Testigos de cargo
Dos veteranos periodistas, Wilfredo Espina y Llu¨ªs Foix, explican en sus memorias lo mucho que han cambiado las condiciones en que se ejerce el periodismo
En los ¨²ltimos meses han publicado sus memorias dos veteranos muy, muy, buenos periodistas, de generaciones distintas, estilos muy diferentes pero con un elemento com¨²n: la defensa de los valores period¨ªsticos, es decir, independencia, objetividad, rigor, conocimientos. Ambos entienden su oficio como un fin en s¨ª mismo, no como un medio para alcanzar otros objetivos. Se trata de Wifredo Espina (Quan volien silenciar-me, Pag¨¦s editor) y Llu¨ªs Foix (Aquella porta girat¨°ria, Destino). Espina fue pieza clave de la gran ¨¦poca de El Correo Catal¨¢n, all¨¢ por los a?os sesenta y primeros setenta del siglo pasado. Un cambio empresarial propici¨® que Andreu Rosell¨® fuera nombrado director y Manuel Ib¨¢?ez Escofet subdirector, un d¨²o que se complementaba bien. Al poco se les uni¨® Wifredo Espina como subdirector de opini¨®n y editorialista, aunque su influencia en aquellos a?os fue debida sobre todo a su colaboraci¨®n diaria titulada Cada cual con su opini¨®n.
En aquellos tiempos la cr¨ªtica pol¨ªtica era imposible y, tras la Ley de Prensa de 1966, peligrosa. Pero Espina consigui¨® practicarla. ?C¨®mo? Buscando subterfugios con inteligencia, habilidad y sutileza. En textos muy breves, se limitaba a se?alar datos o comentar lo ya publicado con un tono de apariencia inocente pero con un fondo netamente subversivo: se destacaban disparates obvios, se buscaban incongruencias y contradicciones de la dictadura, en definitiva se criticaba, pero¡ ?como ya se hab¨ªa publicado! Se trataba de ¡°escribir entre l¨ªneas para que te leyeran tambi¨¦n entre l¨ªneas¡±, dice. Su habilidad era endiablada, hasta la muerte de Franco su influencia fue enorme. Con la democracia parec¨ªa que desaparecer¨ªa la censura y no habr¨ªa que escribir entre l¨ªneas. No fue as¨ª en El Correo Catal¨¢n. Un grupo de accionistas encabezado por Jordi Pujol pas¨® a controlar el peri¨®dico. No solo sigui¨® la censura sino que hasta el propio Pujol escrib¨ªa editoriales. All¨ª comenz¨® la decadencia del peri¨®dico que acab¨® desapareciendo a mediados de los a?os ochenta. Pujol y la prensa son cap¨ªtulo aparte para explicar aquellos 23 a?os de ¡°dictadura blanca¡±, en palabras de Tarradellas, que han dejado las secuelas populistas hoy tan visibles.
Llu¨ªs Foix, hoy m¨¢s activo que nunca, tal como sucede a veces con los jubilados, ha escrito unas divertidas memorias en que se recuerdan especialmente las peculiaridades de esa instituci¨®n catalana que es La Vanguardia, desde 1969 en que entr¨® como simple traductor hasta 1983 en que fue nombrado director por unos breves meses. El libro est¨¢ escrito con voluntad de estilo: la prosa directa, aparentemente desgarbada, pero cuidada e ir¨®nica, al modo planiano, muestra la capacidad literaria de este periodista cosmopolita. Por ejemplo, es una delicia el contraste entre las redacciones de entonces y las de hoy. ¡°Los instrumentos cl¨¢sicos del redactor¡±, dice, ¡°eran el bol¨ªgrafo, el l¨¢piz, la tijeras, una monta?a de cuartillas de papel marr¨®n, r¨²sticas y de mediocre calidad, un bote de pegamento con su pincel algo asqueroso y la m¨¢quina de escribir aparcada al lado¡±. Y en cuanto al ambiente: ¡°En aquella redacci¨®n se hablaba, se beb¨ªa, se fumaba y se criticaba a todo el mundo, los de dentro de la casa y los de fuera (¡). Las risotadas eran habituales. En este aspecto, hoy las redacciones son m¨¢s silenciosas y desconfiadas. Se habla por las redes sociales a veces desde el anonimato. Se habla menos. Los ordenadores y las nuevas tecnolog¨ªas han hecho enmudecer las salas de los diarios que a menudo se parecen a los espacios silenciosos de los hospitales¡±.
Y tambi¨¦n es magistral el relato de algunas trifulcas internas y la forma en que retrata los personajes que entran en escena, empezando por el actual editor Javier God¨® y, muy especialmente, su padre, don Carlos. Foix no se corta un pelo, conoce bien el talante liberal de los propietarios. Por ah¨ª aparecen redactores expertos como Antonio Carrero, sabios universales como Jos¨¦ Cas¨¢n Herrera, primeros espadas como Santiago y Carlos Nadal, Lorenzo Gomis o Jaime Arias, el director Horacio S¨¢enz Guerrero, corresponsales hist¨®ricos como ?ngel Z¨²?iga y Trist¨¢n La Rosa tratados con un punto de acidez o los entonces j¨®venes amigos Llu¨ªs Permanyer y Tom¨¢s Alcoverro. Por encima de todos destaca el extraordinario retrato de un personaje indescriptible: el gran ?lvaro Ruibal. A veces se alarga en describirlos, a veces la clave est¨¢ en una frase lapidaria: "Horacio siempre mostraba una gravedad concentrada". Exacto.
Foix ha escrito un gran libro, esperamos anhelantes que cumpla la prometida continuaci¨®n.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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