La tecnolog¨ªa y la vida
La innovaci¨®n tecnol¨®gica ha permitido que la humanidad avanzara sobre la base de disponer de unas pr¨®tesis m¨¢s potentes en el divagar por la tierra
Como ya dec¨ªa La verbena de la paloma,¡°hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad¡± y la evoluci¨®n tecnol¨®gica nos ha dotado de instrumentos que aumentan sensiblemente nuestra capacidad de estar en el mundo. El progreso cient¨ªfico y t¨¦cnico existe, el moral ya ser¨ªa m¨¢s discutible y el social habr¨ªa que ponerlo en relaci¨®n con lo que se entienda por vida buena. Puesto que probablemente sea imposible ponernos de acuerdo sobre ella, hay que apostar por aquellas condiciones que ofrezcan a las personas m¨¢s posibilidades de realizarse conforme a sus aspiraciones y deseos. La dial¨¦ctica entre antiguos y modernos, entre conservadores y progresistas, ha existido siempre: los humanos vivimos en la inseguridad y cualquier innovaci¨®n genera grandes entusiasmos, pero tambi¨¦n serias inquietudes porque la incertidumbre agobia a un ser contingente por naturaleza. Y no es raro que progresistas de ayer se conviertan en conservadores ma?ana.
La innovaci¨®n tecnol¨®gica ha permitido que la humanidad avanzara sobre la base de disponer de unas pr¨®tesis m¨¢s potentes en el divagar por la tierra. Pero el problema no est¨¢ tanto en los nuevos instrumentos como en el uso que se hace de ellos: es decir, en los humanos que somos quienes los utilizamos. Un avance tecnol¨®gico puede servir para lo mejor y para lo peor: un cuchillo permite cortar algo para comer o apu?alar al enemigo; la energ¨ªa at¨®mica puede iluminar todo el planeta o destruir la humanidad. La fascinaci¨®n ante el proceso tecnol¨®gico es leg¨ªtima: si mirando el cielo se so?aban dioses, el esp¨ªritu se aturde cuando los humanos son capaces de producir una explosi¨®n m¨¢s brillante que mil soles. Unos dicen que no se pueden poner puertas al campo del progreso tecnol¨®gico, y posiblemente tienen raz¨®n, pero ello no quiere decir que no se tenga que regular y establecer criterios (legales, culturales y morales) sobre su uso, salvo que asumamos como un destino que si se dispone de instrumentos de destrucci¨®n masiva, material o espiritual, se acabaran utilizando. Lo que no cabe en el discurso sobre el progreso es la resignaci¨®n. No se puede hablar propiamente de progreso si no es desde la cr¨ªtica y politiz¨¢ndolo, es decir, coloc¨¢ndolo en el centro de la cosa p¨²blica, de lo que nos ata?e a todos en tanto que animales pol¨ªticos, condenados a vivir con los otros.
Tampoco en tecnolog¨ªa tienen sentido las adhesiones incondicionales, por la simple raz¨®n de que en toda relaci¨®n humana hay un componente de poder. Y el poder es positivo, en tanto que voluntad creativa, capacidad de hacer; pero tambi¨¦n es negativo en tanto que voluntad de dominaci¨®n. Est¨¢ de moda decir que la revoluci¨®n digital coloca a los usuarios en el centro de la escena, que con ella el individuo, el ciudadano, el consumidor adquieren un renovado poder de decisi¨®n y de incidencia. Pero estar en el centro de la escena, significa tambi¨¦n ocupar el puesto de m¨¢xima visibilidad. Y los mismos instrumentos que nos permiten enunciar nuestros deseos o expresar nuestras opiniones, est¨¢n en manos de otros y con mucha mayor potencia. No podemos olvidar, por tanto, que estamos expuestos a poderosas organizaciones que tienen como objetivo conocernos hasta el ¨²ltimo detalle, para encuadrarnos como ciudadanos y domesticarnos como consumidores. Para sacar el m¨¢ximo rendimiento de nuestros deseos cuentan con la ingenua complicidad que deriva del hecho de que nos creamos plenamente libres cuando nos exponemos a su vista.
Jaron Lanier, estrella de Silicon Valley, nos advierte en ?Qui¨¦n controlar¨¢ el futuro?: Cada d¨ªa, todos volcamos grandes cantidades de informaci¨®n en la red gratuitamente, sin recibir nada cambio, salvo quiz¨¢s alguna gratificaci¨®n narcisista. Sobre estos datos, con sus megaservidores, unos pocos, muy pocos, ganan ingentes cantidades de dinero y de poder a costa nuestra. Primero, porque les aportamos la informaci¨®n gratis; y, segundo, porque esta sirve para manipular nuestras conductas, orientar nuestras opciones de consumo y controlar hasta l¨ªmites desconocidos nuestras vidas. Las redes eran una promesa de descentralizaci¨®n y de libertad personal y si no nos defendemos ¡ªsi no hacemos pol¨ªtica¡ª producir¨¢n una concentraci¨®n inmensa de poder, es decir, de control. Richard Stallman tiene raz¨®n: habr¨¢ que seguir defendiendo nuestra libertad y nuestra privacidad. Las tecnolog¨ªas avanzan, la lucha por la emancipaci¨®n contin¨²a.
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