesi¨®n inaugural de la nueva legislatura del Congreso de los Diputados, se produjo un cierto revuelo porque los representantes de Podemos convirtieron el acontecimiento en un espect¨¢culo comunicacional. Al d¨ªa siguiente todas las portadas fueron suyas. De cultura republicana francesa, siempre he sentido cierta fascinaci¨®n por las formas y rituales del poder. De modo que no me costar¨ªa encontrar razones para criticar el n¨²mero que Podemos mont¨® en el momento de jurar los cargos y con la presencia del hijo de Bescansa en el hemiciclo. Pero prefiero quedarme con tres cosas que van m¨¢s all¨¢ de lo anecd¨®tico: la vida, la propaganda, y la perplejidad.
La vida: No hace falta ser antrop¨®logo para entender que una madre amamantando a su hijo es el m¨¢s poderoso icono del poder de la mujer. No se necesita ser nietzscheano para saber que la vida es nuestro modo de estar en el mundo. Colocar tan poderosa imagen de la vida, generalmente reservada a la intimidad del hogar, en el lugar de la acci¨®n pol¨ªtica democr¨¢tica, el Parlamento, no deja de ser una se?al de que otra idea de progreso es posible. Progresar es ampliar las posibilidades de realizaci¨®n vital de los ciudadanos. Y eso empieza por repensar la relaci¨®n entre vida y trabajo.
La propaganda. Vivimos en una sociedad en que la capacidad normativa emana del consumo. Y as¨ª hemos visto c¨®mo la competici¨®n pol¨ªtica se realiza cada vez m¨¢s conforme a los modelos publicitarios de la cultura de mercado. Se vende al candidato, al partido, al programa como una mercanc¨ªa m¨¢s. Podemos introdujo en el Parlamento una figura antigua, anterior a la apoteosis del mercado: la propaganda. La ideolog¨ªa se ha hecho marca como el producto. Lo que permite imponer una manera determinada de entender y organizar el mundo sin que el ciudadano tenga plena conciencia de lo que significa y las consecuencias que puede tener sobre su vida. Recuperando la propaganda, Podemos invita a volver al debate ideol¨®gico: a la confrontaci¨®n de ideas, es decir, los modos de interpretar la realidad.
Recuperando la propaganda, Podemos invita a volver al debate ideol¨®gico: a la confrontaci¨®n de ideas
La perplejidad. Las caras de desconcierto de los diputados de los grandes partidos eran expresivas: esto se mueve y nos pilla descolocados. Hay una fractura creciente en los intereses y en los modos y maneras de hacer de los ciudadanos, que pasa por la barrera de los 45 a?os. Los dos grandes partidos llevan demasiado tiempo gobernando para la gente mayor, que es la que les salva a la hora del voto.
La pugna por imponer una determinada lectura de la realidad es lo que, por lo menos desde Gramsci, se llama lucha por la hegemon¨ªa. De ah¨ª la importancia del espacio comunicacional, que es el lugar en que se configuran las formas de interpretaci¨®n de la realidad y la capacidad para determinar los comportamientos sociales. En las ¨²ltimas d¨¦cadas la pol¨ªtica, a remolque del dinero, ha perdido incidencia en la interpretaci¨®n de la realidad y sobre todo poder normativo, que est¨¢ en manos de los mercados. A estas alturas todo el mundo se da cuenta de su impotencia, que los mismos gobernantes confiesan cuando se escudan en la idea de que no hay alternativa. Desmontar la interpretaci¨®n hegem¨®nica de la realidad es el primer paso para que la pol¨ªtica recupere el poder perdido. La alternativa es resignarse a un estricto papel de guardianes del orden. Los pol¨ªticos hablan de seguridad y miedo, los poderes econ¨®micos, de estabilidad y seguridad jur¨ªdica. Son las verdades que determinan la hegemon¨ªa. Recuperar la pol¨ªtica empieza por cuestionarlas.
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