Reconstruir la pol¨ªtica
La pol¨ªtica democr¨¢tica no puede ser un ejercicio de resistencia en el poder
1. Siempre he pensado que en una cosa Freud tuvo m¨¢s raz¨®n que Marx. Ambos acertaron al analizar la sociedad ¡ªMarx¡ª y el individuo, en su construcci¨®n como sujeto ¡ªFreud¡ª desde el conflicto: la lucha de clases; los desgarros internos que genera el proceso de socializaci¨®n ¡ªde entrada e incorporaci¨®n al mundo, es decir a la relaci¨®n con los dem¨¢s¡ª en cada uno de nosotros. Pero Marx, crey¨® que la superaci¨®n del conflicto era posible. Mientras que Freud entendi¨® el conflicto como constitutivo del sujeto y, por tanto, no se plante¨® superarlo sino domesticarlo, buscar los modos de compensaci¨®n y reconstrucci¨®n de los equilibrios b¨¢sicos.
La conflictividad es esencial en la pol¨ªtica democr¨¢tica. Y no s¨®lo en ella: sin conflicto no hay progreso. La democracia nos provee de mecanismos para encauzar los conflictos y para desactivarlos a menudo a partir de la sublimaci¨®n por la palabra. Los problemas se metamorfosean, nunca se superan definitivamente. La idea de superaci¨®n definitiva es totalitaria. Cuando cay¨® el muro de Berl¨ªn el liberalismo conservador cay¨® en la fantas¨ªa de la superaci¨®n del conflicto y se anunci¨® el fin de la historia. Por unos momentos, se pretendi¨® que, por caminos distintos, se alcanzaba la fantas¨ªa marxista de la superaci¨®n de la pol¨ªtica por la administraci¨®n de las cosas. La guerra de los Balcanes y el 11-S pusieron violento final a la ilusi¨®n. Y qued¨®, sin embargo, de aquel episodio una f¨¢bula tecnocr¨¢tica, que pretende imponer la gesti¨®n t¨¦cnica c¨®mo horizonte absoluto, en nombre del hombre econ¨®mico autosuficiente como valor absoluto y la competencia a muerte como condici¨®n determinante, despreciando as¨ª las ideas y los sentimientos que contribuyen tanto o m¨¢s que los intereses a la configuraci¨®n de las comunidades humanas.
El desprecio de Rajoy por la pol¨ªtica ha gripado definitivamente el r¨¦gimen, con la complicidad por omisi¨®n de un PSOE acomplejado?
Esta tecnocracia se ha convertido ¡ªy las instituciones europeas sufren de ello¡ª en una teocracia al servicio del dios mercado. Durante un tiempo se ha cre¨ªdo que la pol¨ªtica deb¨ªa asumir un papel estrictamente ancilar, de garante de la seguridad p¨²blica y jur¨ªdica. Ahora Europa sufre las consecuencias de este delirio. Se ha querido creer que ya no exist¨ªan problemas pol¨ªticos, sino solo de gesti¨®n econ¨®mica. Una l¨®gica que conduce inexorablemente al autoritarismo posdemocr¨¢tico.
2. Las fracturas de la crisis han roto esta fantas¨ªa. Los ciudadanos pueden caer en la indiferencia en tiempos en que parece que todo es posible. Pero cuando la realidad aprieta se acuerdan del Estado. Y cuando lo ven tan ajeno a su suerte, se indignan. Esta vez la indignaci¨®n, que algunos resabiados dicen que es respetable moralmente pero que no hace pol¨ªtica, se ha traducido pol¨ªticamente. Y el escenario ha cambiado. Los resultados del 20-D, como las del 27-S en Catalu?a, lo que piden es la reconstrucci¨®n de la pol¨ªtica. Al independentismo y a los movimientos sociales que han dado lugar a Podemos y compa?¨ªa, tan denostados desde todos los pilares del viejo r¨¦gimen, deber¨ªa agradec¨¦rseles que hayan contribuido al retorno de la implicaci¨®n de los ciudadanos en la pol¨ªtica. Pero se conoce que para algunos el pueblo es un estorbo.
Costar¨¢ reconstruir la pol¨ªtica en Espa?a despu¨¦s de esta inacabable mayor¨ªa absoluta del PP. Puede que, finalmente, Mariano Rajoy s¨®lo pase a la historia como el presidente que no fue capaz de dimitir por el caso B¨¢rcenas. Pero su desprecio de la pol¨ªtica ha gripado definitivamente el r¨¦gimen, con la complicidad por omisi¨®n de un PSOE acomplejado, paralizado por el trauma del catastr¨®fico final de Zapatero. S¨®lo ahora, gracias a la determinaci¨®n de Pedro S¨¢nchez, que ha cogido por sorpresa a m¨¢s de uno, parece empezar a salir de su letargo. La pol¨ªtica democr¨¢tica no puede ser un ejercicio de resistencia en el poder, como la ha entendido siempre Rajoy, que no ha ofrecido expectativa alguna a la sociedad y ha renunciado a afrontar los grandes problemas ¡ªcomo la gran fractura social, como el independentismo catal¨¢n¡ª dejando que el tiempo los resolviera, mientras no dejaban de agrandarse. Y sigue parapetado en el sectarismo, la arrogancia y el sentido patrimonial del Estado, sin voluntad alguna de interlocuci¨®n y de pacto: o me votan a m¨ª o el PP votar¨¢ No a cualquier otro. En las negociaciones de estos d¨ªas nos jugamos pasar esta p¨¢gina, para que la ciudadan¨ªa pueda sentir la pol¨ªtica como propia, como instrumento para hacer valer el poder que se le niega.
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